Gabriela Michetti, una de las abanderadas del rechazo al proyecto, no tendría problema en desempatar

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Lo único que le dolió a Gabriela Michetti fue la confesión de su hijo Lautaro Cura, de 25 años, líder de la banda pop Isla de Caras y pareja de Rosario Ortega.

Cura se refirió tantas veces a la palabra "bebito" para hablar de Chango, el nuevo disco de la banda, que los periodistas del programa "Toco y me voy" de Radio a la Calle que lo entrevistaban aprovecharon la recurrencia del músico para preguntarle por el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE).

"Estoy a favor del proyecto de ley", contestó el joven, lacónico. Y nada más.

No había habido demasiadas charlas previas entre madre e hijo. Y casi que la vicepresidenta se enteró de la postura del joven a través de los medios. Según su entorno más íntimo, "le sorprendió y le dolió".

Es que Michetti, de estrechos vínculos con la Iglesia –se confesaba con el padre Carlos Accaputo, muy cercano al papa Francisco– y profundas convicciones católicas, es una de las principales detractoras del proyecto de despenalización del aborto que hoy se debatirá en el Senado y que abrió otra grieta en la sociedad en general y en el seno de la coalición de gobierno en particular.

Cerca de la vicepresidenta creen que la suerte de la media sanción de Diputados de junio pasado está echada. Hace algunas semanas se especuló con que podía llegar a desempatar en caso de que la votación se tornara reñida. Pero la inclinación de los últimos días en favor del rechazo al proyecto, en vísperas del largo debate de hoy, enfrió esa posibilidad. Michetti, de todos modos, no tenía pruritos en desempatar.

(Senado)
(Senado)

La última vez que se refirió al tema en público fue en la entrevista con el diario La Nación en la que se mostró en contra de la interrupción del embarazo incluso en casos de violación, un reportaje que hizo demasiado ruido en la Casa Rosada, bajo la lupa de los "verdes" por la pasividad de Macri y algunos de los principales funcionarios ante la discusión parlamentaria después de que el Presidente impulsara el debate.

Por las dudas, Michetti les amplió sus dichos a Macri y a Marcos Peña. Desde ese momento, se llamó a silencio. Y se abocó a la negociación en la Cámara alta.

En medio de una fuerte presión de la Iglesia, que adoptó una estrategia muchísimo más agresiva después de la media sanción de Diputados.

A Michetti, las tensiones del PRO con la Iglesia católica siempre le afectaron mucho más que a la mesa chica integrada por el jefe de Estado, el jefe de Gabinete, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta.

Durante la gestión porteña apenas había podido asimilar el quiebre con Jorge Bergoglio, entonces arzobispo porteño, tras la decisión del jefe de Gobierno de no apelar el fallo que habilitaba el casamiento entre José María Di Bello y Alex Freyre, en noviembre del 2009, y que marcó un antes y un después en la relación entre Macri y Bergoglio. El Presidente y el papa Francisco nunca pudieron sanar ese vínculo. Por el contrario.

La vicepresidenta sufrió esa pelea en carne propia: cayó por un precipicio en los considerandos de Bergoglio. Lloró varios días.

Estos últimos meses, la grieta entre la cúpula de la Iglesia y la Casa Rosada por el aborto encontró a Michetti más curtida. En parte porque la ira de Francisco no se descargó esta vez tanto sobre ella sino más bien sobre la figura de Peña.

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En Roma se convencieron en los últimos meses de que el impulso de Macri al tratamiento parlamentario tuvo el sello del jefe de Gabinete y la autoría intelectual de Jaime Durán Barba, que se cobija de las críticas bajo el paraguas de Peña. No cayó tan mal el impulso en sí como las formas. "Nos facturan que fue para tapar la crisis del programa económico", se sincera un funcionario que trata semanalmente con la cúpula eclesiástica.

En ese sentido, en las últimas semanas las acciones de Peña en el Vaticano terminaron de derrumbarse. En una reunión con obispos argentinos, Francisco especuló con que la posición pública de Luciana Mantero en favor de la despenalización del aborto tenía detrás la mano de su esposo, el funcionario más poderoso del Gobierno.

Lejos de la paranoia, en el círculo íntimo de Michetti aseguran que está tranquila. Que no recibió presiones de los "verdes". Por el contrario: en algunas marchas en el Congreso le tocó ingresar con el auto donde se manifestaban militantes de la despenalización y lo hizo sin problemas.

No tuvo la misma suerte Gladys González, la senadora de Cambiemos por la provincia de Buenos Aires que estuvo siempre en contra del proyecto y que luego de interiorizarse durante meses en el tema se pronunció a favor de la despenalización. Después de eso, González tuvo que cambiar su línea teléfonica por las amenazas.

Gustavo Gavotti
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Michetti, en cambio, se siente como una estrella de rock en el interior del país. Al menos así lo transmiten a su lado: juran que cada visita que realiza a alguna provincia es acompañada por una considerable cantidad de militantes "celestes" que la esperan para vitorearla. Y le mandan cientos de cartas y mensajes de apoyo.

Hace un tiempo, trascendió por algunas charlas privadas que la vicepresidenta habría dicho que, de salir el proyecto, su permanencia dentro de la coalición de gobierno quedaría dañada. El camino había sido árido después del matrimonio igualitario en su época de vicejefa porteña y las consecuencias en su relación con la Iglesia.

Desde su despacho del Senado ahora deslizan que por su posición frente al aborto, su imagen no habría sufrido el bajón que sí registraron Macri y Vidal en las encuestas en los últimos meses. Los especialistas consultados por este medio dudan de esos números.