El Mundial Juvenil de 1979 y una dictadura con la cabeza “futbolizada”: qué pasaba en el país mientras llegaba la CIDH

Videla se sacaba fotos con los campeones de la Selección Sub 20 que lideraba Maradona y dirigía Menotti, y a pocas cuadras de la Casa Rosada la Comisión Interamericana de Derechos Humanos tomaba testimonios de familiares de desaparecidos. Un recuerdo del país en la época de “Los argentinos somos derechos y humanos” y la Campaña Antiargentina

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El 7 de septiembre, la delegación se instaló en unas oficinas de Avenida de Mayo al 700, cerca de la Casa Rosada. Ese mismo día Maradona y Ramón Díaz eran las estrellas del triunfo ante la Unión Soviética por 3 a 1 en la final del mundial
El 7 de septiembre, la delegación se instaló en unas oficinas de Avenida de Mayo al 700, cerca de la Casa Rosada. Ese mismo día Maradona y Ramón Díaz eran las estrellas del triunfo ante la Unión Soviética por 3 a 1 en la final del mundial

El 26 de junio de 1978 no fue un lunes normal. El país se levantó resacoso pero feliz. Argentina era campeón mundial de fútbol. No hubo asueto pero las actividades laborales distaron de ser normales. Un grupo de jóvenes, en su mayoría estudiantes secundarios (se dice que muchos del Nacional Buenos Aires) acompañados por oficinistas del microcentro siguió el festejo en la Plaza de Mayo. Cantando, exigieron la aparición del presidente de facto Videla. Del “El que no salta es un holandés” se pasó -rápidamente- al “Flaco corazón”. Videla cumplió con el pedido popular. Con falso pudor salió a saludar a la puerta de la Casa de Gobierno. Unas horas después también saludó desde el balcón a la pequeña multitud congregada. Era una situación inesperada. Pocos meses atrás, Videla ni hubiera soñado con recibir el calor popular. El fútbol concibe milagros.

Poco más de un año después del Mundial 78, Argentina ganaba otro título mundial y Videla volvía a salir a saludar al balcón de la Casa Rosada. Pero no era lo mismo. Se intentó replicar, coreografiar festejos populares con un fin político. El absurdo quedó en evidencia y tuvo escaso resultado. Eran los tiempos de “Los argentinos somos derechos y humanos”. Entre el 6 y el 20 de septiembre de 1979, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) llegó al país para investigar la situación de los desaparecidos y los constantes abusos por parte del gobierno militar. El día que recibían las denuncias de los familiares de los desaparecidos en la sede local de la OEA en Avenida de Mayo al 700, Argentina se coronaba campeón mundial juvenil de fútbol con aquel mítico equipo de Diego Maradona, Ramón Díaz, el Pichi Escudero, Juan Barbas y Calderón, dirigido por César Luis Menotti. El equipo había conseguido que gran parte de la población se despertara a las 4 de la mañana para ver sus partidos. El gobierno y sus comunicadores afines intentaron aprovechar los festejos populares para tapar las denuncias. En una campaña innegable y ostensible condujeron los festejos hacia las colas de los familiares que procuraban conocer el paradero de sus seres queridos desaparecidos. La utilización de estos festejos, su direccionamiento, la falta de espontaneidad quedaron en evidencia y los diferencian de lo sucedido un año antes. La Junta Militar intentó replicar lo sucedido en el 78. Sin embargo, la maniobra fracasó y quedó en evidencia, demostrando que era imposible generar festejos populares sin un sentimiento genuino.

La visita de la CIDH fue aprobada (o al menos aceptada por el gobierno) más de un año antes. Otra vez, un efecto del Mundial. Los militares, con la cabeza “futbolizada” creyendo que los festejos callejeros por los triunfos deportivos significaban un apoyo a ellos, aceptaron que en septiembre de 1979 llegaran los visitantes. Tenían mucho tiempo por delante para acomodar cosas y esconder las múltiples evidencias de las constantes violaciones a los derechos humanos.

