Un país donde los maestros no son esenciales

Por sus efectos simbólicos, hubiera sido importante reconocer a la docencia como actividad esencial. Pero también por sus efectos prácticos

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Ser maestro en pandemia es haber aprendido a la fuerza el arte de enseñar sin presencia. (AP/Victor R. Caivano)
Ser maestro en pandemia es haber aprendido a la fuerza el arte de enseñar sin presencia. (AP/Victor R. Caivano)

Viviana, una docente jujeña, cuenta que hace mucho tiempo que ya no le dan regalos para el Día del Maestro. Pero este año para el 1° de mayo, Día del Trabajador, desde la mañana temprano comenzaron a llegarle mensajes al celular, el mismo que usa para “dar clases” desde que comenzó la pandemia. Fueron más de cien mensajes de alumnos, madres y padres, que decían “gracias”. Nunca le había pasado algo así. Dice que este es su último año antes de jubilarse, que siente tristeza por dejar la profesión pero que se va tranquila, agradecida, sabiendo que dio todo lo que tenía y más.

Dar todo, hasta lo que no se tiene, hasta lo que no se sabe. Ser maestro es eso. Y ser maestro en pandemia es haber aprendido a la fuerza el arte de enseñar sin presencia.

La pandemia y la escolaridad sin escuelas juntó a familias y docentes en la empresa de educar. Esa antigua alianza entre escuela y familia resultó fundamental para la continuidad pedagógica durante estos seis meses que lleva la cuarentena. Las familias se reencontraron con la escuela y creció el reconocimiento hacia los docentes.

Muchos docentes que trabajan con alumnos con enormes carencias, se las rebuscan para conseguirles teléfonos y pagarles datos con tal de que no abandonen. Muchos sostienen el lazo con sus estudiantes mandando señales de vida a través de un par de palabras, una imagen, un cuento. Un latido débil pero aun así esencial. Muchos han logrado que los niños y niñas aprendan a escribir a la distancia, concretando una proeza sin precedentes.

Sin embargo, el Gobierno no reconoce a la docencia como actividad esencial. El Decreto de Necesidad y Urgencia 297/20 del Poder Ejecutivo Nacional enuncia más de treinta actividades y servicios esenciales en pandemia, pero excluye a la educación. Médicos, enterradores, veterinarios, ferreteros, militares, policías, kiosqueros, entre otros, son esenciales, pero los maestros no. Las “gracias” del aplauso de las 9 de la noche no incluyen a los maestros. Tampoco las propagandas oficiales.

Una actividad puede ser definida como esencial considerando el impacto negativo que genera su suspensión en el goce de derechos humanos básicos de la población. El derecho a la educación es un derecho básico y, como ha señalado la ONU el cierre de escuelas está generando una “catástrofe generacional” con consecuencias sin precedentes en la vida actual y futura de los niños y en el desarrollo de las sociedades. El acceso igualitario a un derecho es una de las cuestiones principales por la que ha de velar el Estado, eso es lo que quiere decir “Estado presente”. ¿Qué clase de país es un país que considera que sus maestros no son esenciales?

Por sus efectos simbólicos, hubiera sido importante reconocer a la docencia como actividad esencial. Pero también por sus efectos prácticos. Los maestros, las maestras en rigor, porque las mujeres son mayoría, están obligadas a trabajar y al mismo tiempo a no moverse ni a recibir ayuda para las tareas domésticas de las que se hacen cargo, entre ellas el cuidado y las tareas escolares de sus propios hijos.

Según los estudios que realizamos en la Universidad Di Tella, durante la pandemia directivos y docentes declaran trabajar más tiempo que antes. El 21% de los docentes no tiene acceso a Internet, la enorme mayoría enseña aportando sus propias computadoras y teléfonos celulares, paga de su bolsillo la conectividad o carga de datos y provisión de energía eléctrica que le permiten sostener el servicio de enseñanza remota durante la extendida cuarentena. A pesar de que el marco legal establece algo muy distinto. La Ley Nacional de Educación obliga al Estado a proveer los recursos para que la actividad educativa se lleve adelante, pero los maestros debieron costear ellos mismos los elementos para poder enseñar a la distancia. También la Ley de Teletrabajo, recientemente promulgada, obliga al empleador a proporcionar el equipamiento y la compensación por los gastos que realiza el empleado para poder realizar el trabajo.

Ahora el Ministerio de Educación de la Nación reconoce que sólo 37% de los docentes dispone de una computadora que puede usar de forma exclusiva para trabajar sin compartirla con su familia. Sin embargo, por toda respuesta los invitó a gozar del “beneficio” de comprarse una computadora, a través de un crédito a tasa subsidiada del Banco Nación, que ya no estaba disponible a dos horas de su lanzamiento.

Pauperizados, como los policías y los médicos, los docentes argentinos tienen salarios entre los más bajos del mundo, según la OCDE. Y la necesidad, como los policías y los médicos, de tener varios trabajos para sobrevivir. En primaria, un tercio trabaja en más de una escuela, y en secundaria lo hace el 44%.

El Día del Maestro nos sorprende este año con las escuelas cerradas, pero con los esenciales maestros trabajando.

La autora es doctora en Educación, profesora e investigadora de la Universidad Di Tella