La carretera de la muerte en Perú: dónde se encuentra este peligroso trayecto que sigue cobrando vidas cada año

En los Andes peruanos, una vía mortal desafía a conductores y pasajeros. Curvas cerradas, abismos y derrumbes convierten cada viaje en una prueba de supervivencia.

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El estrecho camino que une
El estrecho camino que une estas regiones peruanas cobra vidas diariamente. Los conductores enfrentan curvas cerradas, deslizamientos de tierra y rocas que caen desde las alturas (Captura: YouTube/José Medrano)

En los Andes centrales del Perú, una vía angosta y serpenteante conecta Ayacucho con Junín. Con curvas cerradas, abismos imponentes y un pavimento deteriorado, esta carretera se ha ganado la temida reputación de ser una de las más peligrosas del país.

Transportistas y pasajeros arriesgan su vida a diario en un trayecto que, para muchos, se convierte en el último. Las cruces y capillas al borde del camino son un testimonio silencioso de las tragedias que han ocurrido aquí.

En temporada de lluvias, los deslizamientos de tierra agravan aún más la situación, convirtiendo cada kilómetro en una prueba de supervivencia.

Un camino angosto y sin margen de error

Camiones de carga, buses y
Camiones de carga, buses y autos privados comparten una vía tan angosta que parece hecha para una sola rueda. En esta carretera, cada kilómetro es una apuesta contra la muerte.  (Captura: YouTube/José Medrano)

La vía que une a Ayacucho y Junín es una trampa mortal para quienes la transitan. Su estructura es precaria: en muchos tramos apenas hay espacio para un solo vehículo, lo que obliga a los conductores a maniobrar con extrema precaución.

A un costado, un muro de roca impide cualquier margen de escape; al otro, un precipicio sin barreras de seguridad marca la diferencia entre la vida y la muerte. Los camiones de carga, omnipresentes en la ruta, apenas dejan espacio para otros vehículos, y en cada curva ciega, el riesgo de un choque frontal es inminente.

Los reportes indican que esta carretera registra un alto número de accidentes fatales. Los testimonios de los lugareños coinciden: el exceso de velocidad y la imprudencia de algunos choferes han sido responsables de incontables tragedias.

Un autobús cayendo al vacío no es un hecho aislado; en varias oportunidades, unidades de transporte han terminado en el fondo de los abismos. Los restos de vehículos retorcidos y abandonados en las laderas del río Mantaro sirven como recordatorio del peligro constante.

Condiciones climáticas que agravan el peligro

Un simple aguacero puede transformar
Un simple aguacero puede transformar la ruta en un lodazal resbaladizo. En temporada de lluvias, la carretera más peligrosa de Perú se convierte en una trampa mortal.  (Captura: YouTube/José Medrano)

Las lluvias torrenciales entre diciembre y marzo hacen que el camino se transforme en un lodazal resbaladizo. Durante esta temporada, los derrumbes son frecuentes y las rocas caen desde las alturas, obstaculizando la ruta o, en el peor de los casos, sepultando vehículos.

La neblina densa reduce la visibilidad a pocos metros, haciendo que los conductores dependan del sonido de los claxons para advertirse entre sí. La falta de iluminación y de señalización agrava la situación, convirtiendo la travesía en una experiencia aterradora.

La ruta de la muerte y su tráfico incesante

Nadie la quiere, pero todos
Nadie la quiere, pero todos la usan. La carretera entre Ayacucho y Junín sigue siendo una de las más transitadas, a pesar de su historial de tragedias y promesas incumplidas de mejora. (Captura: YouTube/José Medrano)

A pesar de los peligros, esta carretera sigue siendo una de las vías más transitadas entre Ayacucho y Junín. Su condición de ruta más corta hace que transportistas y viajeros la prefieran sobre alternativas más largas y seguras. Camiones cargados de productos, autobuses repletos de pasajeros y motociclistas desafían el trayecto cada día.

Las autoridades han intentado mejorar algunos sectores, pero el deterioro de la infraestructura y la falta de inversiones hacen que la seguridad continúe siendo una preocupación constante.

Y eso que, a lo largo de los años, se han implementado algunas mejoras, como la colocación de barreras en ciertos puntos críticos y la ampliación de algunas curvas. Sin embargo, estos esfuerzos resultan insuficientes ante la magnitud del problema.

Los habitantes de los pueblos cercanos viven con el temor constante de nuevos accidentes. “Cada vez que escuchamos un estruendo en la noche, sabemos que algo ha pasado en la carretera. Salimos a ver y muchas veces es un bus o un camión que cayó”, relata una pobladora.

Y es que la carretera entre Ayacucho y Junín sigue cobrando vidas. Cada cruce por este camino es una lotería donde el destino puede cambiar en un instante. Para quienes la recorren, no es solo un trayecto, sino un desafío donde la prudencia y la suerte determinan si se llega al destino o se convierte en otra estadística más.