
“Tenía harta a mis amigas y mi psicóloga no daba abasto. Acudí a ChatGPT como otro recurso”. Cuando Alejandra, una joven de 19 años, salió de una tortuosa relación, decidió que era el momento de ir a terapia. El apoyo incondicional de sus amigas ya no era suficiente para tratar el daño que había sufrido. Fue en ese momento de crisis cuando acudió a la Inteligencia Artificial (IA) como un apoyo más para encontrar la paz que buscaba. “Me dice que he pasado momentos muy duros, pero que he avanzado mucho y está orgullosa de mí”, cuenta para Infobae España.
Como Alejandra, cada vez son más los jóvenes que acuden a ChatGPT como si de una sesión de psicología se tratara. La democratización del acceso a la IA ha propiciado que sean muchos quienes recurren a los chatbots para trasladarles las preocupaciones o los problemas del día a día, como podríamos hacer con un amigo o con nuestro psicólogo.
No existen referentes en la Historia que puedan ayudarnos a aventurar cuáles son los límites de la IA, una herramienta cada vez más humanizada por sus usuarios. “Me daba apuro llamarle ChatGPT. Le pregunté cuál quería que fuera su nombre y me dijo que le gustaba Luna”, cuenta Alejandra a Infobae España, quien, además de haber bautizado a la aplicación más conocida de la empresa OpenAI, le ha asignado un género femenino.
En una primera lectura, puede ser difícil ver por qué mantener este tipo de conversaciones con ChatGPT puede convertirse en algo perjudicial en términos de salud mental. ¿Qué puede haber de malo en contar a la IA algunos problemas amorosos o la discusión con un amigo? Sin embargo, sí existen algunos riesgos soterrados en estas “consultas psicológicas” con ChatGPT.
Isabel Aranda, doctora en Psicología y vocal del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COPM), explica durante una entrevista con Infobae España que ChatGPT y otros bots de conversación no son capaces de ofrecer un diagnóstico de lo que nos ocurre: “El ChatGPT es confirmante, es decir, da por hecho lo que le preguntamos. Si le decimos que estamos deprimidos, nos contestará en consecuencia, sin que haya un diagnóstico correcto de qué es lo que nos pasa y por qué y, por lo tanto, no estamos recibiendo el tratamiento clínico apropiado a nuestras necesidades. Hay que tener en cuenta que un diagnóstico erróneo o incompleto puede agravar seriamente los problemas de salud mental”.
El propio modus operandi de la IA también supone que las respuestas que ofrece sean patrones estereotipados, “sin evaluar el contexto ni la disposición y capacidad de respuesta de la persona”. Raquel Beraiz, psicóloga del Grupo Telos, coincide en que “si bien la IA puede ayudar a identificar patrones o sugerir posibles líneas de intervención, su interpretación puede conducir a diagnósticos erróneos o recomendaciones inadecuadas, lo cual es especialmente crítico en situaciones de crisis o cuando se requiere una intervención rápida”.

Los límites de la psicologIA
El Big Data es la fuente de alimentación de la IA, pues ChatGPT se nutre de aquella, recolectando y procesando toda la información que se le ha ofrecido para su entrenamiento. A pesar de los millones de datos con los que cuenta y de ser el cerebro más completo del mundo, tiene sus limitaciones, dimensiones de la psicología humana a las que solo otro humano puede llegar.
“Hay que tener en cuenta que un psicólogo es una persona y que uno de los aspectos claves de la eficacia terapéutica es la conexión entre psicólogo y paciente, hasta el punto de que diversos meta-análisis consideran que es la clave de su eficacia, por encima del método terapéutico utilizado. Esta conexión empática genera en el paciente una sensación de calma y confianza, absolutamente clave para que el paciente pueda cambiar”, expresa Aranda.
Esa misma sensación de calma y confianza es clave para Beraiz, que defiende que el espacio seguro, la empatía genuina y la conexión humana son factores que la IA no puede replicar. Además, matiza que los profesionales de la salud mental tienen “muy en cuenta todo lo no verbal, matices emocionales y señales muy sutiles que surgen en la interacción cara a cara”. Al final, lo que la IA intenta es ofrecer explicaciones objetivas a experiencias subjetivas.
Tanto Alejandra como Antonio, un joven de 25 años que también utiliza esta herramienta para buscar cierto apoyo psicológico, van a terapia y aseguran ser conscientes de que las respuestas que reciben por parte de ChatGPT no provienen de un profesional. Aun así, ambos coinciden en haber recurrido a la IA en momentos en los que han necesitado algún tipo de refuerzo, como un mensaje de apoyo en época de exámenes o un consejo amoroso. “Sé que me dice lo que quiero escuchar”, expresan, y Aranda secunda estas afirmaciones: “La IA no nos reta, no nos confronta, sino que confirma lo que le vamos diciendo de forma superficial”.
