Nueva excursión a Marte: cómo son las crónicas que Bradbury había descartado y salen por primera vez en castellano

En 1950, el maestro de la ciencia ficción publicó “Crónicas marcianas”, un libro que deslumbró a Borges. Ahora se editan diez relatos que habían quedado afuera de ese primer viaje al planeta rojo.

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Ray Bradbury quiso que su lápida lo identificara como el autor de "Fahrenheit 451". (AP)
Ray Bradbury quiso que su lápida lo identificara como el autor de "Fahrenheit 451". (AP)

Un día de 1935, un Ray Bradbury de 12 años fue al circo. Uno de los actos centrales era el de un mago, Mr. Electrico, quien se sentaba en una especie de silla eléctrica para hacer sus trucos. De toda la multitud, eligió al futuro escritor, lo apuntó con una espada centelleante a la nariz y le ordenó: “Vive para siempre”. Desde ese día, Bradbury nunca dejó de escribir.

A los 27 años, el autor de Illinois publicó uno de los libros que lo llevarían al podio de los clásicos, Crónicas Marcianas. Es una recolección de cuentos tenuemente relacionados entre sí que cuentan la colonización humana de Marte, desde el primer cohete que despega y las primeras misiones que fracasan con los astronautas que mueren en manos de los marcianos y la cuarta expedición, triunfante, que finalmente aterriza en un planeta prácticamente desierto; las enfermedades humanas habían extinguido a gran parte de los nativos.

Así se despliegan los relatos sobre la colonización y la vida en Marte. Se crean ciudades y se les dan nombres terrícolas a las regiones mientras crecen los rumores de una guerra nuclear en la Tierra. Cuando estalla, la gran mayoría de la población abandona el planeta rojo. Los relatos culminan con Marte prácticamente muerto y un puñado de personas que quedaron detrás.

Ray Bradbury es uno de los gigantes de la ciencia ficción, aunque él decía que sus escritos eran más cercanos a la fantasía. Dentro de las Crónicas Marcianas se encuentra toda la versatilidad del cuentista y novelista: relatos trágicos, esperanzadores, cómicos y algunos cercanos al terror. Salvo alguna excepción, los protagonistas cambian de crónica a crónica. Lo que tienen en común es una genialidad única que revolucionó y popularizó un género que hasta ese momento era más bien marginal.

“El problema con la muerte -dijo una vez Bradbury- es que es tan irremediablemente permanente”. El autor norteamericano murió en 2012 a los 91 años. Pocos meses después, el lugar donde aterrizó el rover Curiosity con la misión de explorar Marte fue bautizado como “lugar de aterrizaje Bradbury”.

Por pedido del escritor, en su lápida se lee “Autor de Fahrenheit 451″; una última voluntad cumplida, aunque en una entrevista expresara querer ser el primer hombre enterrado en Marte: “No quiero ser la primera persona viva que llegue allí. Será demasiado tarde. Pero quiero ser el primer muerto que consiga llegar allí”.

Volver a Marte

En octubre de este año, la editorial catalana Libros del Zorro Rojo publicó Otras Crónicas Marcianas, una selección de diez relatos que quedaron fuera de la edición original de 1950. Es la primera vez que varios de estos cuentos son traducidos al castellano, gracias al escritor y traductor Marcial Souto, quien también compiló y prologó el volumen. Cada crónica cuenta con una ilustración del artista español David De Las Heras.

"Otras crónicas marcianas" fue publicado por el sello catalán Libros Del Zorro Rojo.
"Otras crónicas marcianas" fue publicado por el sello catalán Libros Del Zorro Rojo.

Estos relatos no entraron en el libro original principalmente por un tema de edición. La editorial Doubleday no quería una colección de cuentos sino una novela; es por ello que Crónicas Marcianas tiene cierta solución de continuidad. Unos veinte cuentos quedaron fuera. A lo largo de los años, Bradbury los publicó en distintas revistas y libros pero nunca los compiló.

En la curaduría de Souto hay una gran diversidad de relatos marcianos. Un monstruo que espera compañía, dos hombres enloquecidos al encontrar la huella de una marciana, la dificultad de una familia de adaptarse a la vida en Marte, la desesperación de un hombre por volver a un hogar que ya no existe, un anciano solitario luchando contra ecos de su pasado.

