
La República Argentina se caracteriza por su bostezante recurrencia a repetir ideas políticas que, si bien han evidenciado su fracaso, gozan de un fuerte aval de gran parte de la sociedad. Cualquier fuerza política que busque realizar cambios, se encontrará con resistencias muy arraigadas. En ciertos aspectos los objetivos y desafíos que enfrenta la Argentina hoy con respecto a su inserción internacional y la urgente necesidad de recibir inversiones, son similares a los que enfrento Arturo Frondizi en 1958. Un país con escasos mercados globales, estancado económicamente y sobre todo descapitalizado por el populismo.
Frondizi exclamó la necesidad de apelar al capital extranjero, como condición ineludible de modernización de la economía. Sin un aluvión de inversiones, la Argentina con baja tasa de crecimiento del ingreso per cápita tardaría casi medio siglo en alcanzar la tasa de ingreso de los países europeos, cuya tasa de crecimiento medio entre 1950-1960 para Alemania Federal, Francia e Italia fue del 7,5 por ciento. Sostenía Frondizi que “el capital extranjero no es colonialista ni retrogrado por su origen; tan retrógrado es el capital nacional que se aplica a perpetuar la actual estructura subdesarrollada como progresista es el capital extranjero que viene a invertirse en los rubros que contribuyen a modificarla”'. La necesidad de establecer vínculos estrechos con EEUU, la nueva superpotencia global, era prioritaria luego de un historial anti norteamericano letal para nuestras posibilidades de desarrollo. Su discurso ante el Congreso norteamericano en 1959, a lo que se le sumo la visita del presidente Einsenhower en 1960, fueron hitos muy fuertes para las relaciones exteriores argentinas, acorde a lo que estaba sucediendo en muchos países que buscaban dejar atrás los antagonismos bélicos post Segunda Guerra.
También aparecían como prioridad estratégica establecer relaciones diplomáticas y comerciales, con los nuevos estados soberanos de Asia y África que obtuvieron su independencia después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. En 1961 Frondizi realizó una gira por varios países del Lejano Oriente. “Los intereses inmediatos y mediatos argentinos en materia de comercio exterior imponen la obligación a los gobernantes argentinos de mirar hacia ese vasto mercado de mil quinientos millones de almas”, dijo. De hecho, ya en 1957 Australia había firmado con Japón su complementariedad económica, comprometiéndose este último a comprar la oferta de maíz y trigo, a lo que luego se le sumarian el resto del Sudeste Asiático. Gracias a esta paciente asociación estratégica hoy Australia exporta a China por un valor de USD 87.726 millones, a Japón por USD 41.356 millones y a Corea del Sur por USD 17.746 millones.
Importa detenerse en el significado del concepto de interés nacional, para Frondizi los intereses de la política exterior, son el equivalente al principio de supervivencia del ser humano, hacen a la supervivencia como nación. Las decisiones, se deben tomar poniendo eje central en esa idea. Juan Bautista Alberdi lo planteaba en términos similares: “El objeto de la política exterior consiste en las reglas, en la legislación, en los actos dirigidos a desarrollar y agrandar más la afluencia de los capitales, de las poblaciones, del comercio, hacia los países nacientes y despoblados de la América del Sur”. Interés al cual es necesario darle una base económica sólida, la vinculación externa de un país no sólo depende de su política exterior (ámbito tradicional de la Cancillería). Las reformas del sistema político económico, deben buscar su ancla de solidez en el sistema de la política exterior.
Ahora, ya sea por el fervor de la “Tercera posición” después de 1945 y posteriormente por el Movimiento de los Países No Alineados, la utilización de la política exterior como elemento de política interna fue lo que prevaleció. En pocos años la Argentina se convirtió en una economía muy cerrada al comercio mundial, el arancel promedio de Argentina en la década del 60 era del 131% en comparación con el arancel de la Comunidad Económica Europea, el cual era tan sólo del 13 por ciento.
La participación de las exportaciones Argentina sobre el total de las mundiales languideció fuertemente: en 1950 representaban un 2,26%; en 1973, un 0,64%; y en 1990 quedaron relegados a valores cercanos a los actuales, un 0,4 por ciento. En la posguerra, el ritmo del intercambio comercial internacional se institucionalizo y aceleró de una forma sin precedentes. Tomando la evolución de los acuerdos comerciales bilaterales y regionales vigentes, desde la fundación del GATT (1958), actual OMC, el número asciende a 297. La Argentina, salvo del Mercosur, no participa de ningún acuerdo de relevancia, algo visto como positivo por la actual gestión. Si sumamos el abandono del grupo Lima como apoyo al dictador Maduro, la intención de desconocer los acuerdos firmados con Gran Bretaña post Malvinas, un deja vu nacionalista con fines electoralista, vemos que claramente se sigue la misma raíz ideológica. Con una pobreza del 40,2% y una indigencia del 10%, se necesita un aluvión de inversiones y la realidad es que estamos al margen de estas corrientes. Como explica Marcelo Elizondo, Argentina es el segundo país en el mundo (202 medidos) con peor performance en stock de IED. Si comparamos el año 2000 con 2019, solo creció un 2% en Argentina, pero desde 2010 el stock cayó -16.421 millones. Nuestro interés nacional entendido en los términos expresados, nos obliga a poner el foco en este tema, caso contrario el destino no podrá ser más que sombrío.
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