
El accidente cerebrovascular (ACV) es una de las principales causas de discapacidad y muerte en el mundo, con cerca de 12 millones de nuevos casos cada año, según la World Stroke Organization.
Más del 60 % de estos episodios afectan a personas menores de 70 años y el creciente impacto global de la enfermedad plantea desafíos en la atención médica y en la calidad de vida de los sobrevivientes.
Las secuelas de un ACV pueden afectar la vida diaria mucho después del alta médica, y un nuevo estudio evidencia que el género influiría en la velocidad y el grado de recuperación funcional.
Según una investigación dirigida por Chen Chen, Ph.D., de la Universidad de Michigan y publicada por la Academia Estadounidense de Neurología, las mujeres tardan más en retomar sus actividades cotidianas durante el primer año tras un ictus isquémico, en comparación con los hombres.
Una brecha real en la autonomía cotidiana

El estudio, difundido en la revista Neurology, analizó a 1.046 personas que habían sufrido su primer accidente cerebrovascular isquémico, con una edad promedio de 66 años.
Los investigadores realizaron un seguimiento a los tres, seis y doce meses posteriores al ictus, utilizando evaluaciones neurológicas, pruebas cognitivas y cuestionarios sobre calidad de vida. Además, se midió el desempeño en tareas diarias —tanto simples como complejas— como comer, vestirse, cocinar, caminar, bañarse y realizar labores domésticas.
Para cuantificar la dificultad, se empleó una escala en la cual dos puntos indicaban cierta dificultad y tres puntos, una dificultad considerable. Los resultados mostraron que las mujeres obtuvieron, en promedio, puntuaciones más altas que los hombres en todos los periodos evaluados—lo que refleja una recuperación más lenta.

Por ejemplo, a los tres meses, las mujeres registraron una media de 2,39 puntos, frente a los 2,04 de los hombres. Aunque con el tiempo ambas mejoraron sus puntuaciones, la brecha de género se mantuvo a lo largo de todo el año de seguimiento.
Tras ajustar por factores como edad, etnia, nivel educativo y tipo de seguro, la diferencia media en las puntuaciones persistió: fue de 0,13, 0,10 y 0,09 puntos a los tres, seis y doce meses, respectivamente, siempre en detrimento de las mujeres.
Aunque la magnitud de la diferencia es pequeña, la Academia Estadounidense de Neurología remarcó que el resultado es estadísticamente relevante y puede tener impacto real en la autonomía de las personas en la vida diaria.
Tareas complejas, las más difíciles de retomar
El análisis del estudio identificó que las mayores diferencias en la recuperación funcional entre mujeres y hombres se registraron en tareas complejas, especialmente aquellas que requieren fuerza muscular y esfuerzo físico, como realizar trabajos domésticos pesados, hacer compras o cargar objetos de peso considerable.

En cambio, no se registraron diferencias de género en la recuperación neurológica general (la capacidad para comunicarse o ejecutar movimientos simples), donde mujeres y hombres mostraron una mejora progresiva similar con el paso de los meses.
La Academia Estadounidense de Neurología señaló que estas diferencias específicas pueden derivar tanto de factores biológicos como sociales, y sugiere que las estrategias de rehabilitación deberían adaptarse teniendo en cuenta los patrones de recuperación diferenciados por género.
Se propuso, por ejemplo, la incorporación de ejercicios de fortalecimiento muscular dirigidos especialmente a mujeres, para abordar las dificultades concretas identificadas.
Limitaciones y recomendaciones para el futuro
No obstante, el estudio presenta ciertas limitaciones. Los investigadores no contaron con información sobre el acceso o la utilización de servicios de rehabilitación por parte de los participantes. Esta carencia impide saber si el uso de estos recursos pudo influir en la recuperación funcional y limita, en parte, el alcance de las conclusiones.

La investigación subraya la importancia de realizar evaluaciones tempranas y periódicas de la capacidad para llevar a cabo tareas diarias tras un accidente cerebrovascular, con especial énfasis en las mujeres, como vía para identificar y reducir las desigualdades observadas en la recuperación funcional.
El trabajo propone que la rehabilitación post-ictus sea más sensible a las diferencias de género, para así garantizar una mayor autonomía y calidad de vida a todas las personas afectadas por esta condición, prestando especial atención a quienes más lento avanzan en la recuperación de su independencia.
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