
La pandemia de coronavirus, desatada hace más de un año, ya se cobró la vida de 3,45 millones de personas e infectó a 166 millones a nivel global, según el monitor de Johns Hopkins University & Medicine Resource Center. Estos datos la convierten en una de las pandemias más graves de la historia reciente. Pero, según un nuevo estudio elaborado por investigadores de la Universidad de Utah, en los Estados Unidos, esta enfermedad eventualmente podría convertirse en nada más que un molesto resfriado estacional.
La investigación, titulada ¿Se convertirá el SARS-CoV-2 en otro coronavirus estacional?, que se publicó en la revista académica Viruses, se realizó utilizando un modelo matemático basado en tres factores: gravedad en infecciones consecutivas, heterogeneidad poblacional en susceptibilidad debido a la edad y gravedad reducida por inmunidad parcial.
A modo general, el estudio, realizado por los investigadores Alexander Beams, Rebecca Bateman y Frederick Adler, tenía la intención de mostrar cómo las lecciones aprendidas de la pandemia afectarán la forma en la que el cuerpo se adapta y cambia.
Y son estos cambios, encontraron los investigadores, los que afectarán la gravedad de la enfermedad en el futuro, en lugar de que la enfermedad en sí cambie.
“Durante la próxima década, la gravedad de COVID-19 puede disminuir a medida que las poblaciones desarrollen inmunidad colectivamente”, sostuvo Frederick Adler, autor principal y profesor de matemáticas y ciencias biológicas, según NewsHub.
El virus en el centro de la pandemia en curso, el SARS-CoV-2, es el que ocasiona el COVID-19. Sin embargo, existen muchos otros coronavirus estacionales. Pero, si bien estas enfermedades son mucho menos graves, Adler explicó que existe evidencia de que una de ellas pudo haber sido alguna vez grave y ayudó a dar lugar a la pandemia de gripe rusa a fines del siglo XIX.

No obstante, al igual que la gripe rusa, el SARS-CoV-2 pronto podría seguir un camino similar. Por supuesto, hay variables que el estudio no tuvo en cuenta, como las variantes, pero los datos actuales podrían ayudar a evaluar adecuadamente cómo va a cambiar la pandemia a medida que pasa el tiempo.
La gripe rusa fue una pandemia que tuvo lugar entre 1889-1899, con algunas reapariciones posteriores hasta 1894. Esta enfermedad infectó a más de 25 millones de personas y causó la muerte de alrededor de un millón en todo el mundo.
“La variación genética existente en el virus y la mutación genética adicional pueden alterar el camino evolutivo del SARS-CoV-2 de formas que nuestro modelo no puede predecir. En particular, las nuevas variantes que escapan a la inmunidad parcial podrían provocar un cortocircuito en el proceso aquí propuesto. Las interacciones con los coronavirus estacionales u otros virus de las vías respiratorias superiores podrían generar reacciones inesperadas”, aclararon los autores en el paper.
Además, el sistema inmunológico podría seleccionar variantes genéticas más virulentas dentro de los huéspedes, como parece ser el caso de la malaria. “En una escala de tiempo más larga de lo que hemos considerado, el sistema inmunológico humano y el SARS-CoV-2 pueden coevolucionar en el contexto de una carrera de armamentos genéticos haciendo que el patógeno sea más virulento y el huésped más resistente”, indicaron.
Los patógenos emergentes pueden ser bastante virulentos, pero, a medida que pasan a ser miembros de un ecosistema más grande, a menudo tienden reducir su virulencia. El papel que juega el sistema inmunológico en esta transición no está claro. “La pandemia de COVID-19 nos brinda la oportunidad de comprender mejor cómo podría facilitar la evolución de la enfermedad. Si mitiga la gravedad de la enfermedad de una manera dependiente de la dosis como hemos descrito, entonces nuestros resultados sugieren que las infecciones leves o asintomáticas por SARS-CoV-2 se volverán típicas. Aunque la evolución viral y las interacciones con las vacunas complican el panorama, mantenemos la esperanza de que el SARS-CoV-2 se convierta en el quinto coronavirus estacional”, agregaron.
En un sentido similar, recientemente, la publicación científica Nature preguntó a más de 100 inmunólogos, investigadores de enfermedades infecciosas y virólogos que trabajaban en coronavirus si creían que este podía erradicarse. Casi el 90% de los encuestados piensa que se volverá endémico, lo que significa que continuará circulando en los focos de la población mundial durante los próximos años.

“Es probable que eso suceda, pero el patrón que tomará es difícil de predecir”, explicó Angela Rasmussen, viróloga de la Universidad de Georgetown. Esto determinará los costos sociales del SARS-CoV-2 durante cinco, diez o incluso 50 años.
El virus permanece pero, una vez que las personas desarrollan cierta inmunidad no presentarán síntomas graves. Los especialistas lo consideran posible porque así es como se comportan los cuatro coronavirus endémicos, llamados OC43, 229E, NL63 y HKU1. Al menos tres de estos virus probablemente han estado circulando en poblaciones humanas durante cientos de años y dos de ellos son responsables de aproximadamente el 15% de las infecciones respiratorias.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) destacó que estos números oficiales que dan cuenta de la cantidad de contagios y de muertes por COVID-19 son significativamente menores que los totales reales.
La pandemia de influenza de 1918, que mató a más de 50 millones de personas, es el criterio con el que se miden todas las demás pandemias. Fue provocada por un tipo de virus conocido como influenza A, que se originó en las aves. Casi todos los casos de influenza A desde entonces, y todas las pandemias de influenza posteriores, han sido causados por descendientes del virus de 1918.
Estos descendientes circulan por el mundo, infectando a millones de personas cada año. Las pandemias de gripe ocurren cuando las poblaciones no conocen un virus; cuando se vuelve estacional, gran parte de la población tiene alguna inmunidad a él. La gripe estacional todavía tiene un costo significativo a nivel mundial, cobrando aproximadamente 650.000 vidas por año.
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