
Colin Farrell y Jessie Buckley atraviesan un momento destacado en sus trayectorias, liderando dos de los estrenos más emotivos del año: Ballad of a Small Player y Hamnet.
Ambos intérpretes, reconocidos por su intensidad y honestidad en pantalla, compartieron un diálogo en el que abordan el desafío de encarnar el dolor, la adicción y la pérdida, así como la posibilidad de catarsis que ofrece el arte. La conversación para Variety revela la profundidad de sus procesos creativos y la relevancia de la vulnerabilidad en su oficio.
Admiración y respeto mutuo
Desde el inicio, Farrell manifiesta su admiración por el trabajo de Buckley en Hamnet: “Empecé a ver ‘Hamnet’ como a la una de la mañana. Terminé a las tres, y me quedé asombrado. Pensé: ‘¿De verdad tengo que verla ahora? ¿Tengo que sentarme frente a ella y hablarle?’ No sé si era intimidación, pero sentí una especie de respeto por lo que atravesaste”, afirma el actor.
Buckley, a su vez, reflexiona sobre el poder transformador de las historias: “¿No es eso lo que son las historias? Permiten que salgan a la luz esas partes que son demasiado difíciles de sostener por nosotros mismos”.
El diálogo profundiza en el reto de interpretar el dolor y la adicción. Farrell, al referirse a su experiencia en Ballad of a Small Player, reconoce: “Estaba destrozado al final”. Buckley responde: “¿Pero no es una gran sensación?”. Ante esta pregunta, el actor consideró el proceso como “una dificultad hermosa”. Y la actriz agrega: “Es como intentar tocar los bordes de la verdad más profunda, y realmente solo rozas los bordes”.
Ambos coinciden en que la catarsis y el agotamiento emocional forman parte del trabajo actoral y que la comunidad creativa es indispensable en esos instantes. Por lo que Buckley resalta: “Nunca me siento más despierta que cuando estoy en una comunidad donde la válvula de la creación está tan abierta”.
La conversación avanza hacia la importancia del arte y el valor de compartir experiencias humanas a través de la interpretación. Farrell resalta: “Inevitablemente, es una experiencia comunitaria. En lo que tenemos la suerte de hacer, trabajamos con una comunidad de cineastas delante y detrás de la cámara, y compartimos todas las incertidumbres, curiosidades y el amor o la falta de amor que hayamos sentido en la vida. Es algo realmente hermoso”.
Primeros recuerdos e influencias
Ambos evocan sus primeros contactos con el cine y el teatro. Farrell recuerda el impacto que le causó ver Encuentros cercanos del tercer tipo de Steven Spielberg: “Me crié con las películas de Spielberg y las partituras de John Williams. Pero en esa película, y en muchas de las suyas, había una disfunción central en la dinámica familiar. Fue la primera vez que vi elementos de mi propia vida familiar representados en la pantalla. No daba respuestas definitivas, pero me hizo sentir menos solo”.
Buckley rememora: “No tuvimos televisión hasta que fui adolescente. Contar historias es parte de la identidad irlandesa. Fui a una producción amateur de ‘Jesucristo Superstar’ cuando tenía siete años y estaba convencida de que un hombre había sido crucificado ante mis ojos. Mi madre tuvo que llevarme detrás del escenario para conocer al actor. De repente, ambas realidades eran ciertas”.
La vulnerabilidad y el caos de la vida surgen como temas esenciales. Buckley sostiene: “El trabajo es volverse más humano. Quitar las manos del volante”. Mientras que Farrell añade una reflexión personal: “El permiso para sentirse abrumado es algo enorme que podemos darnos unos a otros, a nuestros hijos. Soy muy consciente del privilegio que he tenido en mi vida, pero al final del día, no hay nada que pueda hacer en la actuación que haga que James, mi hijo mayor, hable o tenga lenguaje”. Por lo que Buckley concluye: “Es caos. Pero ese es nuestro trabajo: estar en el desorden, sumergirse en el misterio”.
La huella de los personajes
El impacto de los personajes y la dificultad para dejarlos atrás también emerge en la charla. Buckley confiesa: “Nunca quiero dejar ir a ninguno de los personajes que he interpretado. No hay un dejar ir para mí. Pueden quedarse aquí. Todas las texturas de lo que son me han despertado a mí misma y al mundo”.
Farrell le pregunta cómo gestionó el rodaje de Hamnet, y Buckley responde: “Creo que sí se vino conmigo a casa. Siempre intento, cuando entro en un mundo, decir: ‘Vale, voy a estar en este río durante seis semanas’. En las escenas alrededor de la muerte de Hamnet, sabía que debía permanecer cerca de ese material. Le dije a mi marido: ‘Voy a reservar un lugar cerca del estudio y quedarme aquí dos semanas. Necesito darle ese compromiso’”.
Las anécdotas sobre rodajes y colaboraciones con directores también tienen espacio en la conversación. Farrell compara su experiencia en Ballad of a Small Player con la que vivió en El nuevo mundo de Terrence Malick: “Me recordó mucho a esa película, visualmente y por estar en el centro de una experiencia de amor y querer capturarla como un pájaro en la mano. Pero eso es imposible. Trabajar con Terrence fue extraordinario. Había un sentido de descubrimiento, de que la película nunca estaba completamente terminada”.
En el tramo final, Buckley elogia el trabajo de Farrell en The Penguin: “Es tan difícil trabajar con una máscara y ver tanta humanidad emerger de ella. Nunca he visto a alguien tan hábil y tan humano en una máscara. ¿Cómo lo lograste?”.

Es por eso que Farrell reflexiona sobre este efecto en pantalla: “No quiero decir que la máscara permitió que saliera mi verdadero yo, pero ciertamente he sentido fealdad en mí. Porque mi cara estaba cubierta, se me permitió —al estar oculto— experimentar una especie de revelación. Cuando vi el rostro, empecé a sentir una especie de simpatía”.
La conversación entre Farrell y Buckley evidencia que, a través de la interpretación y el arte, los actores exploran sus propias sombras y encuentran nuevas formas de empatía, incluso cuando el rostro permanece oculto tras una máscara.
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