De manera acelerada, el desdoblamiento de las elecciones bonaerenses está desnudando la profundidad del quiebre en el peronismo/kirchnerismo, con impacto nacional porque se juega en el más grande distrito electoral del país y expone un dato significativo: no es como ocurre cada tanto un crujido entre expresiones del PJ tradicional y el círculo K, sino un enfrentamiento abierto en el espacio fusionado y hasta ahora dominado por Cristina Fernández de Kirchner. La discusión sobre el liderazgo de la ex presidente -eje inocultable de la pelea con Axel Kicillof- escala entonces como disputa de poder y, por eso mismo, suma riesgos a la gestión provincial, coloca un foco central de la batalla en la Legislatura y hasta puede impactar en la Justicia.
En otras palabras, puede involucrar a los tres poderes del Estado provincial. Y es tal la incertidumbre que ni siquiera está claro cuántas veces votarán los bonaerenses. A estas horas, son tres los capítulos: PASO locales el 13 de julio, elección de legisladores provinciales y concejales el 7 de septiembre y comicios nacionales el 26 de octubre. Si el gobernador termina imponiendo su plan -con apoyo de otros espacios- no habría primarias y quedarían dos turnos. Y si el desenlace se ajustara al deseo de CFK, las elecciones locales y nacionales se jugarían juntas en octubre.
Por lo pronto, después del anuncio hecho el lunes por el gobernador para desenganchar las elecciones provinciales -refrendado 24 horas después por decreto-, la Legislatura quedó sacudida pero sin sesiones. All se libraría una de las batallas decisivas, si como dejan trascender desde La Plata y en el círculo de CFK no hay espacio alguno para negociar.
Resulta ilustrativo del nivel de enfrentamiento que hayan fracasado dos encuentros que reunieron a Kicillof, Máximo Kirchner y Sergio Massa, para intentar una salida de compromiso. Eso, sin contar innumerables gestiones de operadores, en paralelo con chicanas y movidas para medir fuerzas en la Legislatura. El gobernador acaba de enviar su propio proyecto para derogar las PASO provinciales, mientras que el kirchnerismo duro expone su carta, sobre todo con base en el Senado: dejar de lado las primarias, pero fijar el criterio de elecciones concurrentes de legisladores locales y nacionales.
Esa disputa, en la que podrían pesar otros espacios -PRO, UCR, LLA-, tiene una proyección inquietante, porque el kirchnerismo duro hace trascender que si avanza con su texto de ley, eso invalidaría el decreto de Kicillof, es decir, revertiría el desenganche de elecciones. Parece difícil, pero en lo inmediato alimenta otra posibilidad de conflicto. En La Plata, destacan que fijar la fecha electoral en la provincia es facultad exclusiva del gobernador, algo que cuestiona el sector alineado con la ex presidente.
En sus advertencias de máxima, desde el núcleo K no se descarta llevar el tema a la Justicia provincial, una movida que agregaría más barro y que prolongaría el desgaste provocado por la ácida interna. No es todo: semejante batalla le da aire a fantasmas sobre otras historias que terminaron con grave costo electoral para el peronismo. La más cercana es la experiencia de Alberto Fernández, un espejo en el que nadie quiere mirarse.
Por las dudas, desde La Plata se apresuraron a destacar dos diferencias, una comprobable y otra que no está atada sólo a la voluntad de Kicillof. La primera destaca que en esta pelea -y se supone que, por extensión, su proyecto presidencial, que es el fondo del conflicto-, el jefe provincial cuenta con respaldo trabajado desde hace rato con una buena franja de intendentes peronistas, muchos de ellos antes fieles de CFK. La segunda apunta a descartar renuncias de ministros cristinistas.

Los términos más graves sobre el nivel de conflicto fueron utilizados por Andrés “Cuervo” Larroque. En extensas declaraciones, calificó los movimientos del kirchnerismo duro como un intento de “golpe institucional” contra el gobernador. Y en una mezcla de facturas personales y recurso para evitar la confrontación directa con CFK, dijo que la ex presidente es una especie de rehén del “grupito” de Máximo Kirchner.
El punto, más allá de la gravedad que tendría su caracterización de la movida K, fue la mención de hechos atribuidos sin vueltas a ese sector interno, como la imposibilidad de aprobar el Presupuesto y la ley impositiva provinciales. Se trata de cuestiones vinculadas directamente a la gestión. Y ese es un dato mayor, porque indicaría el riesgo de extremar la interna a ese punto y añadir costos -no sólo para el gobernador, aún en la perspectiva de complicar o condicionar su proyecto presidencial-, sino para el peronismo en general.
Está claro que Kicillof tiene de sobra con problemas cotidianos -como la inseguridad, otra vez al tope del temario social- y la competencia con los espacios opositores, que por ahora dan la ventaja de la fragmentación. Se verá cómo opera esta situación en la pulseada de Javier Milei y Mauricio Macri, pero esa es otra historia. En lo inmediato, el peronismo parece más concentrado en reunir tropa para sus propias batallas.
Camino a desdoblar las elecciones, Kicillof buscó exponer el respaldo de jefes municipales, entre quienes existe consideración especial sobre el mejor camino para asegurarse el control de los concejos deliberantes, garantía de su propio poder y hasta del cargo. La respuesta desde las filas de CFK fue mostrar también sostén de intendentes, concejales, legisladores provinciales y nacionales.
La disputa local suma también un mensaje sobre la posibilidad de que CFK sea candidata por la tercera sección electoral de la provincia: la más significativa en padrón y tradición peronista. Sería una jugada con señales múltiples, desde los fueros a una advertencia para jefes peronistas del GBA ahora alineados con Kicillof. Pero antes que nada, eso plantea la posibilidad de evitar la suspensión de las PASO en los términos que impulsa Kicillof y competir en todos los rubros.
En números, es crucial lo que está en juego medido como poder local: se renueva parcialmente la Legislatura -23 senadores y 46 diputados, de los cuales 18 corresponden a la tercera sección electoral- y se disputan 1.097 bancas de concejales en toda la provincia. Desde ya, el impacto de esa elección y, antes, la escalada de la interna del peronismo/kirchnerismo trascienden por mucho los límites de la provincia.
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