Miguel Kiguel: "El cambio en los hábitos de consumo por la suba de tarifas vino para quedarse"

El economista, ex secretario de Finanzas, dijo en una entrevista con Infobae que la población empezó a modificar sus costumbres de compras a partir del mayor gasto en servicios públicos y del pago de los nuevos créditos. Comparte el gradualismo fiscal, aunque no tiene certeza sobre los resultados

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“No espero un año exuberante, pero probablemente resulte parecido a lo que fue la segunda mitad de 2017”
“No espero un año exuberante, pero probablemente resulte parecido a lo que fue la segunda mitad de 2017”

Después de 18  meses del nuevo gobierno, los indicadores de actividad productiva, como el consumo y la inversión, iniciaron un ciclo de reactivación que, no solo mejoró los índices de confianza de la población, sino también favoreció, en alguna medida, el resultado de las elecciones de medio término para el oficialismo.

Pero desde noviembre 2017, y en particular en diciembre, cuando el poder político de Cambiemos impulsó el tratamiento acelerado de reformas que consideró estructurales – como el cambio del factor de empalme para el próximo aumento de la movilidad jubilatoria y planes sociales, el reinicio de las autorizaciones de aumentos de las tarifas de luz, gas y agua, la "recalibración de la meta de inflación", la liberación de los precios de los combustibles, el anuncio del sistema polimodal para el transporte público de pasajeros en el área metropolitana de Buenos Aires y la reducción de las tasas de interés por parte del Banco Central-, hubo un cambio de humor en la confianza de las familias, y con ello reaparecieron indicios de debilitamiento del consumo.

Frente a este escenario, Infobae entrevistó al economista Miguel Kiguel, ex secretario de Finanzas de la Nación y director de la consultora local e internacional, EconViews, quien consideró que "la economía volverá a crecer en 2018 y que el consumo consolidará el cambio de hábitos que se inició en 2016 y que continuó en el último año".

– Hace un año, usted esperaba que el PBI creciera un 3% en 2017 y estimó que no le sorprendería que este 2018 crezca un 3,5%, hasta un 4%. Hoy, después de los hechos de diciembre y de los anuncios de política en los primeros días de enero, ¿mantiene esos pronósticos?
– Creo que la actividad económica cobró impulso en el segundo semestre de 2017, hasta que en diciembre con las discusiones legislativas y la suba de tarifas de los servicios públicos, la confianza del consumidor cayó bastante. Sin embargo me parece que con el correr del año se va a ir normalizando: con el reimpulso de los programas de obras públicas luego del verano habrá algún tipo de inversiones privadas; además, comienzan a activarse los programas de participación público privada, que también harán su aporte. No espero un año exuberante, pero probablemente resulte parecido a lo que fue la segunda mitad de 2017, con un crecimiento promedio del 3 por ciento.

– Viniendo de años de estancamiento en el ingreso por habitante y de retroceso en la participación en el PBI mundial, ¿no parece poco ambicioso un crecimiento del 3%, apenas por debajo de lo que se prevé en el Presupuesto? 
– Está claro que para un país como la Argentina ese 3% debería ser un piso de crecimiento. Pero, obviamente, la suba de las tarifas de los servicios públicos van afectar al consumo. Veo que estamos todos en un proceso de negociación paritaria que va a ser complejo porque la inflación de 2017 fue mucho más alta de lo que era la banda superior de la meta, unos 8 puntos porcentuales y 10 puntos arriba de lo que era el promedio.

– Sin embargo, las estadísticas del Ministerio de Trabajo y el RIPTE, Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables, muestran que el promedio de los salarios subió hasta noviembre entre 4 y 6 puntos porcentuales por arriba de la tasa de inflación del 24,8%, por tanto pareciera que la economía, más allá de la discusión paritaria y de la meta de inflación, se acomodó rápidamente y el poder de compra no cayó…
– Si, pero me parece que parte de los aumentos que usted menciona no se sabe cuánto se atribuye a la recomposición de la pérdida real del año anterior y cuánto correspondió al ajuste de 2017, y cuánto por expectativa de suba hasta la próxima paritaria, por lo tanto es muy complejo comprenderlo bien. De cualquier forma, observo que lo que sí está cambiando es la composición del consumo, porque aún con mejora de los salarios, el gasto tiene una diferente proporción, según los tramos de ingresos, por efecto del incremento de las tarifas de los servicios públicos, del transporte, y también de la medicina prepaga. Por eso, cuando se consulta a los supermercados, dicen que registran menos afluencia de gente; mientras que los mayoristas argumentan que le está yendo bárbaro. Por tanto creo que hay un cambio en las pautas de consumo.

