La “Marcha del Barro”, la primera gran manifestación feminista de la historia que proclamó el derecho al sufragio

La “Procesión Unida de Mujeres”, ocurrida el 9 de febrero de 1907, fue una movilización pacífica que se desplegó por el centro de Londres y fue organizada por la Unión Nacional de Sociedades Femeninas por el Sufragio. Más de tres mil mujeres pedían participar en el proceso electoral

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Las que hicieron historia. La
Las que hicieron historia. La marcha fue encabezada por las activistas Lady Frances Balfour (izquierda); Millicent Garrett Fawcett (centro) y Lady Jane Strachey

Invierno de 1907 en Londres. La tarde del 9 de febrero, el clima estaba frío, lluvioso y ventoso. Las primeras gotas fueron interrumpidas por otras más persistentes y fuertes; pronto, las calles de la ciudad —que eran una combinación de avenidas pavimentadas, caminos adoquinados y otros sin urbanizar— se convirtieron en un barreal.

Nada de eso frenó a las miles de mujeres que habían viajado desde distintas partes del Reino Unido para participar de la que se convirtió en la primera y una de las grandes movilizaciones feministas, la Procesión Unida de Mujeres. Y fue la lluvia, justamente, la que le dio un marco épico a las que caminaron más de una hora con sus vestidos empapados y las botas pesadas por el barro que se les pegaba en las suelas y a los costados, pero sin la mínima intención de abandonar la protesta.

Entre tres mil y cuatro mil mujeres marcharon unos 4 kilómetros, desde Hyde Park hasta Exeter Hall, un auditorio cercano a la importante calle Strand. El recorrido atravesó el centro londinense y superó todas las expectativas. Esa manifestación, que pasó a la posteridad como la “Marcha del Barro”, marcó un hito en la lucha por el sufragio femenino en el Reino Unido y aunque inicialmente no logró cambios legislativos, estableció un precedente de movilización masiva que fortaleció el movimiento sufragista en la década siguiente.

Algunas de las sufragistas reclamando
Algunas de las sufragistas reclamando el derecho a votar, en 1907

Contexto sociopolítico

En los inicios del siglo XX, Londres era una de las ciudades más importantes del mundo, el centro del vasto Imperio Británico bajo el reinado del rey Eduardo VII (1901-1910) y también experimentaba cambios económicos, sociales y políticos. En medio de la creciente modernización, había migraciones y conflictos laborales.

Durante 1906, el Partido Liberal, liderado por Henry Campbell-Bannerman, ganó las elecciones generales con una victoria arrasadora sobre los conservadores. Su gobierno impulsó una serie de reformas sociales, como la introducción de comidas escolares gratuitas y la mejora en las condiciones laborales. Sin embargo, estos cambios no fueron suficientes para contener el descontento social reinante.

En 1907, tras la renuncia de Campbell-Bannerman por problemas de salud, Herbert Henry Asquith asumió el cargo de Primer Ministro. Paralelamente, el Partido Laborista, fundado en 1900, comenzaba a consolidar su influencia en el Parlamento, impulsando políticas en favor de los trabajadores y las proclamas populares.

A pesar de estas reformas y del crecimiento del laborismo, los conflictos laborales y la desigualdad social persistían: Londres enfrentaba huelgas y protestas de trabajadores que exigían mejores condiciones salariales y de trabajo, mientras la brecha entre la aristocracia y la clase obrera era más acentuada. En ese año, se vio coronado por las huelgas en los muelles de Londres y las mismas medidas fueron tomadas por los trabajadores del transporte, reflejando el malestar social que atravesaba la ciudad.

Durante el desfile de la
Durante el desfile de la NUWSS: Emmeline Pethick, posterior fundadora de la WSPU junto a Mabel Tuke, secretaria del movimiento y una de las figuras clave en su organización; e Israel Zangwill, escritor, dramaturgo y activista político británico, conocido por su defensa de los derechos de las mujeres (Biblioteca LSE)

Este clima de movilización social también fortaleció otras luchas por los derechos civiles, entre ellas, la del sufragio femenino. Con demandas postergadas en las décadas anteriores, el movimiento sufragista británico más combativo, las Suffragettes, intensificó su accionar en Londres organizando manifestaciones y actos políticos que fueron considerados “desobediencia civil” por desafiar directamente las leyes y normas establecidas sin recurrir a la violencia, pero con el claro objetivo de presionar al gobierno británico y visibilizar su lucha. Estos grupos irrumpían durante las sesiones del Parlamento para interpelar a los políticos sobre el sufragio femenino; en los mítines del Partido Liberal, interrumpían los discursos y exigían respuestas a figuras como Herbert Henry Asquith, ministro de Hacienda, que se oponía abiertamente a que las mujeres votasen. Esas fueron algunas de sus acciones.

Pero, antes de la aparición de las Suffragettes, la pelea por el voto femenino fue llevado por sectores más moderados surgidos en 1867, cuando se presentó la primera petición formal ante el Parlamento británico para estar incluidas en los sufragios. Ese año también se fundó la National Union of Women’s Suffrage Societies (NUWSS), bajo el liderazgo de la escritora Millicent Fawcett, quien promovió estrategias pacíficas como peticiones para firmar y debates parlamentarios. Sin embargo, con el nuevo siglo, muchas de sus activistas consideraron que estos métodos eran demasiado lentos e ineficaces ante la falta de avances.