La comisión estuvo del 7 al 10 de septiembre en Buenos Aires, del 10 al 14 en Córdoba, 14 y 15 en Tucumán, luego los juristas pasaron por Rosario y finalmente volvieron a la Capital para emprender el regreso a Washington
La comisión estuvo del 7 al 10 de septiembre en Buenos Aires, del 10 al 14 en Córdoba, 14 y 15 en Tucumán, luego los juristas pasaron por Rosario y finalmente volvieron a la Capital para emprender el regreso a Washington

El país seguía viviendo bajo el signo del miedo y del silencio. No se sabía cuál podía ser la reacción de los familiares de los desaparecidos. Y mucho menos cuál la de los militares. Pero la Avenida de Mayo desde la madrugada se pobló de gente que quería ser escuchada por primera vez en muchos años. Gente que dejó de ver a Maradona y a Ramón Díaz para contar su historia, con la esperanza de que se supiera algo de su hijo o familiar desaparecido. “Cuando supimos que la Comisión venía a la Argentina nuestra angustia más grande era si la gente se presentaría a efectuar las denuncias. Cuando vimos la cola de dos o tres cuadras que se formaba en Avenida de Mayo al 700, donde funcionaba la CIDH, supimos que la visita había sido un éxito”, dice Graciela Fernández Meijide, que en ese entonces era la secretaria de la Asamblea Permanente para los Derechos Humanos y una de las principales responsables de ir catalogando y registrando las denuncias contra la Junta Militar.

Al día siguiente, el periodista Oscar Cardozo publicó -sin firma, aunque rápidamente se supo que fue él quien la escribió- una larga y valiente nota titulada La Convocatoria, en la que denunció toda la maniobra orquestada desde los principales medios, con dos protagonistas estelares: José María Muñoz y Julio Lagos: “En rigor la planificación de la jornada se había iniciado un día antes cuando por separado José María Muñoz (Rivadavia) y Julio Lagos (Mitre) expusieron durante sus emisiones la idea de desarrollar ‘un festejo popular en las calles’. Lagos propuso que esa celebración se llevara a cabo cualquiera fuese el resultado del encuentro, proponiendo el slogan ‘gane o pierda, Argentina ya ganó' (...). Muñoz cumplió su parte a través de una emisión especial de La Oral Deportiva en la que transmitió el partido en directo desde Tokio”.

El partido se televisaba por ATC. Videla, Galtieri, Llamil Reston y otros jerarcas del Proceso vieron el partido desde allí, en un estudio amoblado para recibirlos (y de paso para que pudieron verlo en color: en las casas se vio en blanco y negro). Muñoz tomó el mando de la transmisión apenas terminó el partido y urgía a sus enviados en Japón, Tito Junco y Juan Carlos Morales, que fueran tras “el objetivo previsto”. El relato lo continúa Oscar Cardozo: “Dicho objetivo consistía en acercar al micrófono de Rivadavia a Menotti, al presidente de la delegación Julio Casanello y a Diego Maradona. La impaciencia de Muñoz fue creciendo a medida que la recepción de la Copa y la vuelta olímpica se demoraba, traduciéndose en continuas órdenes a quienes estaban en Japón para que ‘lograran la nota ya que aquí en Buenos Aires está todo dispuesto’. Sin embargo, la paciencia de Muñoz pareció agotarse ya que en un momento le dijo a Morales: ‘Les impongo que deben buscar la nota de cualquier manera ya que la cadena está esperando y hay que cumplir con el operativo’. Una vez que Casanello se colocó los auriculares en Tokio, Muñoz hizo la presentación de Videla, desde la sala de ATC, y sucesivamente siguieron en la conversación Menotti y Maradona“.

