Vidas contadas: ocho imperdibles autobiografías

La vida de los escritores contadas por sí mismos: desde narración clásica de la infancia Thomas de Quincey hasta el registro descarnado de la pelea contra el alcohol, de María Moreno.

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Vladimir Nabokov junto a su
Vladimir Nabokov junto a su esposa, Vera

En el libro Vidas infames: herejes y criptojudíos ante la Inquisición, los historiadores Richard L. Kagan y Abigail Dyer cuentan que, hasta el siglo XVI, "las primeras autobiografías eran intentos sobre todo confesionales, documentos destinados a preparar las almas de hombres y mujeres para la vida futura". Tenían como modelo el Nuevo Testamento, principalmente en la labor del apóstol Pablo, y posteriormente en Las Confesiones, de San Agustín, por lo que mayoritariamente eran hagiografías.

La Inquisición cambió todo, dando origen, sin querer, a la autobiografía moderna, que si bien en un principio conservo el carácter colectivo (no las escribía una sola persona) y sobre todo confesional, tenían una peculiaridad: "La mayoría comenzaba más o menos de forma espontánea, como relatos orales en primera persona que eran trascritos, aunque no necesariamente de forma literal, por los escribanos inquisitoriales".

Esta relativa espontaneidad tenía que ver con el proceso inquisitorial, en el que los acusados debían hacer una confesión exhaustiva de su vida. De este modo, "todos los autores produjeron sus autobiografías inquisitoriales bajo coacción, y dentro de los límites de un ambiente judicial coercitivo". Estas primeras autobiografías modernas fueron de herejes y de parias, como las de Eleno o Elena de Céspedes, que se declaraba hermafrodita.

Con los años la autobiografía mantuvo el carácter confesional, pero se fue convirtiendo en una escritura personal o íntimo, abandonando el carácter colectivo, y ya no sólo fueron herejes quienes contaron sus vidas, sino escritores. Algunos de ellos, como Goethe o Jean-Jacques Rousseau, con la necesidad de contar su vida como parte de una construcción de autor o de obra. La autobiografía siguió mutando, hasta convertirse en autoficción en los años 70. Hoy, con el auge de las mentadas literaturas del Yo, vale la pena destacar algunas autobiografías.

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Borges, uno de los “descubridores”
Borges, uno de los “descubridores” de Thomas de Quincey (Sara Facio)

Bosquejos de infancia y adolescencia, de Thomas de Quincey. Thomas de Quincey se hizo famoso por sus Confesiones de un inglés comedor de opio, pero, sin duda, uno de sus mejores libros es Bosquejos de infancia y adolescencia, en donde retrata sus primeros años a las afueras de Manchester. Ya desde el inicio da la sensación de que Borges hubiera leído a este autor nacido a fines del siglo XVIII, por la descripción que hace de la biblioteca de su padre y de la importancia que le asigna. Cerca del 1800, De Quincey cuenta que había tres cosas que un burgués como su padre podía dejar como herencia: dinero, propiedades y una biblioteca. El dinero y las propiedades se entienden, la biblioteca tiene un sentido diferente al de hoy, ya que ella permitía tener acceso a la educación y al entretenimiento. Destaca que viniendo de la clase mercantil y viviendo de manera liberal y libre, su padre y los de su clase empleaban "una parte tan considerable de sus beneficios en placeres intelectuales". En estos bosquejos cuenta además la muerte de un hermano y cómo el infortunio hizo que otro de sus hermanos se convirtiera en pirata, recalara en Uruguay y aprovechara la ocasión para huir e unirse al bando que luchaba contra los ingleses.

La poeta Norah Lange cuenta
La poeta Norah Lange cuenta su vida en “Cuadernos de infancia”

Cuadernos de infancia, de Norah Lange. Publicado en 1937, cuando Lange ya era considerada una poeta de vanguardia y había escrito dos novelas, Cuadernos de infancia es un ejercicio que se mueve entre el recuerdo familiar y una escritura profunda y precisa. Arrancan estos cuadernos con el primer viaje que hace a Mendoza, y la estadía en un hotel, donde su familia en los ojos de ella descubre a una pareja compuesta por un empresario circense y "la mujer más fuerte del mundo". "Yo nunca había estado en un circo", escribe, "y me era imposible imaginar que una mujer colgara a tres hombres de sus dientes". Al igual que De Quincey se trata de la reconstrucción de ese territorio llamado infancia, aunque aquí el narrador incluye a las cinco hermanas (desde la mayor hasta la que por una extraña enfermedad "se olvidó de caminar", pasando por la que sufre el accidente de un dedo), como diciendo que la infancia es una época que se vive en plural, acompañada siempre de otros; el caso de De Quincey es opuesto, la infancia se da por separado de sus hermanos, casi tantos como los de Lange. De regreso a Buenos Aires, recuerda que por mucho tiempo fueron la única familia de la calle Tronador que tenía teléfono. Cuadernos de infancia, galardonado con el Premio Municipal y con el Premio Nacional de Literatura, tiene al inicio una preciosa dedicatoria a quien sería marido, Oliverio Girondo, con quien llevaba ya años de convivencia.

