Por qué voté a Alberto Fernández

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Alberto Fernández
Alberto Fernández

Voté a Macri para salir de Cristina y ahora a Fernández para huir de Macri y reconocer que Cristina había asumido un cambio en su fanatismo, cosa que yo no hubiera imaginado. Elegir a un heredero crítico implica asumir su autocrítica. No busco cargos ni prebendas: nunca sufrí tanto destrato como el de los ricos de Macri, a los que públicamente voté. Los negocios gobernaron tres veces: con Martínez de Hoz, con Menem y Cavallo y ahora. Siempre venden patrimonio e incrementan las deudas, una concepción de la codicia y los robos por encima de la patria. Y no hay "maldición de los no peronistas": los mediocres no tienen ideología. Contra la imbecilidad ni los dioses pueden. Buena parte del PRO tuvo sueños, esfuerzos y logros, su conducción se enfermó de soberbia como decorado de su mediocridad.

Después de la derrota, la conducción del PRO organizó un acto en defensa de su autoestima herida. Les cuesta asumir la realidad. Utilizan las mismas críticas con las que antes convocaban a los golpes de Estado, democráticos cuando ganan. Caso contrario, el enano fascista se les suele agigantar. Dieron discursos dirigidos a su ego: de la pobreza y la deuda, del desempleo y la miseria que generaron, de eso ni siquiera a atrevieron a hablar.

Las ideologías son varias, el talento es escaso y suele ser mucho más importante que la misma propuesta. El no peronismo es un enorme espacio que necesita conducción, y sin duda Macri no era el elegido para contenerlo. Esa fuerza política merece un futuro; su persona, solo un triste y oscuro destino. La política es un arte y su objetivo es el bien común, que suele estar muy lejos de los negocios y los mercados. Es necesaria una fuerza política no peronista. Suelen caer en la tentación del anti al peronismo y ese es el límite que no logran superar. El odio suele engrandecer al odiado tanto como degradar al que lo ejerce. Sembraron resentimientos para imponer el miedo y esa enfermedad no pudo evitar las consecuencias del fracaso. Macri y Cristina no podían ser reelectos: era claro en cada elección provincial donde eran ocultados o imponían derrotas. Macri perdió en todas y nunca se dio por enterado, como si la voz de algún asesor extraviado aportara más certeza que la misma realidad. La dupla de Marcos Peña y Durán Barba expresaba el desprecio a la política que define a nuestros nuevos ricos y el olvido de un detalle, los pobres, que gracias a ellos siempre son muchos más. Durán Barba explicaba que con técnicas modernas se les podía robar la comida y convencer de que los voten. El experimento parece haber fallado.

El peronismo terminó siendo el nombre de la política, no de una doctrina: ya Menem se había encargado de traicionarla privatizando lo rentable y dejando en manos del Estado el sostén del resto de la sociedad. Néstor Kirchner no fue demasiado lejos en recuperar ese espacio: solo las jubilaciones y límites para los grandes grupos. Macri nos devuelve un país mucho más pobre y endeudado. Un país peor que el recibido de manos de Cristina. Luego están las instituciones que mejoraron y algunas obras públicas muy poco significativas al lado de la desmesura de la deuda. Hubo logros en varias áreas, sin duda arrastrados por la debacle de la economía.

Vinieron a expandir los negocios de las privatizadas y en consecuencia a terminar de empobrecer la sociedad. Las tarifas y el interés bancario definen un modelo donde los vencedores desprecian a los caídos. Es cierto que sostuvieron millones de planes sociales, tan cierto como que solo pensaron en las ganancias de las empresas de servicios públicos.

Ahora convocan heroísmos puritanos, como si pudieran continuar disfrazando su horrible egoísmo de gesta patriótica. Se sorprendieron con los resultados, intentaron meter miedo. Apelaron a La Cámpora y a la corrupción. Justo ellos, que terminaron siendo más corruptos que los cuadernos. Robar con las empresas y los bancos suele ser menos visible, más elegante y legal, pero también más cuantioso y dañino para los necesitados.

Los asombró la derrota. Que sirva de aprendizaje.  En la definitiva, sin duda, perderán por mucho más.