
Es necesario empezar recordando que en términos de mercado nada está escrito en piedra y los cambios de humor entre los inversores se producen casi a diario. Refrescar además que en general una noticia, si es importante, desaloja a otra preexistente o la pone en un segundo plano, por lo cual la bonanza o la desventura no duran eternamente.
Aclarado el punto, la última semana se despidió con una novedad que el mercado no esperaba. Es más, incluso desconfiaba de una salida positiva para este tema dada la demora que acumulaba la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) en pronunciarse respecto de la política para los biocombustibles en el país del norte. Esta dependencia oficial es la que propone medidas para esta actividad que se supone van en sintonía con la filosofía del gobernante de turno.
La sorpresa que dejó a los inversores apurándose a sumar posiciones compradas en soja y aceite de soja tiene que ver con la propuesta de la EPA respecto de aumentar la cantidad de biocombustibles que las refinerías de petróleo deben mezclar con carburantes tradicionales durante los próximos dos años, impulsado por el aumento en los mandatos de diésel de biomasa.

Tras meses de cabildeo sobre el tema, la industria de los biocombustibles acogió con satisfacción la medida, que también incluye disposiciones para desincentivar las importaciones de biocombustible foráneo y el uso de materia prima extranjera. El impacto sobre los precios de la soja y del aceite de soja fue inmediato, dado que este último podría recuperar el protagonismo que perdió a manos de materias primas como el aceite de cocina usado procedente de China.
Esa pelea se viene dando más que nada en la elaboración de diesel renovable (HVO) o diesel verde, generado a través del hidrotratamiento y especialmente valorado por su similitud con el combustible diésel convencional libre de azufre, de alta calidad. Puede generarse a partir de aceites vegetales y grasas de origen animal, entre otras opciones.
Precisamente, el gran impacto de la propuesta de la EPA radica en un aumento en los requisitos de diésel de biomasa (materia orgánica que proviene de plantas o animales), por caso el HVO. Se proyectó que la movida resultaría en la mezcla con el gasoil de 5.610 millones de galones para 2026, y 5.810 millones de galones para 2027, cuando el volumen obligatorio en 2025 es de 3350 millones de galones. Está incluso por encima de lo que pretendía la industria. Pero además, la agencia propone reducir el soporte al biocombustible extranjero y al fabricado localmente que utiliza materia prima importada.

El punto de partida de esta historia es el Estándar de Combustibles Renovables (RFS) de Estados Unidos. Se trata de un programa federal que exige la incorporación de carburantes renovables en el suministro nacional de combustible para el transporte. Cada año, la EPA emite normas RFS con requisitos de volumen para ciertas categorías de este tipo de combustibles y establece obligaciones anuales de volumen renovable (RVO).
Las RVO son los objetivos volumétricos de biocombustibles para las partes obligadas, como refinerías e importadores de nafta o diésel derivados del petróleo. Según el RFS, las refinerías deben mezclar grandes volúmenes de biocombustibles con el carburante de origen fósil, o adquirir créditos, llamados RIN, de quienes lo hagan.
Ahora la EPA propone fijar el RVO total para 2026 en 24.020 millones de RIN, lo que supone un aumento de casi el 8 % en comparación con el RVO de 2025. El RVO propuesto para 2027 es de 24.460 millones de RIN, es decir un incremento de alrededor del 2 % en comparación con el año anterior. Proyecta además que la cantidad de RIN generados para el diésel de biomasa sería de 1,27 por galón en 2026 y 1,28 por galón en 2027. Anteriormente el galón promedio de diésel de biomasa da origen a 1,6 RIN.

Las industrias del petróleo y de los biocombustibles, en ambos casos poderosos grupos de presión en Washington, habían esperado con gran expectación la publicación de la propuesta que, de concretarse, determinará el destino de miles de millones de dólares en transacciones de combustibles y créditos negociables, según reflejan medios especializados estadounidenses.
La coalición liderada por el Instituto Americano del Petróleo (API), argumentó que los mandatos anteriores de la EPA no lograron impulsar el crecimiento de la industria de biocombustibles avanzados y socavaron el mercado. Los aceiteros del país, por su parte, agradecieron “el apoyo que el presidente Trump brinda a los agricultores estadounidenses con esta propuesta. Aplaudimos a la Administración por reconocer la necesidad de reducir el valor RIN de los biocombustibles elaborados con sebo importado y el llamado ‘aceite de cocina usado’, que han estado desplazando al aceite de soja estadounidense, perjudicando tanto a los agricultores como a los productores de biocombustibles durante años”.
Avisaron además que esta reglamentación representa una oportunidad crucial para que Trump aproveche al máximo las facultades legales de la RFS, para impulsar un esquema que supere con creces los 15.000 millones de galones autorizados para el etanol en su mezcla con las naftas. “Los productores de etanol y los agricultores que producen maíz se encuentran bajo una enorme presión económica, en particular debido a la incertidumbre generada por los esfuerzos actuales para reorganizar el comercio internacional, y necesitamos que la EPA aumente sustancialmente la mezcla de etanol nacional bajo el RFS en 2026 y 2027“, argumentan aquellos vinculados con esta industria.

Los precios del poroto de soja y su aceite venían anestesiados esperando una resolución de este tipo. Lo interesante es que esta propuesta consolida la demanda de este aceite en un contexto de existencias bastante limitadas. La molienda de soja también continúa a un ritmo formidable y se prevé que vuelva a batir un nuevo récord en 2025/26, lo cual es ciertamente imaginable después de estas novedades. La industria y el campo han realizado importantes inversiones en capacidad de producción nacional y en materias primas para satisfacer las necesidades energéticas de Estados Unidos.
En cuanto a las exenciones para pequeñas refinerías, la EPA ofreció una evaluación de la situación actual. Proporciona un rango de galones potenciales exentos para 2026 y 2027 de lo que, según afirma, son aproximadamente 34 pequeñas refinerías calificadas y operativas que producen aproximadamente 18 mil millones de galones de gasolina y diésel. Para calificar para exenciones, la RFS exige que estas pequeñas refinerías demuestren un daño desproporcionado al tener que cumplir con sus obligaciones en cuanto a la mezcla con biocombustibles.
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