A 28 años del atentado a la AMIA: dos poemas de Tamara Tenenbaum y Luis Alberto Spinetta como formas de sentir la tragedia

El padre de la escritora murió en el atentado y el músico escribió como homenaje a las víctimas. En un nuevo aniversario del atentado terrorista, versos para seguir pidiendo justicia.

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Luis Alberto Spinetta y Tamara Tenenbaum
Luis Alberto Spinetta y Tamara Tenenbaum

Pasaron 28 años de aquella mañana del 18 de julio de 1994 en la que se produjo el mayor atentado terrorista en Argentina: el perpetrado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). La explosión de una bomba en el edificio histórico de la mutual judía dejó 85 muertos, más de 300 heridos, negocios y viviendas aledañas reducidos a escombros y una herida que sigue abierta y duele hasta nuestros días.

Desde las 9.53 de esa mañana fría en que la onda expansiva del estallido en la calle Pasteur 633 arrasó con todo a su paso, la memoria colectiva se convirtió en una resistencia frente al dolor. A casi tres décadas, los recuerdos de los vidrios que volaban por los aires, el estruendo en oídos lejanos y la desesperación están presentes. Y el pedido de justicia por las víctimas del atentado sigue vigente.

El edificio de la AMIA en Pasteur 633, convertido en escombros tras el atentado.
El edificio de la AMIA en Pasteur 633, convertido en escombros tras el atentado.

Bajo la consigna “Volvemos a Pasteur”, y con la convocatoria conjunta de AMIA, DAIA y Familiares de las Víctimas, este lunes se realiza el acto conmemorativo de forma presencial a partir de las 9.30, tras dos años consecutivos de homenajes virtuales por la pandemia. “Volveremos a estar presentes frente al lugar que se intentó destruir, para manifestarnos a favor de la paz, la justicia y la defensa de la vida”, expresó Amos Linetzky, presidente de AMIA.

“La vida cambia deprisa. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba (...) La vida cambia en un instante. Un instante normal”, escribió la novelista norteamericana Joan Didion en El año del pensamiento mágico. Ese instante en que la vida cambió por el atentado en la AMIA fue el motor creativo de la escritora y periodista argentina Tamara Tenenbaum y del cantante, guitarrista, poeta, escritor y compositor argentino Luis Alberto Spinetta.

Sus poemas sobre uno de los hechos más dolorosos del país conforman distintos modos de narrar y de sacar belleza del dolor.

Poema de Tamara Tenenbaum

Tamara Tenenbaum (Crédito: Santiago Saferstein).
Tamara Tenenbaum (Crédito: Santiago Saferstein).

En 2017, Tamara Tenenbaum publicó el libro de poesía Reconocimiento de terreno, editado por Pánico el pánico. En sus páginas se lee una autobiografía en versos en los que narra su adolescencia, un diagnóstico de escoliosis y el pudor que trajo. Y también cómo torció el destino que había heredado: el de una judía que no se puso peluca, no se casó ni tuvo hijos como todas sus amigas y se alejó de la ortodoxia de la comunidad en la que se creció en el barrio de Once.

“Tamara escribió este libro con el cuerpo. Un poco torcido, muy decidido. Con el cuerpo que sobrevivió a la desgracia para vivir, para purgar el peso del dolor en poesía explícita, porque ¿de qué otra forma decirlo? Qué bronca que haya palabra fáciles para decir algo tan difícil”, escriben los editores en la contratapa del libro. La muerte de su padre en el atentado de la AMIA también tiene sus versos.

En este poema —como en toda su obra— Tenenbaum se aleja de la corrección política y de la construcción como víctima. Una forma propia de narrar la tragedia:

Hay cosas

que para hacerlas

poemas

solo hay que contarlas.

Mi papá se murió

el día

que fue a la AMIA

a hacer el trámite

para enterrar a su papá

(mi abuelo)

en el cementerio

de La Tablada.

Listo.

Poema de Luis Alberto Spinetta

El 30 de noviembre de 1994 Luis Alberto Spinetta, conmovido por el atentado a la AMIA, participó de un recital en el Estadio Obras Sanitarias para recaudar fondos para la reconstrucción del edificio. Y, también, a pocos meses del fatídico día, brindó un homenaje a las víctimas.

El mítico festival también contó con la participación de importantes artistas como Fito Paéz, Patricia Sosa, Sandra Mihanovich, Andrés Calamaro, Fabiana Cantilo, Juan Carlos Baglietto e Ignacio Copani.

Luis Alberto Spinetta. (Reuters)
Luis Alberto Spinetta. (Reuters)

Su presencia aquel día era particular: hacía varios años que no aparecía en escenarios y se había mostrado muy comprometido con la causa diciendo que sí de inmediato a la propuesta.

Para esta ocasión, AMIA pidió a cada uno de ellos algún mensaje para leer antes de cada intervención. El poema que escribió Spinetta para aquella ocasión quedó, no solo como un momento emotivo, sino como una forma de seguir construyendo memoria.

“Ustedes saben que acá no queda ningún espacio ni para egos, ni para otras estupideces, sino para luchar por una humanidad que se niega a comprender la importancia de la paz”, expresó al finalizar su presentación en el mítico recital. Y agregó: “Esta adhesión, en forma personal, aparte de dedicarle con todo amor a todos los damnificados por este atentado horrible, y por cualquier comunidad cuyos hogares, cuyos hijos se ven amenazados, donde los niños no son tenidos en cuenta, donde el odio, el resentimiento, la venganza ancestral superan la barrera del raciocinio, ya no es una cuestión de judíos, árabes o maoríes se trata de la vida en el planeta Tierra.

En 2018 y por pedido de AMIA, el artista, músico y compositor argentino Gabo Ferro convirtió en canción ese poema inédito de Spinetta bajo el nombre Abro los ojos. La idea fue la de “mantener viva la memoria, generar acciones contra el olvido y renovar el pedido de justicia”, según explicaron de la mutual judía. Respetar las respiraciones, gestos y hasta comas y puntos fue lo que buscó Ferro, en un homenaje no solo a las víctimas, sino también al compromiso de “El Flaco” con la memoria colectiva.

Abro los ojos, ya todo pasó.

Solo quedan sin resolver los reflejos de las miradas

que se han perdido entre nuestras cosas más queridas.

Abrazados como estábamos, no percibíamos el infierno.

Yo creí, por un instante, que podría olvidar el dolor.

Al intentarlo vi la sonrisa de unos niños.

No tenían banderas, ni ejércitos.

Todo aquello que nos separaba, desapareció.

Solo quedamos esperando una sonrisa, un gesto.

Ese silencio hace despertar en nosotros la esperanza

de que tal vez, un día, ya no existan los enemigos.

Abro los ojos, ya todo pasó.

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