Pobreza, una catástrofe argentina

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La pobreza subió al 35,4% y ya alcanza a 15,9 millones de argentinos, según el Indec (Foto NA)
La pobreza subió al 35,4% y ya alcanza a 15,9 millones de argentinos, según el Indec (Foto NA)

Los indicadores de pobreza que se dieron a conocer hace horas son una verdadera catástrofe social, política, religiosa y moral.

Un poco menos de la mitad de la población argentina tiene grandes carencias: son 15 millones de personas. Y el 52,6 por ciento de niños y púberes viven en medio de granes carencias.

Es la mitad de los niños del país que se agregarán oportunamente a la población

En Noroeste la pobreza es de 40 por ciento y en el Noreste trepa a 41,4 del total de habitantes. La única que sufre menos es la Patagonia, con el 28,5 por ciento. El INDEC lo marca con precisión. No exagera ni miente como en el cristinismo. Hizo un trabajo científico, que además coincide con la información que viene brindando el Observatorio Social de la Universidad Católica. El INDEC aporta datos que sensibilizan a la opinión pública y pueden petardear la candidatura de Juntos por el Cambio

Hay casi 4 millones de personas más en ese mundo oscuro respecto del primer semestre del 2018.

Es importante aclarar que el macrismo heredó una pobreza del 28 por ciento del populismo, lo que significa haber tenido, para empezar, una papa caliente en las manos. Que no supieron enfriar o no emplearon la metodología apropiada.

Aquí nomás, en el Gran Buenos Aires, conocido por cordón suburbano, la pobreza bordea el 40 por ciento y la indigencia está en 7,7 por ciento.

¿Qué significan estos datos? Es la impotencia producto de la aplicación de políticas económicas que se refugiaron mesiánicamente en el monetarismo, que fueron mutando de tiempo en tiempo y a las que se sumó el stand by otorgado por el Fondo Monetario Internacional (el de mayor volumen otorgado en el mundo) cuya puesta en marcha inexorablemente fomentaron la recesión. Por supuesto: la recesión se traduce en inflación, en ausencia de un mercado dinámico de consumo, de deterioro de la producción industrial y de altos costos financieros que son especialmente sofocantes.

Todo el coctel sumado a un esquema impositivo fiscalista descontrolado y a una actitud aprovechada por los bancos –el sector más favorecido– fijando tasas de interés para préstamos que ha llegado ya al 100 por ciento.

Pero no es sólo el FMI el culpable por la insistencia de sus recetas de ajuste sí o sí.

La responsabilidad es compartida por los funcionarios argentinos que firmaron ese acuerdo, que lo llevaron a la práctica. No deberían haber actuado mecánicamente, como robots. Para defenderse, el actual Gobierno asegura que no había otra salida ante la crudeza económica heredada, que no había forma de frenarla. Faltó que hicieran el balance heredado cuando asumieron. Pero no lo hicieron.

Christine Lagarde, ex directora del FMI, y Mauricio Macri
Christine Lagarde, ex directora del FMI, y Mauricio Macri

Los datos de esta semana del Indec determinan que sólo una parte de la población puede considerarse “ciudadana”. Los pobres se incorporan a la categoría de “no ciudadanos”. Además, pone a prueba la acción política, el verbo político, las pretensiones políticas que caen al vacío. ¿Qué elementos disponía el presidente Macri cuando prometió acabar con la pobreza cuando se sabe que extirparla necesita años y aplicación de varias estrategias a la vez? La derrota en las PASO demostró rabia y frustración en los votantes.

Se insiste en gran parte de la población con que el agro y sus frutos nos van a salvar. Conseguían el paracaídas para aterrizar mejor cuando el país tenía 20 millones de habitantes. Hoy somos más del doble. El campo ayuda, pero no alcanza. Paralelamente el gobierno no se ocupó de las necesidades industriales. Con la caja chica agotada hay menos elaboración de productos, menos empleo y más despidos de personal. Más la quiebra de los capitales nacionales.

¿No se tomó en cuenta que la recesión y la inflación ahorcarían a todas las empresas, las grandes, las medianas y las pequeñas? Hoy muchas han cerrado o se presentaron en convocatoria de acreedores porque no lograron salir de las arenas movedizas de la carga fiscal, el costo financiero y un mercado cada día más chico. Es preocupante el estado en el que quedaron las pymes, pero si tomamos un sector de producción importante como el automotriz se ve que las ventas apenas bordean la mitad de las efectuadas el año pasado.

La responsabilidad es compartida por los funcionarios argentinos que firmaron ese acuerdo, que lo llevaron a la práctica. No deberían haber actuado mecánicamente, como robots.

Este nivel de pobreza aumentará el déficit educacional, motorizará enfermedades de desnutrición que no logran revertirse sino en el largo plazo. Esta pobreza contradice, por otra parte, la idea de que con los planes sociales se soluciona todo. No es así: la administración Macri duplicó la cantidad de ayuda que distribuía el cristinismo y sin embargo los resultados han sido nulos.

Hay economistas que no dudan en solucionar el drama acortando los planes sociales. Si es así, sin trabajo ni perspectivas de mejoras ¿qué hacemos con la gente, se la arroja al vacío?

La política económica también ha castigado duramente a la clase media que vive (por lo menos vive) con cuentagotas. Una montaña de problemas cayó sobre la tradicional clase media que estudian los sociólogos, que es la que apuntaló al país de la inmigración.

El CIPPEC, el Centro de Implementación de Política Públicas para la Equidad y el Crecimiento, advierte que crecer no alcanza para reducir la pobreza. Los ejes centrales para hacerlo son sostener y ampliar las transferencias a las familias con niños y adolescentes y las políticas de seguridad alimentaria. En segundo término, se proponen medidas que rompan con reproducción intergeneracional de la pobreza, mejoren las condiciones de trabajo y aseguren el financiamiento para ellos.

La estrategia integral deber ser liberada por el Estado, con el apoyo de las organizaciones sociales, sindicatos y empresas. Es necesario –considera CIPPEC– que hay que fortalecer el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria para asegurar el acceso a la alimentación en los sectores de menores ingresos. Hay que reforzar los comedores escolares y comunitarios.

La pobreza no es sólo una calificación. Muchos de los afectados trabajan, pero en la informalidad, el desempleo y la inseguridad en los ingresos.

El imperativo es que las soluciones deben llevarse a la realidad cotidiana lo antes posible.

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