
El adelanto del libro en la revista Vanity Fair fue un escándalo. Y su publicación, hace apenas unas semanas, disparó un verdadero boom. La periodista estadounidense Emily Chang se metió de cabeza en el mundo los jóvenes millonarios tecnológicos de Silicon Valley y descubrió un universo lleno de orgías, drogas de diseño y descontrol. Una suerte de venganza de los nerds que, ahora exitosos y llenos de dinero, no sólo se divierten de las maneras más descontroladas y polémicas, sino que también protagonizan muy cuestionadas relaciones de poder, cargadas de machismo, misoginia y discriminación.
"Más o menos una noche por mes, un viernes o un sábado, los technoratis se reúnen en una fiesta recargada de drogas y sexo. A veces el lugar elegido es una mansión épica en el barrio de Pacific Heights, en San Francisco; a veces es una casa espléndida al pie de las colinas en Atherton o Hillsborough", así arranca "Brotopia, Breaking Up the Boys' Club of Silicon Valley", el libro de Chang.

La investigación describe fiestas descontroladas en detalle. Incluso Elon Musk, el fundador de Tesla, que fue mencionado, tuvo que salir a explicar que había estado en una de esa celebraciones "locas", pero que no había visto nada anormal, que siempre creyó que se trataba de una "fiesta corporativa de disfraces" y que se fue temprano. Fin del comunicado.
¿Será para tanto? ¿Tan descontrolada es la vida en la meca de la cultura y los negocios tecnológicos? Esas mismas preguntas le hizo Infobae a cinco de los pocos argentinos que trabajan con éxito en el negocio tech y viven, o vivieron, en Silicon Valley. Dos hablan on the record, y tres prefirieron el anonimato. En términos generales coinciden: lo del sexo descontrolado es una exageración total, pero el resto -la discriminación y la misoginia- es real, y más crudo y descarnado, incluso, que lo se describe en el libro.

El reino de la corrección política
"El descontrol no existe", dice de entrada Mr. A., quien, queda claro, quiere resguardar su identidad. Pide que ni siquiera se mencione el rubro en el que trabaja "porque somos muy pocos y nos conocemos todos". "Buenos Aires es 300 veces más descontrolada que Silicon Valley, un lugar lleno de nerds que no saben lo que es divertirse. Laburan todo el día. Claro, obvio, hay un montón de pendejos millonarios que por ahí se van un poco de mambo. Y hay prostitución. Andá un día de joda a Moscú y es un año en Silicon Valley", desafía.
Mr. A describe a Estados Unidos como una sociedad "increíblemente puritana" en la que la "meinstrimización de todo" termina bastardeando hasta el concepto más sensible. Y pone como ejemplo los reclamos de estos días por los derechos de la mujer. "Eso es EE.UU.: agarran algo que es legítimo, lo bastardean y lo termina convirtiendo en un chiste. Es una sociedad increíblemente racista, está a flor de piel. El political correctness (la corrección política) es la máscara del racismo y el mundo de VC (por venture capital, o capital de riesgo) es así: machista y racista. Invierten en lo que se les parecen. Si sos latino y morocho, se complica. Si sos mujer y negra, no tenés chances. Pero en la Argentina y China quizás sea parecido", sugiere.

Blackbox Mansion y Rainbow Mansion son dos casas gigantes que funcionaron en distintas épocas, especies de hostels de lujo para emprendedores en Atherton, San Francisco. Allí van los emprendedores, alquilan su cuarto y pueden convivir entre colegas. Hay fiestas y reuniones. Mr. A paso por ambas. "Son bebés de pecho. Hay fiestas 're locas", pero 're locas' de allá. Por ahí abrís una puerta y ves a alguien teniendo sexo. Hay algunas drogas. Lo 'peor' que yo vi fue una fiesta con 20 carpas en un patio. Ibas de una a otra, fumaban, se tomaba algo, algún beso… pero todo muy encorsetado", recuerda.
La voz de la experiencia
Alex Méndez es la voz más autorizada en lo que a argentinos en Silicon Valley se refiere. Hijo de un diplomático, estudió allí cuando era chico, vivió en varios países y regresó a la Universidad de Stanford. Después de pasar por varias compañías –y de venderle Stratacom, una de las que cofundó a Cisco, en unos USD 4.000 millones, a mediados de los '90– armó el fondo de inversión Storm Ventures. Hoy trabaja en Menlo Park, en la famosa Sand Hill Road, la calle de venture capital, pero vive en Los Altos, a unos 40 minutos al sur de San Francisco.