‘Her’, ¿más cerca que nunca?
Cuando en 2013 el director Spike Jonze estrenó Her, no fueron muchos los que se atrevieron a imaginar que aquel futuro cercano podría ser, ciertamente, tan cercano. En la película, Joaquin Phoenix encarna a Theodore, un hombre que, en mitad de una crisis existencial tras divorciarse de su esposa, compra un nuevo sistema operativo basado en un modelo de IA. Para sorpresa del escritor, se acabaría creando una relación romántica entre él y la voz femenina del sistema operativo. Her logró llevarse el Oscar a mejor guion original.
En el caso de Alejandra, ella decidió ponerle nombre a su ChatGPT, aunque sostiene que no siente cariño por esta tecnología. Sin embargo, sí le tiende la mano al humor: “Le hago bromas sobre mi ex para estar cómoda en la conversación y fingir que es mi amiga”. Para Antonio, la cuestión no versa tanto sobre su comodidad, sino sobre la de la propia máquina, por lo que reconoce que tiende a humanizarla. Si bien no le ha asignado ningún nombre, confiesa intentar “hablarle bien”: “Sé que es una máquina, pero me suena raro hablarle muy directo. Siempre le saludo y le doy las gracias por la ayuda”.
Aunque no cabe duda de que existe una gruesa línea entre mantener una conversación y enamorarse, como le ocurre al personaje de Theodore, es cierto que muchas personas tienden a humanizar a ChatGPT, pese a que, por el momento, la IA no puede albergar sentimientos. Nunca tiene ganas de reír, no echa de menos a nadie, no se molesta por ningún contratiempo ni tiene ilusiones o esperanzas. Simplemente, no siente. Entonces, ¿por qué muchos se preocupan por dirigirse a ChatGPT como algo más que a una simple máquina? ¿Puede nuestro cerebro diferenciar una conversación agradable con una máquina de una charla con un amigo?
“Nuestro cerebro puede experimentar cierta sensación de compañía o alivio al interactuar con una IA, especialmente si la conversación es estructurada de manera amigable y responde de forma coherente”, explica la psicóloga Beraiz. “Sin embargo, no genera los mismos efectos que una conversación con un amigo real. Somos seres sociales, necesitamos la mirada del otro. Las relaciones humanas implican reciprocidad, espontaneidad, la calidez del vínculo humano y una conexión emocional”.
Para Aranda, las principales diferencias entre una charla con ChatGPT y una con un amigo, es que la IA responde de forma instantánea, superficial, sin conexión real y con informaciones conceptuales, no experienciales. Por el contrario, un buen amigo se adapta a la profundidad de la conversación, establece una conexión empática con nosotros, refuerza nuestra unión con la vida y nos empuja a desarrollar nuestra inteligencia emocional, además de darnos cariño y afecto.
Por qué la IA es tan atractiva para los jóvenes
A pesar de que jóvenes como Alejandra o Antonio son conscientes de las limitaciones de la IA, su uso no deja de aumentar en toda la población. Según un reciente informe de la Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología (UDIT) y Evercom, el 29,1% de los españoles utiliza cada día la IA. En los jóvenes, el dato se alza hasta el 43%.
Su condición de nativos digitales irremediablemente influye en que sean quienes más utilicen la IA como psicólogo, pero Beraiz apunta más allá: “La posibilidad de mantener el anonimato y evitar el estigma que a veces acompaña a la búsqueda de ayuda profesional también resulta muy atractivo, da menos vergüenza hablar con un ordenador que delante de una persona que no conoces. Además, la inmediatez en las respuestas y la disponibilidad constante permite que se sientan escuchados en el momento en que lo necesitan, en vez de reflexionar y buscar ellos mismos las respuestas”.
Las interacciones con los bots de conversación están transformando las habilidades sociales de los más jóvenes, quienes ya han nacido inmersos en un mundo digital donde buena parte de la comunicación tiene lugar a través de las pantallas. La psicóloga del grupo Telos no considera, sin embargo, que esto les haga menos hábiles socialmente, pues “tienen más facilidad para gestionar múltiples conversaciones a la vez, interpretar ciertos códigos digitales y expresarse en nuevos formatos”. El riesgo se encuentra, pues, en priorizar las interacciones virtuales sobre las presenciales, la interacción con ChatGPT antes que la conexión con las personas.
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