La recesión: inevitable para 2018

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Nota escrita en colaboración con Joel Vaisman

El crecimiento de la economía, para 2018, será menor al comunicado por el Ejecutivo, debido al alto nivel de inercia estadística. El documento que el Gobierno envió a la Cámara de Diputados, adelantando el presupuesto 2019, fue firme en indicar que el crecimiento real de la economía argentina sería del uno por ciento. Este número de por sí ya es menor a lo que estaba presupuestado desde el año pasado (se esperaba un nada despreciable 3,5%), y a lo que se le informó al FMI en el memorándum de entendimiento (1,4%).

En paralelo, el relevamiento de expectativas de mercado (REM) que mide el BCRA indica que las consultoras privadas esperan la mitad de crecimiento que el Gobierno: 0,5% respecto a 2017. Sin embargo, la situación será peor.

Lo que la información pasada nos revela

Hay un dato que no puede ser dejado de lado, que es el arrastre estadístico. Básicamente, dado que el PBI se calcula mediante una estimación, los valores de un año están influenciados por lo acontecido en el año anterior.

Por ejemplo, en las empresas hay ciclos operativos, que implica la cantidad de días entre que las firmas adquieren materias primas, les otorga valor agregado, las coloca en stocks, las vende, y las cobra. ¿Cómo influye esto sobre las cuentas nacionales, encargadas de medir el PBI? Considerando la base que la producción de una firma pueda evidenciarse en meses posteriores: mayores ciclos operativos se podrían traducir en mayores arrastres estadísticos.

El arrastre estadístico que nos viene desde 2017, año en el cual la economía creció 2,9%, arroja un 1,3% de producción de bienes y servicios heredada y que influirá en el resultado para este año: esto implica que, si a partir del primer trimestre de 2018 la economía dejara de crecer (o sea, que se mantuviera en el nivel del cuarto trimestre del año anterior, creciendo 0% todos los trimestres respecto del trimestre anterior), el promedio 2018 respecto del promedio 2017 daría un crecimiento del 1,3 por ciento.

Por lo tanto, si la economía argentina creciera, como anuncia el Gobierno, un 1%, la totalidad de este crecimiento sería explicada por el arrastre estadístico, y quedaría una merma en torno al 0,3% con respecto al año pasado. De esta forma, 2018, en términos de cantidades de bienes y servicios producidos efectivamente, la economía finalizará en rojo; mientras que, de cumplirse el vaticinio de la REM, este descenso sería más profundo.

Otras variables a tener en cuenta

La fuerte depreciación en la moneda del primer semestre de 2018 llevó a que el tipo de cambio peso-dólar esté ahora oscilando con un piso, para la divisa en el mercado minorista, de 28 pesos y un techo, hasta ahora, cercano a los 30 pesos.

Muchos recuerdan que la salida de la convertibilidad, con una devaluación que llevó el peso de 1 a 4 pesos, para luego converger en 3 pesos, alivió a la economía argentina, generando un crecimiento a partir del segundo semestre de 2002. El efecto fue vía exportaciones y por un encarecimiento en la balanza comercial.

Pero ahora la situación se presenta distinta, y más incierta, dado que no estamos en un escenario de deflación, sino todo lo contrario, con una inflación ya pronosticada en prácticamente el doble de la metas de inflación del 15 por ciento. Cuando el dólar, divisa que influye, y mucho, sobre los precios de la economía argentina, sube fuertemente, las empresas sufren un freno, generado por la incertidumbre en las políticas de precios.

Con un cimbronazo como implicó pasar de 18,92 a 20 pesos, y luego de 20 pesos a oscilar alrededor de 28 pesos, aun no se registra del todo la pérdida generada por el freno en la actividad. Si bien la teoría económica diría que genera un alivio en el sector exportador, el cual impulsaría al alza al PBI, el incremento en los costos es considerable.

Por otra parte, el Banco Central, en su intento de contener la escalada del dólar, incrementó la tasa de interés de referencia, afectando a los principales componentes de la demanda agregada: la formación de capital, al encarecer el costo del financiamiento (sumado a la mayor incertidumbre económica) y el consumo, eliminando el pago en cuotas sin interés —con la inflación, además, presionando a la baja al poder de compra.

Asimismo, desde el lado de la oferta el mayor efecto se vislumbra a través de la debilidad de las pymes, quienes sufren el impacto en la cadena de pagos y son las principales generadoras de empleo del país.

Para quienes estén apostando al crecimiento de la economía argentina, malas noticias. La mayor incertidumbre derivada del mal manejo de la corrida cambiaria, resultado de la acumulación de cada vez mayores desequilibrios macroeconómicos, genera un escenario cada vez más complejo para la toma de decisiones económicas, lo que podría afectar aún más a la débil actividad económica.

Ya con la propia proyección del Gobierno, que fue bajando a un máximo de 1% de crecimiento, y siendo el mejor escenario esperado para lo que resta del año que 2018, que sea un año de recesión parece inevitable.

El interrogante queda, entonces, para 2019. El segundo semestre de 2018 será determinante para que el año próximo exista una recuperación genuina en el nivel de actividad. Pero, de repetirse la misma performance macroeconómica del último trimestre, la economía no arrancará.