– ¿Leíste Brotopia?
– Mi mujer lo leyó en un viaje que acabamos de hacer, yo todavía no. Me hizo varias preguntas (risas). Conozco a gente que se nombra ahí y es difícil creer que todo sea cierto, pero también a veces uno cree que conoce a una persona y resulta que tienen una cara muy distinta. No importa si todo lo escrito es cierto o no, lo importante es que este libro hizo que el tema sea mucho más visible y el resultado es que muchas empresas están tomando una actitud proactiva para cambiar y prevenir que estas cosas sucedan en el futuro.
– ¿El libro exagera?
– Quizás se exagera un poco. Hay plata, pero también mucha gente que se acerca a los ricos que tienen poder. Es un círculo muy chico. Yo nunca estuve en ninguna de estas fiestas sexuales, ni tomé drogas. Pero en las empresas más jóvenes hay un actitud distinta, con CEOS jóvenes que se hace multimillonarios muy rápido.

– ¿Cómo fue tu experiencia?
– Yo siempre trabajé con gente muy seria. Íbamos de traje a buscar a los clientes. Había fiestas y celebraciones, sí. Te divertís, tomás, pero todo muy correcto siempre. Ojo, los '80 fueron muy locos también. Muchos parecen no acordarse.
– ¿Qué pasaba, por ejemplo?
– Yo tomaba a mi equipo de marketing y nos íbamos de camping. Se compartían carpas, se tomaba alcohol y se bailaba alrededor de un fuego. Hoy sería imposible algo de eso. A su manera, todas las épocas tienen un poco de locura. Hoy hay más tensiones y la desigualdad existe, pero yo por suerte nunca tuve que vivir de cerca esos temas. Invertimos en más de 180 empresas y nunca vi nada de eso. No quiero decir que es una exageración porque pasa, pero son casos excepcionales, no es la regla.
La decadencia del Valle
Mr. B, otros de los que pide anonimato, vive y trabaja en California desde hace algunos años. Reconoce que hay algo de descontrol en algunos ambientes, pero nada escandaloso. Es más, asegura que San Francisco está "cada vez más fea", con poco movimiento por la noche y muchos homeless. Sí, reconoce, hay muchas mansiones en los alrededores con eventos privados en los que se gasta mucho dinero: drogas, alcohol, más mozos que invitados y Bruno Mars cantando para 200 personas.

"El valle es agresivamente blanco y machista. Ser latino es un problema.
'Que no se den cuanta de que sos latino', me decían miembros del directorio de mi empresa. Esta mal visto, directamente. Es un círculo muy chico: vos llegás allá y crees que llegaste, que ya está. Bueno, no. Nunca entrás", dice Mr. B, quien también cuenta que muchos se aprovechan de esa situación para vender mentorías y recetas mágicas para "quedarte sí o sí".
Mr. C vive y trabaja en la Argentina, pero va muy seguido a Silicon Valley. Cree que uno de los grandes temas que realmente sí hay que tratar y resolver es el trato que se les da a las mujeres. "El tema de la mujer lo tenemos que resolver como sociedad, no es un tema sólo de Silicon Valley", afirma. "Acá y allá demonizamos las ideas en lugar de debatirlas. Si alguien comente un delito, a la cárcel. Todos vimos 'El lobo de Wall Street', y sigue pasando. ¿En la Bolsa no toman cocaína? ¿No hay drogas de diseño en Miami, no hay prostitución? En vez de horrorizarnos por ver a Musk en un fiesta, tenemos que empezar a resolver los problemas", propone.

