Los solteros de Silicon Valley se dan por vencidos con los algoritmos del amor

Por Drew Harwell

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(Bloomberg / Andrew Harrer)
(Bloomberg / Andrew Harrer)

Palo Alto (California) – Kate Chan, una comercial digital de 30 años que reside en Silicon Valley, se acercó por primera vez a las aplicaciones de citas con una mezcla de curiosidad y esperanza de que estas plataformas pudieran ayudarla a encontrar a alguien de su agrado.

Pero después de seis meses de pruebas, de salir con muchachos que ella pensaba que eran aburridos u obsesivos con el trabajo, ella ha vuelto a las "citas a la vieja usanza": sin pantalla. Ahora conoce a chicos durante reuniones sobre bricolaje o mientras practica la escalada en el gimnasio.

"No quería confiar más en los algoritmos", dice. "Cuando se trata de eso, realmente tengo que ver a esa persona cara a cara, para obtener esa intuición que no tienes de forma digital", agrega.

Los solteros de Silicon Valley, el corazón de la ambición tecnológica de Estados Unidos, pasan gran parte de sus vidas en silenciosa devoción por el poder del algoritmo todopoderoso, impulsados por la creencia de que la tecnología puede resolver los peores males del mundo.

Pero cuando se trata de los algoritmos del amor, muchos dicen que están perdiendo la fe. Se preguntan si el valle, un lugar infamemente inhóspito para el romance y con el desequilibrio de género más grande del país, ha demostrado ser demasiado desconcertante incluso para sus propias aplicaciones de citas. Pero también les queda una duda fundamental: tal vez los misterios humanos de la química y la atracción no son problemas que los big data puedan resolver.

Melissa Hobley, una ejecutiva de la aplicación de citas OkCupid, suele escuchar las quejas sobre las apps de este tipo y considera que tienen muy mala reputación. Los trabajadores de Silicon Valley "están en el negocio de soluciones rápidas. Y eso no es lo que es el amor", señala Hobley. "No se puede ir con prisas en el amor, ni tampoco se puede presionar. Es recíproco. No estás ordenando un objeto. No recibirás una entrega en menos de 7 minutos", se justifica.

Encontrar amor, agrega, requiere compromiso y energía, y sí, tiempo, sin importar cuán ineficiente seas.

"Tienes a toda una ciudad obsesionada con los algoritmos y los datos, y les gusta decir que las aplicaciones de citas no resuelven el problema", admite Hobley. "Pero si una ciudad es predominantemente masculina, si una ciudad es conocida porque la gente suele trabajar 16 horas al día, esos son problemas que las aplicaciones de citas no pueden resolver", añade.

Una cosa que distingue al grupo de citas de Silicon Valley: la relación hombres-mujeres de solteros jóvenes empleados en el área metropolitana de San José es más alta aquí que en cualquier otra área importante. Había 150 hombres por cada 100 mujeres, en comparación los 125 a nivel nacional.

Esa proporción afecta a la economía y, por ende, a los principales empleadores del valle, que han luchado durante años para atraer a más mujeres a sus filas. Los hombres representan el 70 por ciento de las fuerzas de trabajo de Apple, Facebook y Google, de acuerdo a los archivos de las compañías. Las empresas son tan grandes que los diferentes departamentos, con diferencias de género, apenas se mezclan.

Cuando Jonathan Soma, un profesor de visualización de datos en la escuela de posgrado de la Universidad de Columbia, usó números del Censo para mapear solteros de Silicon Valley, se sorprendió: había códigos postales enteros en Palo Alto con un 40 por ciento más de hombres solteros que de mujeres.

Aquí las mujeres dicen que se sienten superadas por la situación laboral, sobrecargadas de trabajo y menospreciadas por los egos y excentricidades de la industria tecnológica.

Los hombres, en cambio, dicen que se sienten superados pero por estas plataformas. Un empresario tecnológico de 39 años de San Francisco, que abandonó las aplicaciones de citas, dijo: "Tengo una mayor confianza en ganar otro millón de dólares que en la búsqueda de cónyuge".

La soledad del valle ayuda a arrojar luz sobre la forma cambiante del amor estadounidense. Los hombres y las mujeres se van a casar más tarde, y menos, pero sus maneras de conocerse siguen creciendo, y todavía se están uniendo. El número de adultos que viven juntos fuera del matrimonio ha aumentado alrededor del 30 por ciento en la última década, según datos del censo.

De acuerdo a las encuestas del Pew Research Center, millones de estadounidenses de entre 18 y 34 años utilizaron un servicio de citas en línea en 2015. Pero no está claro qué tan exitosas fueron estas apps y si los romances son para toda la vida. Entre las parejas que habían estado juntas durante cinco años o menos, el 88 por ciento dijo que se habían conocido fuera de estas plataformas, sin necesidad de una aplicación de citas.

