El C3 y una nueva colección de libros gratuitos para repensar la cultura científica

En formato pdf y como parte de un programa de difusión de las ciencias, los libros se ponen a disposición de los docentes como una oportunidad para que niños y adolescentes experimenten cómo es el desarrollo científico

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Los primeros cuatro libros se publican gracias a la colaboración de Siglo XXI y Eudeba.
Los primeros cuatro libros se publican gracias a la colaboración de Siglo XXI y Eudeba.

Unas semanas atrás se presentó en la Feria Internacional del Libro el Programa “Leé Ciencia. Leé Futuro” que impulsa el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, a través del Centro Cultural de la Ciencia, más conocido como C3.

Leé Ciencia. Leé Futuro propone fomentar la lectura de libros de ciencia para niños, niñas, adolescentes y jóvenes como un modo de garantizar el acceso a la cultura científica. Algunos de los objetivos de la iniciativa se relacionan con la divulgación de contenidos científicos de interés de un modo accesible, además de hacer visible que las distintas disciplinas científicas trabajan de manera articulada para pensar y resolver problemas de la sociedad. Y, mediante el acercamiento a la ciencia, busca despertar vocaciones científicas tempranas.

La colección cuenta hoy con cuatro libros que se pueden encontrar en el sitio web del Centro Cultural de la Ciencia en formato pdf para ser descargados de manera gratuita. Estos primero libros se publican gracias a la colaboración de la editorial Siglo XXI y Eudeba.

La colección incluye:

- Elemental, mi querida ciencia (forense), de Gastón Intelisano

- La belleza tiene su ciencia, de Florencia Servera

- Hongos comestibles, de Bernardo Lechner, Maximiliano Rugolo y Julieta Mallerman

- El astrónomo que confundía los astros, de Horacio Tignatelli

Centro Cultural de la Ciencia o C3
Centro Cultural de la Ciencia o C3

¿Cómo abordar las situaciones de lectura en las clases de Ciencias?

Cuánta decepción nos genera a los docentes de Ciencias Naturales trabajar con textos o artículos científicos y ver cómo los estudiantes tratan de buscar las respuestas a preguntas que les formulamos subrayando o repitiendo textualmente las respuestas a preguntas que no son suyas. Esta situación, que se observa en muchas aulas, no despierta el interés por la lectura, porque con estas preguntas no les ofrecemos a los estudiantes la oportunidad de vincular lo que leen con otros saberes, utilizar ese conocimiento para comprender cómo funciona el mundo ni poner en duda lo que saben.

Las dificultades a las que hago referencias y la importancia de leer textos de ciencias para aprender contenidos de Bbiología, Física, Química, Ecología, etc. de manera auténtica, nos llevan a buscar nuevas estrategia para revertir este problema. Entonces ¿cómo proponer la lectura en el aula?, ¿cómo trabajar la lectura para que se convierta en una oportunidad para comprender y aprender de manera profunda los conceptos relacionados con las ciencias?

Para que realmente las situaciones de lectura sean una oportunidad de aprendizaje es necesario incluir textos dentro de la planificación de una secuencia de enseñanza donde su lectura tenga un propósito genuino dentro de la misma.

Guadalupe Díaz Costanzo, directora del Centro Cultural de la Ciencia (C3)
Guadalupe Díaz Costanzo, directora del Centro Cultural de la Ciencia (C3)

¿Qué podemos hacer para enseñar a leer en ciencias?

Ana María Espinoza y Adriana Casamajor en su libro Repensar las situaciones de lectura en Ciencias Naturales proponen la siguiente estrategia: poner en suspenso la autoridad del texto, pero ¿a que se refieren las autoras?

Ellas expresan que probablemente no sea suficiente leer un texto para que los estudiantes lo comprendan o valoren las ideas que se desarrollan; menos aún si no encuentran en él algo que los inquiete, les dé curiosidad o despierte su interés. Pero todo cambia cuando los docentes proponen la lectura dentro de una secuencia de enseñanza que problematice las ideas desarrolladas en el texto, porque se instala un propósito de lectura y si, sumado a esto, se habilita en el aula un espacio de debate donde cada estudiante puede pensar, debatir sus propias ideas y las de otros, comenzamos a acercar el conocimiento científico a nuestros alumnos y alumnas.

Los docentes deben intencionalmente suspender la autoridad del saber validado que ofrece el texto y habilitar a los estudiantes a que puedan poner en duda lo que está escrito y, al hacerlo, demorar la certeza acerca de cómo la ciencia explica el funcionamiento del mundo natural, lo que les permite poder desarmar y armar sus propias ideas. Es necesario “salir” y “entrar” del texto, interrumpiendo la lectura en lugares conceptualmente estratégicos. Durante estas interrupciones mediante preguntas que hagan pensar, ejemplos o analogías y hasta experimentos, los docentes deben ofrecer la oportunidad de desplegar las ideas de sus estudiantes en diferentes contextos. Este modo de leer constituye una excelente estrategia para ajustar interpretaciones y aliviar lecturas extensas o difíciles.

Esta práctica requiere de una fuerte intervención docente, un trabajo muy importante de gestión de clase. Probablemente esto constituya uno de los mayores desafíos de la tarea de enseñar a leer en ciencias. Sin embargo algo es seguro: los niños y niñas, además de adquirir una práctica lectora, se aproximarán a los modos de construir conocimiento científico y transitarán caminos que los desafíen intelectualmente ya que este tipo de intervenciones en que a partir del texto, el docente expande el conocimiento, los llevará a la comprensión profunda de los conceptos e ideas que se abordan.

La intervención docente es fundamental para que la simple lectura de un texto se transforme en un gran desafío de aprendizaje.

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