"Vayamos todos a Avenida de Mayo y demostrémosle a estos señores que la Argentina no tiene nada que ocultar", dijo el relator José María Muñoz (Tomikoshi Photography)
"Vayamos todos a Avenida de Mayo y demostrémosle a estos señores que la Argentina no tiene nada que ocultar", dijo el relator José María Muñoz (Tomikoshi Photography)

Maradona y Menotti fueron puestos, en medio del campo de juego, en medio de la vuelta olímpica, en diálogo con Videla. Los dos respondieron con formalidades. El operativo estaba montado con otro fin, no para escucharlos a ellos. En su saludo a Maradona, Videla dijo: “Quiero hacerle llegar en nombre del pueblo argentino, porque está ese pueblo con afecto volcado a las calles gritando Argentina, Argentina, hacerle llegar digo, mi más cordial saludo a usted por la destacadísima actuación que le cupo no solamente en este partido sino en toda su campaña futbolística. (...) Tengan también por seguro que constituyen a través de este evento un claro ejemplo para todos los jóvenes argentino, que más allá del triunfo del partido, ven en ustedes el triunfo de una juventud optimista que quiere mirar hacia el futuro con amor, con esperanza, con fe”.

Después, Muñoz salió de Radio Rivadavia y fue llevado en andas por gente que lo esperaba en la puerta. El relator le pidió a los chicos de un colegio secundario que inventaran cantitos así él los difundía por la radio. Mirtha Legrand llegó a su almuerzo con una gran bandera argentina y acompañada por Doña Tota, la mamá de Diego. En medio del almuerzo, Andrea del Boca y el resto del elenco de Andrea Celeste, la novela que se filmaba en el estudio de al lado, irrumpieron y dieron una vuelta olímpica alrededor de la mesa de Mirtha.

La gente festejaba en las calles aunque sin la masividad de otras celebraciones. Muñoz y otros comunicadores instaban a seguir, a que la gente saliera a expresar su alegría a pesar de ser un día laboral. Hasta que el relator dijo desde su micrófono: “Vayamos todos a la Avenida de Mayo y demostremos a los señores de la Comisión de Derechos Humanos que la Argentina no tiene nada que ocultar”.

Al día siguiente de su llegada, el viernes 7 de septiembre, la delegación se instaló en las oficinas de la OEA en Avenida de Mayo al 700, a pocas cuadras de la Casa Rosada (CIDH)
Al día siguiente de su llegada, el viernes 7 de septiembre, la delegación se instaló en las oficinas de la OEA en Avenida de Mayo al 700, a pocas cuadras de la Casa Rosada (CIDH)

La CIDH y su visita habían sido incluidos en esa generalidad que se llamó Campaña Antiargentina, que en realidad fue el nombre que la dictadura le dio a las denuncias contra las violaciones a los derechos humanos en su contra en los foros y medios internacionales. Se pretendía instalar la existencia de un complot internacional destinado a afectar la imagen del país. Cualquiera que pretendiera hablar de desapariciones, torturas, secuestros y asesinatos quedaba inserto de forma automática dentro de la Campaña Antiargentina. Que la presión internacional sobre el país haya quedado sospechada, fronteras adentro, bajo el paraguas de esta Campaña Antiargentina es un misterio complicado de resolver.

Esta batalla que entabló el gobierno militar contra la Campaña Antiargentina, por más disparatada o ingenua que pueda resultar al ser analizada hoy, tuvo una gran eficacia interna por esos días. Para el gobierno nadie denunciaba: sólo difamaban. La población asumió como ciertas las premisas de la Junta. Se consideraba que quienes denunciaban intentaban perjudicar al país.

Por ejemplo, el número de esa semana de la revista Somos, la revista de actualidad política de editorial Atlántida, tenía en tapa un dibujo en el que un hombre serio y de traje inspeccionaba con lupa a un ciudadano argentino. Bajo la leyenda Comisión de Derechos Humanos venía el título en letras catástrofe que se preguntaba: ¿Qué buscan?”.

