Pacificar el tránsito es una obligación ineludible del gobierno porque la velocidad mata

Nuestros seres más amados perdieron sus vidas sin haber provocado en absoluto la maniobra temeraria del conductor que los atropelló. Pero las autoridades porteñas no atacan las causas de este flagelo

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Es esencial limitar la velocidad: la mayoría de los peatones sobreviven si son atropellados por un auto que circula a 30km/h pero la mayoría muere si la velocidad de impacto es de 50km/h o más (FOTO NA: MARCELO CAPECE)
Es esencial limitar la velocidad: la mayoría de los peatones sobreviven si son atropellados por un auto que circula a 30km/h pero la mayoría muere si la velocidad de impacto es de 50km/h o más (FOTO NA: MARCELO CAPECE)

La pacificación del tránsito en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires está en manos de las autoridades y necesitamos que éstas levanten la bandera de la reducción de las velocidades de circulación.

Nuestros seres más amados perdieron sus vidas sin haber provocado en absoluto la maniobra temeraria del conductor que los atropelló.

En el mes de mayo de 2006, hace casi 16 años, murió Manuel de 18 años en el Monumento de los Españoles. El 24 de enero pasado murió arrollado Martín de 5 añitos. Manuel esperaba cruzar cuando fue embestido a 73Km/h por un conductor sobre la vereda de la Plazoleta del Monumento. Martín cruzaba la avenida Sarmiento, a la altura de Libertador, por la senda peatonal con el semáforo habilitado para el peatón. El chofer del colectivo que lo atropelló y mató dobló desde avenida del Libertador hacia avenida Sarmiento a 52 km/h mientras además usaba su celular.

Hoy hay dos estrellas amarillas que los recuerdan, dos señales de advertencia con sus nombres, y cada una evidencia -como tantas otras en la Ciudad- que la velocidad mata.

El dolor sin duda es nuestro, y no podemos compartirlo. Pero el problema es de todos y por eso reiteramos una vez más que la única solución posible está en manos de las autoridades. La violencia vial afecta a la salud pública, qué duda cabe, tiene un altísimo costo social, qué duda cabe, y deja en la indefensión más absoluta a las familias que no tienen recursos para exigir justicia en los tribunales, ni pueden rehacer sus vidas como ciudadanos con derechos plenos.

Una voz política debe liderar este proceso. Se debe hablar de la causa porque eso es esencial para frenar los efectos. Y la velocidad es la causante de todos los traumas viales (foto: Télam)
Una voz política debe liderar este proceso. Se debe hablar de la causa porque eso es esencial para frenar los efectos. Y la velocidad es la causante de todos los traumas viales (foto: Télam)

Los equipos profesionales y técnicos de la Secretaría de Transporte trabajan a conciencia. Pero nosotros sabemos, que sin una voz política que lidere este proceso, no habrá pacificación del tránsito. Las autoridades de las ciudades que lograron reducir el número de víctimas mortales o lesionadas, desnudaron el problema de la velocidad frente a sus electores, lo explicaron, lo castigaron y además persuadieron y así avanzaron. Y lo hicieron porque hablar de la causa es esencial para frenar los efectos. Y la velocidad es la causante de todos los traumas viales.

Las investigaciones han demostrado que una gran parte de los peatones sobreviven si son atropellados por un conductor de auto que circula a 30km/h pero la mayoría muere si la velocidad de impacto es de 50km/h o más.

Las autoridades de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires han tenido oportunidades para explicar cómo revertir el flagelo de la velocidad, pero no lo han hecho hasta ahora. Hace pocos días presentaron el nuevo plan de acción para la movilidad. Pero no hubo una sola mención a la necesidad de bajar la velocidad. Absurdo, podrían haber aclarado que las nuevas ciclovías y el Metrobus programado serán intervenciones muy beneficiosas justamente para bajar las velocidades máximas de circulación.

Pacificar el tránsito exige hablar claro y asumir el costo político necesario.

Ema Cibotti-Lischinsky es argentina y es la mamá de Manuel

Juan B. Violero Olivares es español y es el abuelo de Martín

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