
La mínima bancarización de las familias y empresas que surge de la reducida proporción de saldos en cuentas a la vista, como del uso del crédito bancario sobre el PBI, en un marco de aceleración de la inflación, elevada brecha cambiaria y alta presión impositiva sobre el sector formal de la economía, determinaron que la Argentina se afirmara en 2022 entre los peores puestos en el ranking mundial en el total de préstamos del sistema bancario al sector privado, con apenas 6,3% del PBI en el segmento de pesos y 0,6% del PBI en dólares, completa un pobre 6,8% del total de la generación de riqueza en un año.
Se trata de la menor proporción en más de 60 años, según la serie del Banco Mundial que comienza en 1960, y que estimaba para esa década una media de 10,6% del PBI; alcanza una marca máxima de 31% del producto en 1982; y vuelve a subir transitoriamente en la hiperinflación de 1989 a 39,4%; para luego descender bruscamente hasta 12,5% en el primer año parcial de la Convertibilidad.
Desde ese momento, el uso del crédito privado vuelve a cobrar vigor, hasta 24,1% del PBI en 1999, pero luego se mueve con altibajos en la zona de 15% del PBI, y se derrumba en los últimos dos años en la serie del Banco Central de la República Argentina a 7,8% y 6,8% del PBI a fines de 2021 y 2022, respectivamente.
Claramente, la persistencia de un alto nivel de informalidad laboral: 37% en el segmento de los asalariados y más del 50% en el de los cuentapropistas; junto a la baja capacitación del conjunto de ocupados que determina niveles salariales insuficientes para calificar para un crédito bancario, llevaron a que la economía acentúe la tendencia a operar prácticamente al contado, y financiar mínimamente consumos de corto plazo en el caso de las familias, y principalmente capital de trabajo en el de las empresas.
En ese último segmento, el último Informe Monetario del Banco Central muestra como en el uso de la línea subsidiada de Financiamiento a la Inversión Productiva apenas $509 millones sobre un total de $3.585 millones (0,3% del PBI) correspondía a proyectos de inversión, el resto aplicó a cubrir necesidades de caja.

En las líneas corrientes, en el caso de las empresas el instrumento más usado fue el descuento de documentos -principalmente de cheques de pago diferido-, con 1,6% del PBI, pese a que la tasa promedio que informó el BCRA fue de 61,2% anual, unos 30 puntos porcentuales por debajo del ritmo de la inflación. Le siguieron los adelantos de fondos en cuenta corriente “giro en descubierto”, a una tasa de interés promedio de 74,5% anual, con el equivalente a 0,7% del PBI.
En ambos casos, como más aún en el de las familias, se agrega al efecto de la tasa nominal anual del préstamo los gastos de otorgamiento de la línea de crédito, el IVA sobre los intereses, impuesto de Sellos, y hasta cargos municipales y provinciales, que determinan un costo financiero total varios puntos porcentuales por sobre la tasa de inflación.
Y adicionalmente, conspira contra el impulso al crédito al sector privado la sostenida colocación de de bonos de la deuda por parte del sector público, provocando un claro efecto crowding out, porque si bien no está exento de incumplimiento de pago, ofrece tasas competitivas y no requiere pasar por los “filtros” de los departamentos de riesgo crediticio de las entidades y el cumplimiento de severas normas preventivas dispuestas por el Banco Central para garantizar los fondos depositados por los ahorristas.

El crédito a los exportadores tampoco repuntó en 2022. Por el contrario, la serie del BCRA revela que de un saldo equivalente a USD 11.541 millones en noviembre de 2019 cayó ininterrumpidamente, y actualmente se ubica en apenas USD 3.704 millones, alrededor de 15 días de exportaciones.
Las líneas más usadas por las familias
Las personas humanas encuentran en la financiación de compras con tarjetas de crédito su principal fuente para postergar pagos de consumos presente, con un total de 1,8% del PBI, según la estimación del ente monetario -2,1% del PBI el año previo-, y una tasa de interés promedio nominal de 77,1% anual.
Le siguieron los préstamos personales, principalmente para la compra de artefactos para el hogar, consumos en supermercados, y también gastos de esparcimiento, con 1% del PBI (en 2021 fue 1,2% del producto) y un interés medio de 79,1% anual.
Los préstamos a mediano y largo plazo, como son los prendarios vinculados a la adquisición de un auto o moto de alta cilindrada, y los hipotecarios sobre la vivienda propia mantienen una proporción mínima, equivalente a 0,4% del PBI en cada caso.
Crecer sin financiamiento
De la estadística del Banco Mundial, sobre una base de datos de 156 países, surge que el promedio del planeta registra un aumento de la relación de crédito privado y PBI de 89,5% en 2019 a 98,9% el año siguiente, y se estima se mantuvo en un ritmo de incremento de 2 a 3 puntos porcentuales en los dos años siguientes, a poco más del 100% de la generación de riqueza, en términos de valor agregado.
Por el contrario, en la Argentina cayó a mucho menos de la décima parte. Y respecto de la región contrasta con el 88,7% en Chile; 80% Bolivia; 70% Brasil; 55% Perú; 54% Colombia; 50% Paraguay y poco más de 27% en Uruguay, entre otros.
No obstante, según las cuentas nacionales difundidas por el Indec, el PBI de la Argentina, en pesos constantes, cierra 2022 con un aumento en torno a 7% respecto del nivel que recibió Alberto Fernández a asumir la presidencia de la Nación, tres años atrás. Sin embargo, se trata de un fenómeno estadístico, derivado del bajo punto de partida, habida cuenta de que la economía había entrado en receso en la primera mitad de 2018, cuando el gobierno de Mauricio Macri tuvo que acudir al auxilio del FMI para poder pagar los compromisos externos.
Claramente, para volver a crecer, es clave el resurgimiento del crédito al sector privado, y para eso es vital un ordenamiento económico-institucional que posibilite la recuperación de la confianza, sin la cual no surgirán inversiones, ni creación de puestos de trabajo que permitan elevar la capacidad de pago de los préstamos bancarios por parte de las familias y también las empresas.
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