En el prólogo de la primera edición argentina de Crónicas Marcianas de la editorial Minotauro, publicada en 1955, un ya consagrado Borges escribió: “¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de soledad? ¿Cómo pueden tocarme estas fantasías, y de una manera tan íntima?”. Ese sentimiento aplica, también,a Otras Crónicas Marcianas. Pese a ser relatos inéditos en nuestro idioma, hay una familiaridad innegable. Parte no menor se debe a las traducciones de Souto que mantienen el estilo de los primeros relatos de Bradbury adaptados al español por Minotauro, donde él mismo trabajó por muchos años.

Otro destacado de la edición de Otras Crónicas Marcianas son las ilustraciones de David De Las Heras, artista español con un profundo contacto con la industria editorial –ha ilustrado las cubiertas de varios libros. Haciendo juego con colores rojizos le da vida a cada uno de los cuentos con ilustraciones conceptuales. La ciencia ficción de Bradbury no tiene cohetes grandilocuentes ni viajes épicos, sino seres mortales mostrando su condición humana. El arte de De las Heras capta este tono a la perfección.

Setenta años varadas en Marte

Otras Crónicas Marcianas está ordenado cronológicamente y sigue las distintas eras que Bradbury propone en Crónicas Marcianas. El primer cuento, titulado “El Que Espera”, de reminiscencias lovecraftianas, trata sobre una criatura que está sola en el planeta rojo hace 10.000 años. Es uno de los pocos relatos marcianos escritos en primera persona, desde el punto de vista de esta entidad que se apropia, una a una, de las mentes y los cuerpos de una de las primeras tripulaciones humanas en pisar Marte.

“Los Solitarios” trata de dos astronautas en Marte, desesperados por el afecto de una mujer, que encuentran pisadas en la tierra roja de un pie femenino y van perdiendo la cordura a medida que siguen el rastro. En un registro similar, “La Aventura” tiene la particularidad de ser el único relato del volumen que está construido desde el punto de vista de uno de los últimos marcianos que quedan en el planeta. Enamorado de una mujer terrícola, teme acercarse por la enfermedad foránea que mató a sus compañeros.

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“La Ventana Color Fresa” toma un tono más reflexivo y explora los desafíos y dificultades que tiene una familia para acostumbrarse a vivir en Marte luego de dejar su vida en la Tierra. También, en este cuento, se evidencia la filosofía de Bradbury: “–Creo en Marte– empezó a decir en voz baja–. Creo que algún día nos pertenecerá– Que será nuestro. Que nos instalaremos en él. Que no le daremos la espalda y luego saldremos corriendo. (...) ¿Por qué vinimos?, me pregunté. Porque sí, dije, porque sí. Pasa lo mismo con el salmón todos los años. El salmón no sabe por qué va a donde va, pero no deja de hacerlo. Remonta ríos que no recuerda contra la corriente, brincando al llegar a las cascadas, pero finalmente llega a donde se propone y muere, y todo comienza de nuevo. Llámalo memoria genética, insisto, o no lo llames nada, pero ahí está. Y aquí estamos”.

El relato titulado “El Mesías” resuena en uno de los más tristes de las Crónicas Marcianas titulado “El Marciano”, en el que uno de los pocos nativos que quedan vivos se acerca a una pareja de ancianos tomando la forma de su hijo muerto. Aquí se revela que los originarios de Marte se pueden mostrar a los humanos como lo que estos más desean ver, con consecuencias fatales. “El Mesías” empieza con un debate teológico entre un obispo, un sacerdote, un pastor y un rabino y todo cambia cuando el sacerdote ve a un marciano que se le presenta como Jesús.

“Piel Morena y Ojos Dorados” transcurre cuando la Tierra está ya en medio de la guerra nuclear y trata sobre un hombre partido entre la desesperación e imposibilidad por volver a su casa y su familia, y su mimetización con la vida marciana.

En “La Botella Azul” Marte ya es un planeta muerto y sus últimos habitantes vagan buscando un artefacto misterioso que les puede cumplir deseos. También en este planeta casi desierto ocurre “Yo, Marte”, sobre un hombre de 80 años abandonado a su suerte hace 60 que recibe una llamada de sí mismo desde el pasado.