Robert Lowell y un autobiografía
Robert Lowell y un autobiografía descarnada

Apuntes autobiográficos, de Robert Lowell. Este particular libro fue escrito por consejo de los médicos que lo trataban. Nunca llegó a terminarlo, pese a haber firmado un contrato para eso. Robert Lowell, reconocido poeta estadounidense nacido en 1917, también trabaja aquí con su infancia, aunque las fugas a la adultez se multiplican, como si el valor de la infancia sólo pudiera ser apreciado desde ahí. Apuntes autobiográficos está formado por tres textos: el primero y más extenso titulado '91 Revere Street', que es la dirección de su casa de infancia en Boston. Otro  se titula 'Antebellum Boston', y es un recuerdo recreado a partir de fotografías que rodean el nacimiento de este poeta. El último se llama 'Cerca del acuario inestable', escrito durante una internación voluntaria en un hospital psiquiátrico, y es una mezcla entre esta internación y la repatriación del cadáver de su madre. Hay algo de crueldad que tiene toda infancia y que Lowell muestra con suma maestría. "Estoy escribiendo una autobiografía", confiesa en el último texto a modo de ejemplo, "para 'pasar el tiempo', dicho sea literalmente. Y eso que tengo serias dudas acerca de que el tiempo pase efectivamente. Sin embargo, tengo también la esperanza de que el resultado me provea de un manto protector, como una especie de inmensa venda de gracia y ámbar gris para mis nervios heridos". Una de las mayores virtudes de Apuntes autobiográficos es que dialoga con sus poemas, que fueron en buena medida autobiográficos, a veces descalificando a una de sus ex mujeres, lo que le valió la crítica de sus pares y de los críticos literarios de la época. Pese a ello, el contradictorio Lowell fue a morir a la puerta de la mujer que descalificaba en sus poemas.

Vladimir Nabokov era un apasionado
Vladimir Nabokov era un apasionado por los lepidópteros

Habla, memoria, de Vladimir Nabokov. En el prólogo de Habla, memoria, Nabokov advierte que esta memoria jamás debió haber tratado de convertirse en una autobiografía. La distinción que hace es sutil, pero apela a los errores que el propio Nabokov cometió al tratar de "identificar en el recuerdo mis años con los del siglo. Esto produjo una serie de bastante coherentes meteduras de pata cronológicas en la primera versión del libro". Y es que Nabokov nació en 1899 y las matemáticas nunca fueron su fuerte, pero tampoco su memoria fue excelente, cosa que verificó cuando después de veinte años regresó a Europa y sus familiares le hicieron ver los errores del libro. Pero si el recuerdo literal no es exhaustivo, la creación de este recuerdo sí lo es, ya que muchos de los textos que compilan esta autobiografía fueron publicados con anterioridad en revistas especializadas de literatura. Otra de las gracias de este libro es que cuenta sus años europeos, antes de llegar a Estados Unidos, donde obtendría reconocimiento mundial. También cuenta sus pasiones: los lepidópteros, la literatura y el ajedrez. Pero hay un momento, hacia el final del libro, donde habla de su seudónimo europeo, Vladimir Sirin, pero lo hace con distancia, como si fuera otro: "El autor que más me interesaba era Sirin. Pertenecía a mi propia generación. Entre los escritores que produjo el exilio, él era el más solitario y el más arrogante". Otro inolvidable momento es aquel que, convertido en epifanía, nos muestra a Nabokov mirando su futuro de escritor a través de la simple observación de la naturaleza.

María Moreno le dedicó su
María Moreno le dedicó su libro de memorias a Ricardo Piglia

Black out, de María Moreno. Al igual que Nabokov, muchos de los textos incluidos en Black out, uno de los mejores libros (si no el mejor) del año pasado, ya había sido publicados con anterioridad; la gracia consiste precisamente en que eso ni se nota. Moreno lo logra, dando a conocer un libro nuevo, no el sentido de novedad-mercancía, sino en el sentido de escritura como reciclaje y montaje. Con habilidad y sentido narrativo, Moreno trata de evitar la infancia (aunque aparece relacionada con el barrio) y en vez de ese periodo tan visitado muestra su adicción al alcohol y su intento por dejarlo, sus escritores amigos muertos, la época en la que se formó como escritora, toda una vida entregada simplemente a vivir. Quizá por esto dijo en una entrevista que con Black out estaba pagando un costo: "Creo que este libro canibalizó todos mis anteriores libros. Aunque yo misma fui vampirizando mis archivos anteriores, por eso meto todo ahí, porque todo tiene que ver. Hay cosas que usé pero poniéndolas en otro lugar cambian de sentido, porque cuando cambiás el contexto, cambiás el sentido y se lee de otra manera". Y es cierto, puede que como en ningún otro de sus libros pueda verse el exceso, pero se trata de un exceso que no tiene que ver con las adicciones, sino con el vivir a pleno, escribir a pleno, vivir en ese margen para poder contarlo. 