El diálogo telefónico entre Videla, Menotti y Maradona tras la obtención del Mundial Juvenil 1979

En Avenida de Mayo en un momento se cruzaron los que hacían la larga cola para realizar las denuncias ante los observadores extranjeros y aquellos que festejaban el título del mundo juvenil y atacaban a los que se iban a reunir con la CIDH. Un día después en otra nota escrita sin firma por Oscar Cardozo afirmaba: “Las calles fueron una fiesta protagonizada, en gran medida, por los estudiantes secundarios. En algún momento, esas manifestaciones de alegría se confundieron, en Avenida de Mayo, con los familiares de los desparecidos que hacían cola frente a la sede de la OEA para formular denuncias. El contraste nunca fue más nítido”.

Los militares argentinos, apenas terminó el partido, se pusieron a organizar el regreso. Tenía que ser lo más rápido posible para que la euforia no se apagara y para disipar en lo posible la atención que concitaba la CIDH. Jorge Piaggio, integrante de ese plantel campeón del mundo y en ese entonces jugador de Atlanta, contó: “La movida del regreso de Japón fue muy rara. Nosotros festejamos en Tokio y se ve que vino un tubazo: ´Hay que volver´. No teníamos idea de quiénes eran los de la Comisión Interamericana. Nosotros teníamos toda la inocencia del mundo. Llegamos a Río y para el trasbordo había un avión militar esperándolo, no uno de línea. Ni siquiera pudimos recoger las valijas. Llegamos a Aeroparque a las 6 de la tarde. Atando cabos, uno se da cuenta de que querían que lleguemos a la hora en que la gente salía de sus trabajos para armar la fiesta. Si hubiéramos llegado a las 3 de la mañana, no habría sido lo mismo”.

Todo el plantel, apenas el avión aterrizó en Buenos Aires, fue subido a distintos helicópteros y llevado a la cancha de Atlanta. Los familiares que los esperaban en el aeropuerto fueron trasladados a Villa Crespo en micros. Recién allí los jugadores pudieron saludar a su familia. Hubo fotos y el plantel fue subido a otro micro más que se dirigió hacia el destino final: la Casa Rosada. Hubo una arenga torpe y triunfalista de Videla. Y fotos. Muchas fotos destinadas a la tapa de los diarios del día siguiente.

El informe de la comisión decía que en "la República Argentina se cometieron numerosas y graves violaciones a los derechos humanos"
El informe de la comisión decía que en "la República Argentina se cometieron numerosas y graves violaciones a los derechos humanos"

Mientras tanto los hombres de la OEA seguían tomando testimonios en la sede de Avenida de Mayo, a pocas cuadras de ahí.

“Tiempo después me doy cuenta de que todo había sido manipulado. Nosotros teníamos toda la inocencia del mundo. Está bien, te hace bien al ego, fue muy lindo e inolvidable, pero… pensar que tengo la foto en la cual aparezco dándole la mano a Videla”, recordó Piaggio varias décadas después.

Consultada sobre el tema, Beatriz Sarlo afirmó: “Lo del 79 fue muy triste. No tuvo el mismo efecto que el Mundial 78, sin duda. Lo que entristecía en el 79 es que se habilitó que fueran los chicos a gritar a la cola de los Organismos, pero esos pibes tampoco se puede decir que los llevaron en celulares a gritar. No sólo fueron a Plaza de Mayo, también fueron ahí, a Avenida de Mayo. Fue muy duro, muy menor, pero fue muy duro verlo”.

Unos meses después la CIDH emitió su informe detallado, documentado y lapidario. La conclusión principal sostenía: “La Comisión ha llegado a la conclusión de que, por acción de las autoridades públicas y sus agentes, en la República Argentina se cometieron durante el período a que se contrae este informe –1975 a 1979– numerosas y graves violaciones a los derechos humanos”.

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