¿Vida loca o la banda del "jugo verde"?
Mat Travizano es el CEO de Gran Data, una empresa de bigdata y análisis basada en California. Se trata de una de las compañía más prominentes de origen argentino entre las pocas que están instadas en el Valle. Y le va muy bien.
Mat habla desde el otro lado de la pantalla de su notebook. Está en el coqueto y victoriano barrio de Bernal Heights, en San Francisco, donde vive.
"¿Descontrol? ¿Acá? No pasa nada o, yo me la estoy perdiendo", asegura entre risas. "San Francisco tiene una tradición, desde los hippies, muy asociada al amor libre, el rock y las drogas. Todo lo que había de joda se acabó hace mucho. Acá hoy es todo sano: si hay una droga es es el licuado de pasto".

– ¿Qué opinás de Brotopia?
– Las tendencias son subjetivas. Una cosa es una cultura y otra es cuatro flacos tomando ketamina y bailando una noche. Creo que el libro busca posicionar un mundo que no existe. ¿Hay fiestas sexuales? Puede ser. Como en cualquier lado, pero no es una tendencia cultural.
– Se habla de mucho consumo de drogas sintéticas.
– Acá, hoy por hoy, la droga es lo orgánico y el exceso del modafinil [el neuroestimulante que también es conocido como la "droga inteligente"]. Si te querés hacer el loco te comés 10 zanahorias. Eso es el nerd del Silicon Valley ahora: están en otra, no les importa la droga.
– ¿Hay discriminación a las mujeres y las minorías?
– El tratamiento diferencial negativo de la mujer, y también de la minorías, es un hecho. Silicon Valley logró un doble discurso muy pulido que manejan de manera muy astuta los que ejercen esa discriminación. Es para los latinos, pero no lo asocio a un plan. Quizás tratemos peor nosotros en Buenos Aires a los bolivianos, por ejemplo.
Sueños rotos
Como se ve, los argentinos vinculados a Silicon Valley no están tan de acuerdo con Chang y su Brotopia. Pero el Valle no deja de sorprender y sumar tendencias. A la "droga inteligente", que mencionaba Travizano, ahora se agrega la "orgasmic meditation", o meditación orgánica, una técnica masturbatoria que mezcla yoga, sexo tántrico y meditación. "Están quemados, son cosas de gente que no sabe en qué gastar la guita", opina Mr. A, desde el Valle.
Después de todo, quizás estos sean los últimos estertores del famoso Silicon Valley, el que dio origen a la era digital. Muchas empresas de tecnología, sobre todos las vinculadas al entretenimiento, están mudándose al oeste de Los Ángeles, una zona que ahora se conoce, casi irónicamente, como Silicon Beach. Empresas como Snapchat, Space X, Netflix, Youtube y LinkeIn, entre muchas otras, abren oficinas allí buscando un entorno más cool, distendido y natural. Un poco de sol y playa. Los precios están más por las nubes que nunca y zonas como Santa Mónica, Venice Beach y Marina del Rey, "explotan".
Todo lo contrario al ambiente "dark" que se respira en ciudades como Palo Alto, en el centro de valle de silicio, donde las autoridades ponen guardias en los cruces de vías de ferrocarril para evitar suicidios. "Escuchás las historias del 1%, de los exitosos. El resto a veces la pasa mal. Es muy caro, es muy difícil entablar relaciones. Es denso", asegura Mr. B. "Llegás con toda la energía, a cumplir tu sueño, y terminás con un bajón bárbaro".
Contrastes de la polémica meca tech a la que, más allá de Brotopia, muchos sueñan con conquistar.
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