Fue en este contexto de creciente tensión social y política que, en 1903, la activista Emmeline Pankhurst, junto a otras mujeres, decidió separarse de la NUWSS y fundar la Women’s Social and Political Union (WSPU) que, a diferencia de los grupos previos, tuvo un enfoque más militante y combativo, marcando así un punto de inflexión en la lucha por el derecho al voto femenino. El camino definitivo había iniciado.

El afiche de la primera
El afiche de la primera procesión de la NUWSS, en Londres (Biblioteca LSE)

Aquel 9 de febrero

La oficialmente denominada “Procesión Unida de Mujeres” partió desde Hyde Park Corner (una de las plazas más importantes de Londres, situada en Westminstery) y avanzó hacia la calle Strand, donde se encontraba el salón de reuniones Exeter Hall, punto final de la manifestación. A pesar de las adversidades climáticas, la movilización reunió a mujeres de diferentes clases sociales: desde miembros de la aristocracia hasta trabajadoras textiles, en una muestra de unidad sin precedentes.

Entre las figuras destacadas que lideraron la marcha estaban Millicent Fawcett, presidenta de la NUWSS; Jane Strachey, escritora y activista sufragista; Frances Balfour, miembro de la aristocracia y defensora del voto femenino; y Keir Hardie, fundador del Partido Laborista y uno de los pocos hombres en el Parlamento que apoyaba abiertamente la causa sufragista. La logística del evento estuvo a cargo de Philippa Strachey, quien desempeñó un papel clave en la organización.

Millicent Fawcett y Philippa Strachey,
Millicent Fawcett y Philippa Strachey, lider y activista de la NUWSS, respectivamente; y Emmeline Pankhurst, fundadora de la WSPU y líder de las suffragettes

Aunque lo buscado no fue inmediato, la marcha tuvo un impacto innegable. La cobertura de la prensa ayudó a visibilizar la causa sufragista, generando un debate más amplio sobre el derecho al voto de las mujeres. Además, estableció un precedente para futuras manifestaciones pacíficas, consolidando las protestas masivas como una táctica clave del movimiento de mujeres.

La Marcha del Barro se convirtió en un símbolo de perseverancia y unidad en la lucha por la igualdad de género. En un contexto de profunda desigualdad social y política, en el que la voz de las mujeres era sistemáticamente ignorada, esta movilización marcó un hito en la resistencia femenina frente a la exclusión y la injusticia.

Demostró que, con determinación, coraje y solidaridad, mujeres de distintos estratos sociales podían superar juntas cualquier obstáculo en la búsqueda de justicia y el reconocimiento de sus derechos políticos. Lucha que aún persiste en varias naciones mientras que en otras deben defender lo logrado.

“El sábado fue una ocasión histórica para las sufragistas, ya que ese día tuvo lugar la manifestación más grande y exitosa organizada hasta ahora por la causa. Una enorme procesión que se extendía, por lo menos, una milla marchó desde el Hyde Park hasta Exter Hall, donde se celebró una gran reunión”, describió en su tapa el diario The Daily Mirror, el 11 de febrero de 1907
"Las sufragistas marchan a través
"Las sufragistas marchan a través del barro", dice la portada del Daily Mirror del 11 de febrero de 1907

El legado que terminó en las urnas

Las primeras mujeres que se cansaron del silencio y alzaron sus voces fueron aquellas que encabezaron la protesta y pasaron a la posteridad por la importancia de su trabajo.

Millicent Fawcett estuvo al frente de la NUWSS y su militancia fue fundamental para la aprobación del derecho al voto para algunas mujeres en el Reino Unido, en 1918, y la ampliación lograda en 1928. Jane Maria Strachey, además de ser activista feminista y de participar activamente en la NUWSS, promovió campañas para ampliar los derechos políticos de las mujeres y escribió sobre cuestiones de género y derechos civiles.

Como miembro de la aristocracia escocesa, Frances Balfour utilizó su posición para defender el derecho al voto femenino en el Parlamento. También fue miembro destacada de la NUWSS y trabajó por los derechos de las mujeres en la esfera política y social; y Philippa Strachey jugó un papel clave en la organización de marchas y otros eventos para la causa: como miembro de la NUWSS, fue una de las principales organizadoras de la histórica procesión por el derecho al sufragio, en 1913, donde miles de mujeres marcharon de manera pacífica para exigir el derecho al voto.

Servilleta de recuerdo de la
Servilleta de recuerdo de la reunión por el sufragio en Exeter Hall el 7 de febrero de 1907 (London School of Economics and Political Science Library)

En los años siguientes, la lucha se intensificó, hasta que finalmente, en 1918, Reino Unido permitió que las mujeres mayores de 30 años y con ciertas condiciones de propiedad pudieran votar. Sin embargo, esto seguía excluyendo a muchas mujeres trabajadoras más jóvenes. El pleno derecho al voto en igualdad con los hombres se alcanzó en 1928, con la aprobación de la ley Representation of the People (Equal Franchise) Act, que redujo la edad mínima de votación femenina a 21 años, sin restricciones de propiedad.

A más de un siglo de este suceso, la Marcha del Barro sigue siendo un hito en la historia del feminismo y los movimientos sociales y su impacto trascendió las fronteras para conectarse con la lucha por el sufragio en otros países, incluido Argentina, donde el voto femenino fue reconocido en 1947 gracias a la movilización de diversas organizaciones de mujeres y al impulso de Eva Duarte.

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