El escritor norteamericano Ray Bradbury en el Planetario (1997)
El escritor norteamericano Ray Bradbury en el Planetario (1997)

Los últimos dos relatos son muy breves. En el primero, “Fiesta”, un grupo de personas se reúne a brindar y ver explosiones en la Tierra como si fuera un show de fuegos artificiales. En “Ajuste de Cuentas”, unos marcianos que sobreviven ocultos y apartados ofrecen hospitalidad a tres humanos ingratos.

Bradbury y la eternidad

Una frase común para definir a los escritores de ciencia ficción es decir que eran personas “adelantadas para su época”. Bradbury no era eso. Para el británico Neil Gaiman, el autor de Illinois “era perfectamente de su tiempo, y más que eso: creó su tiempo y dejó su huella en el tiempo que le sucedió”. Científicos, astronautas e ingenieros relacionados con el espacio suelen citar a Ray Bradbury como una de sus inspiraciones.

Tarde o temprano, inevitablemente, veremos a la primera persona pisar Marte. Al igual que la llegada a la luna, será un evento global. Las personas responsables de la misión estarán inspiradas en las Crónicas Marcianas y todos los que tengamos el privilegio de ver el hito pensaremos en Bradbury. Hace casi 90 años un mago de circo en medio del Midwest americano hizo un truco y le ordenó ser inmortal. Cada vez que miremos Marte nos acordaremos de él y eso, acaso, ¿no es vivir para siempre?

David De Las Heras es el artista español que ilustró las crónicas de Bradbury que acaban de editarse en castellano. (Foto: Libros Del Zorro Rojo)
David De Las Heras es el artista español que ilustró las crónicas de Bradbury que acaban de editarse en castellano. (Foto: Libros Del Zorro Rojo)

“Yo, Marte” (fragmento)

Sonó el teléfono.

Una mano gris levantó el receptor.

–¿Sí?

– Hola, ¿Barton?

–¡Soy Barton!

–¿Qué?

–¡Soy Barton!

– No puede ser. Hace veinte años que este teléfono no suena.

El anciano colgó.

¡Rrrrinnnng!

La mano gris aferró el teléfono

– Hola, Barton. – La voz se rio –. Te has olvidado, ¿verdad?

El anciano sintió que el corazón se le contraía como una piedra fría. Sintió el viento que soplaba desde los secos mares y azules colinas marcianas. Veinte años de silencio y telarañas y ahora, esta noche, cuando cumpía ochenta años, con un grito espantoso, el teléfono había despertado.

–¿Quién creías que era? –dijo la voz– ¿El capitán de un cohete? ¿Creías que alguien había venido a rescatarte?

– No

–¿Qué día es hoy?

Con voz aletargada:

– 20 de julio de 2097.

– Dios mío. ¡Sesenta años! ¿Tanto tiempo has estado ahí sentado? ¿Esperando a que un cohete de la tierra venga a rescatarte?

El hombre asintió con la cabeza.

– Y ahora ¿sabes quien soy? ¡Piensa!

– Sí – los labios pálidos y secos temblaron–. Ya lo entiendo. Me acuerdo. Somos el mismo. Yo soy Emil Barton y tú eres Emil Barton.

–Con una diferencia. Tú tienes ochenta años. Yo solo tengo veinte. ¡Y toda la vida por delante!

El anciano se echó a reír y después rompió a llorar. Sostenía el teléfono como un niño tonto y perdido. La conversación era imposible, y no debía continuar, pero siguió hablando. Cuando recuperó el control, se acercó el teléfono a los labios marchitos.

–¡Escucha!– dijo con profunda angustia– ¡Escucha! ¡Escucha, por Dios! ¡Si pudiera advertirte! ¿Cómo hacerlo? Eres solo una voz. Si pudiera mostrarte la soledad que traen los años. ¡Acaba de una vez, mátate! ¡No esperes! Si supieras cómo es cambiar desde lo que eres a lo que soy ahora, aquí, en este final...

Quién fue Ray Bradbury

♦ Nació en Illinois en 192. Fue novelista, cuentista, poeta, dramaturgo, guionista de cine y de radio.

♦ Publicó nueve novelas, más de trescientos cuentos y cuatro libros de no ficción. Además de Crónicas Marcianas, sus obras más conocidas son El Hombre Ilustrado, Fahrenheit 451 y Las Doradas Manzanas del Sol.

♦ No hizo ninguna carrera universitaria. Su escritura fue autodidacta.

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