
Mas que una movida de ajedrez, los cambios en el equipo económico deben ser interpretados como una certera jugada de billar. El tiro principal ejecutado por Martín Guzmán logró colocar a un hombre de su extrema confianza en el directorio del Banco Central. Pero la carambola también implica una suerte de “correctivo” a Roberto Lavagna, luego de la dura carta de fin de año en la que advierte sobre la falta de rumbo de la política económica del Gobierno.
El primer paso de la estrategia de Guzmán fue la designación de su secretario de Finanzas, Diego Bastourre, para ocupar un lugar en el directorio del BCRA. De esta forma, el ministro busca seguir de cerca todos los movimientos dentro de la institución en un momento clave. Los adeptos a teorías conspirativas van un poco más allá: “Ahora el posible reemplazo de Pesce ya está adentro”.
Antecedentes en esa dirección sobran. Uno de los casos más notorios y a su vez recientes quizás haya sido el de Nicolás Dujovne, que como ministro de Economía logró imponer a un hombre de su riñón como titular del BCRA, en el medio de una fuerte crisis cambiaria. Recomendó en septiembre de 2018 para el cargo a Guido Sandleris, que finalmente logró llegar hasta el final del mandato de Mauricio Macri.
En las próximas semanas habrá que llevar adelante una política de fuerte absorción monetaria para evitar que los $ 350.000 millones emitidos a fin de año tengan impacto en el mercado cambiario. Además, también será necesario definir el rumbo de las tasas de interés, teniendo en cuenta la necesidad de quitar pesos del mercado pero además el pico de inflación del último trimestre del 2020.
Ahora Miguel Pesce, titular del Central, tendrá “marcación personal” y deberá dar más explicaciones a la hora de tomar decisiones fundamentales.
Pero Bastourre no ocupará un sillón vacante del directorio, sino que en realidad fue necesario despedir a uno de los directores y le tocó a Carlos Hourbeigt. No fue casualidad: se trata de uno de los dos lugares que Alberto Fernández le había reservado a Roberto Lavagna en el inicio de su presidencia, cuando parecía que el ex ministro se encaminaba a ser una suerte de asesor de lujo. Ahora sólo queda como uno de sus ahijados, el economista Zenón Biagosch, uno de los mayores expertos en Argentina en cuestiones vinculadas con legislación antilavado.
No se puede decir que Hourbeigt está en la lista de “funcionarios que no funcionan”, como le gusta decir a la vicepresidenta, Cristina Kirchner. Al contrario, fue uno de los pocos directores del Central que consiguió cierto vuelo propio, impulsando la normativa sobre Transferencias 3.0, es decir la interoperabilidad del código QR para pagos.
El BCRA profundiza así su estructura “monocolor”, con un directorio prácticamente sin voces disidentes o que puedan matizar determinadas posiciones técnicas o incluso ideológicas. No sólo la independencia de la entidad ya es utópica, sino que además carecerá de miradas dispares a la hora de atacar los serios desafíos que enfrenta la política monetaria y cambiaria.
Es un clásico en la Argentina que una de las señales de empoderamiento que consiguen los ministros de Economía es la designación de hombres de su riñón en el directorio del BCRA. Y eso es lo que logró Guzmán en las últimas horas, achicando al mínimo la posibilidad de cortocircuitos en un momento muy delicado.
La salida de Hourbeigt fue sorpresiva. Los emisarios oficiales tuvieron la “delicadeza” de notificarle primero a Lavagna el último martes, pero no amortiguó la cuestión de fondo. Se trató, en definitiva, de una señal de disconformidad de parte del Gobierno al contenido de la carta pública que el ex ministro había divulgado semanas atrás. En aquella misiva, titulada “Llegó la hora, no más excusas”, el ex ministro de Economía y candidato presidencial planteaba –entre otros puntos- la necesidad de “reeducar, redistribuir, penalizar el intervencionismo inútil y burocrático. En definitiva, darle más poder a los ciudadanos y menos a las estructuras”.
Lavagna conserva presencia en la Cámara de Diputados y sus legisladores son fundamentales para definir la suerte de muchas leyes, pero va perdiendo presencia en áreas estratégicas del Gobierno. Sólo queda su hijo, el economista Marco Lavagna, al frente del INDEC y el mencionado Biagosch en el BCRA.
A Hourbeigt le ofrecieron volver a la vicepresidencia de la Comisión Nacional de Valores, cargo que ya había tenido tres años, hasta 2019. Pero lo rechazó. Dentro del lavagnismo se interpretó que si la respuesta hubiera sido positiva terminaría siendo una señal de “domesticación” que no están dispuestos a ofrecer.
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