En las áreas de San Francisco y San José, sede de Coffee Meets Bagel, Zoosk y The League, la tasa de matrimonio de adultos entre 18 y 49 años cayó aproximadamente un 6 por ciento entre 2005 y 2016, según datos del censo. Solo una de cada cuatro personas está casada a los 30 años.

Pero el desequilibrio de género de la zona ha atenuado incluso el acto de encontrar un match. Cuando Facebook, en 2014, compiló sus propios datos para una clasificación de las principales ciudades donde los usuarios pasaron de estar "solteros" a "una relación", descubrió que San Francisco tenía la tasa más baja de nuevas parejas, y San José no estaba muy lejos.

Estos fueron problemas que las aplicaciones de citas ofrecieron su capacidad para corregir, con tecnologías que van desde la atracción masiva hasta la coincidencia de perfiles personalizada. Los usuarios de OkCupid refinan sus intereses respondiendo hasta 3,000 preguntas, incluyendo "¿Debería un país siempre necesitar la aprobación de la ONU antes de declarar la guerra?".

Muchos tienen la sensación de que eso es una especie de tragamonedas, incluyendo Tinder (ya sabes, desliza el dedo y sí hay una coincidencia podrás chatear con tu match), Bumble (donde solo las mujeres pueden iniciar las conversaciones) y Coffee Meets Bagel (las candidaturas son limitadas al día).

En esta ciudad de nativos digitales, las aplicaciones lograron atraer a los usuarios: muchos solteros dicen que se aferran a las aplicaciones, aunque dudan que ayuden porque, de hecho, son un requisito para la escena de citas, y porque piensan que todos los demás también son adictos.

"Es casi como el Síndrome de Estocolomo", dijo un ingeniero de software. "A nadie le gusta la situación, pero todos aceptan que estas son las reglas del juego", agregó al respecto.

Bumble dice que los usuarios de Silicon Valley tienen "una proporción inferior de lograr el match al promedio" de otras grandes áreas metropolitanas.

"Deberías usar Bumble con la intención de conectarte, no observar a la gente", dice Alexandra Williamson, jefa de marca de la compañía. "Una vez que comienzas a adoptar un enfoque acaba teniendo sentido", dice.

Una estudiante de posgrado de 22 años de la Universidad de Stanford dice que usó Bumble para ir a más de 10 citas en los últimos meses, yendo a todos los bares y restaurantes que se ven en la serie satírica de HBO Silicon Valley. Las citas fueron tan decepcionantes que decidió dejar su vida amorosa apartada. "Simplemente no tengo tanto tiempo como para estar en estas aplicaciones tan decepcionantes", comentaba.

Los sombríos parques de oficinas de Silicon Valley nunca fueron conocidos como un paraíso para los que buscaban pareja. Pero las reuniones aleatorias y fortuitas en un bar o una fiesta parecen cada vez más raras. Además, y según varios solteros, la primera vista y el coqueteo ahora se juegan primero en la pantalla.

"Cuando vas a hablar con un extraño y te dice que no, te han rechazado. Sabes que te rechazaron", explica McKenna Walsh, un consultor de 29 años. "En Tinder, si a alguien no le gustas, no recibes una notificación. No lo recuerdas. Ni siquiera lo sabes realmente", apunta.

GetSetDate, una "consultora de citas" con sede en San Francisco que vende sesiones de fotos a partir de USD 500 asegura que "no somos un algoritmo".

Algunos solteros recurren a los "casamenteros" como Amy Andersen, la fundadora de Linx Dating, que dice que muchos clientes probaron las aplicaciones primero pero las abandonaron porque sentían que "buscaban lo imposible".

Profesionales de la industria tecnológica, según Andersen, son a menudo algunos de los menos cómodos vertiendo sus deseos personales en una aplicación de citas. Algunos también son tremendamente hiper-selectivos: cuando algunos solteros entran a su negocio para contarle sobre su tipo, "su lista es muy exagerada: buscan un Adonis de 1.90 metros y multimillonario" y ella no tiene reparo en contestar: "Eso es que estás buscando no existe, es un unicornio". "Es como una mentalidad invencible: he logrado todas estas cosas en mi vida y mi carrera. ¿Por qué no puedo tener esto también?", agrega.

Sus servicios son caros: entrar por la puerta cuesta USD 2,500. Las membresías "básicas" comienzan en USD 35,000 y los paquetes VIP, que incluyen consultas de vestuario, planificación de citas y servicios de "conserje romántico", pueden extenderse a cientos de miles de dólares. Para aquellos que se niegan a pagar el servicio, ella ofrece una alternativa: "deslizar, deslizar y deslizar".