En Francia hay un plato
En Francia hay un plato de solomillo que lleva el nombre de Chateaubriand, en homenaje al escritor.

Memorias de ultratumba, de Chateaubriand. Casi imposible de leer entero, este libro de Chateaubriand consta de casi tres mil páginas, le tomó a su autor alrededor de cuarenta años de escritura; para ello vendió los derechos de la publicación  a una sociedad creada ex profeso a cambio de una renta vitalicia. La idea era que el libro apareciera póstumamente, pero la sociedad a su vez vendió esos derechos, y Chateaubriand, casi un anciano, se vio obligado por los nuevos dueños a corregir el material publicarlo por entregas. En el prólogo de la edición de Acantilado, Jean-Claude Berchet señala que Memorias de ultratumba es "un documento literario atemporal. Melancólico y desengañado, aristócrata que presenció la Revolución Francesa, que viajó a la joven República americana y conoció el esplendor y la falsía del Imperio napoleónico, así como la Restauración, Chateaubriand fue un hombre polifacético, hábil y vehemente". Sin embargo, no pretende convertirse en un documento histórico; al contrario, lucha contra ese registro. Entre los insignes lectores que tuvo su redescubrimiento en el siglo XX se cuentan Jean Paul Sartre, Francis Ponge y Marcel Proust.

Peter Brook
Peter Brook

Hilos de tiempo, de Peter Brook. Cuando el conocido director inglés de teatro y cine Peter Brook decidió escribir su autobiografía, en un comienzo tuvo como título Recuerdos falsos. Lo cambió por Hilos de tiempo, manteniendo el espíritu de eludir temas personales. En este ejercicio, a diferencia de Black out, no cabían "los archiconocidos esplendores y miserias de las primeras noches, las indiscreciones, las indulgencias, los excesos, los nombres de amigos íntimos". Brook prefiere contar su vida como un aprendizaje artístico: sus primeros escribiendo guiones para spots publicitarios, en una productora de entretenimiento para las tropas inglesas, las óperas que dirigió entre guerras, el viaje a Afganistán en plenos años 50 y las enseñanzas de Gurdjeff que lo llevaron a dirigir la película Encuentro con hombres notables. En un momento de lucidez, de los cuales hay varios en el libro, plantea la diferencia entre lo individual y lo político cuando montaba US, la obra que trataba sobre la guerra de Vietnam, y sus esfuerzos por abordar un teatro político: "Si la democracia significa respeto por lo individual, teatro político auténtico significa en que cada individuo del público, hombre o mujer, sacará sus propias conclusiones". Hilos de tiempo cumple con ser más que la vida de su autor, constituye la autobiografía de un oficio, del teatro.

Buena parte de las novelas
Buena parte de las novelas de Ernest Hemingway están vinculadas con su experiencia personal

París era una fiesta, de Ernest Hemingway. Como se sabe, buena parte de las novelas del Premio Nobel estadounidense Ernest Hemingway están vinculadas con su experiencia personal: la experiencia de la guerra (A través del río y entre los árboles), su herida en la primera guerra (Adiós a las armas), aquel viaje a Pamplona en compañía de sus amigos (Fiesta). A diferencia de todas ellas, París era una fiesta tiene la particularidad de plantearse como los recuerdos de cuando vivía en París en los años 20 con todos esos escritores estadounidenses expatriados. Sin embargo, en el prefacio, consciente del carácter de su obra, advierte que "si el lector lo prefiere, puede considerar el libro como obra de ficción". En cada capítulo, va retratando a un personaje, como si fuera una colección de perfiles vinculados a su vida, a su autobiografía: de Pound destaca su generosidad hacia los amigos, de Fitzgerald su inseguridad, de Ford su aire de superioridad y también de mitomanía, de Stein su agudeza. En síntesis París es una fiesta, pese a haber sido publicado de manera póstuma y habiendo tenido Hemingway problemas para recordar ciertos hechos, es una excelente fotografía o fresco de lo que se conoció como la Generación Perdida, un grupo de escritores que hizo conocida la literatura estadounidense en el mundo.

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