“Estamos todos en un proceso de negociación paritaria que va a ser complejo porque la inflación de 2017 fue mucho más alta de lo que era la banda superior de la meta”

– ¿Su percepción cuál es?, ¿Lo ve como un fenómeno transitorio, producto del proceso de "normalización" de la situación macroeconómica, o como un cambio permanente?
– Me parece que se trata de un cambio en los hábitos de consumo que viene para quedarse porque las tarifas no van a bajar. La situación de la "década ganada" con tarifas muy bajas permitió consumir otras cosas que no eran habituales. Pero además, el atraso cambiario ayudó a la venta de autos, electrodomésticos, turismo, es decir de los sectores con alto componente importado cuyos precios en términos de salarios disminuyeron. Y ahora, como un factor positivo, los créditos hipotecarios están movilizando el mercado inmobiliario, y eso también hace que una parte de la gente se corra para comprar lo que necesita para su casa, como pintura, mobiliario, y pagar la cuota mensual.

“Quien sacó un crédito hipotecario sabe que la cuota le subirá todos los meses, mientras que su salario lo hará una o dos veces al año”
“Quien sacó un crédito hipotecario sabe que la cuota le subirá todos los meses, mientras que su salario lo hará una o dos veces al año”

– Respecto de los créditos hipotecarios ajustables por UVA, ¿cómo cree que impactará la política de relajamiento de la meta inflacionaria, para acomodarla al gradualismo de la reducción del déficit fiscal?
– Creo que no va a afectar la dinámica que registró ese mercado. En primer lugar porque la inflación se espera que siga bajando, de eso no tengo ninguna duda, es decir que estamos en un proceso de desinflación, pese a que en 2017 fue muy poquita respecto de la tendencia previa al 2016 que fue un año complicado. Se pasó de un 28% en 2015 a 25% en 2017, y para este año, con un aumento menor de las tarifas se puede esperar una tasa de 19%, tal vez con un poco de mala suerte se ubique en 20%. Por lo tanto, para lo que es la Argentina me parece que es una desinflación importante. No es lo que uno quisiera, me gustaría tener un dígito porcentual ya, pero el gradualismo fiscal, de la apertura económica, gradualismo en casi todo, también se manifiesta en la tasa de inflación. De todas formas, quien sacó un crédito hipotecario sabe que la cuota le subirá todos los meses, mientras que su salario lo hará una o dos veces al año.

– ¿Y del lado de la oferta de los bancos?  no está creciendo fuerte, en términos absolutos la masa de depósitos ajustable y a largo plazo…
– Creo que lo que puede afectar a la oferta del crédito hipotecario es que los bancos no tienen capacidad de mantener en sus carteras las garantías por los préstamos ajustables que otorgaron, y por tanto deben securitizarlas, y a las tasas que habían empezado, que UVA más 3% o 4% anual no tienen espacio para hacerlo y transferir el riesgo a un inversor de largo plazo. Por eso, se empieza a ver que lo que están haciendo es subir esa tasa a las de mercado, a la que rinde un título público, es decir ahora prestan a UVA más 6%, más 7% anual.

“Lo que puede afectar a la oferta del crédito hipotecario es que los bancos no tienen capacidad de mantener en sus carteras las garantías por los préstamos ajustables que otorgaron, y por tanto deben securitizarlas, eso requiere un mercado de capitales desarrollado”

– ¿Semejante tasa para quien toma un crédito con garantía hipotecaria para la compra de la primera vivienda es razonable?, sobre todo que se trata de una línea que por la garantía que ofrece debiera ser la más barata del mercado…
– Si. La experiencia en Chile muestra que pasó por un proceso similar y hoy está en lo que sería UVA más 3% anual. Lo que sucede es que para desarrollar un mercado de largo plazo se requiere tener un mercado de capitales grande, pero en la Argentina es muy chiquito. Por tanto, si se quiere tener un mercado de hipotecas de $100 mil millones, la pregunta es ¿a quién se le vende y con qué tasa? Ese mercado se tiene que ir desarrollando, lleva tiempo. Por eso en el ínterin es un proceso normal que comienza con tasas altas al principio; y de acá a 5 o 6 años, si el país logró crear un mercado de capitales y todo anda bien, y no surgen cosas raras, vamos a tender a tasas más bajas.

– ¿Le parece bien que el Banco Central haya decidido crear las Letras de Liquidez a corto plazo, Leliq, para regular la liquidez de las entidades en el corto plazo; no va a contramano de fomentar un mercado de largo plazo?
– No, no lo veo así. Creo que el Banco Central siempre quiso usar como instrumento de regulación monetaria los pases (préstamos de corto plazo de y a entidades financieras), pero lamentablemente existe una traba impositiva que hace que no se pueden usar.

– ¿Cuál es esa traba impositiva?
– El cobro de Ingresos Brutos en cada operación por parte de muchas provincias, por eso los bancos son reacios a ir al mercado de pases. Creo que las Leliq lo que tratan de hacer es en realidad que las entidades las utilicen para el muy corto plazo, lo cual no significa que desaparecen las Letras del Banco Central, las Lebac, porque seguirán existiendo como instrumento de inversión para las empresas; los fondos de inversión; y de ahorro para las familias. Lo tuvieron que hacer así por la existencia de un impuesto distorsivo que lo debieran eliminar.

– Ahora con la reforma tributaria se busca la eliminación gradual para diversas actividades...
– Sí, pero para el caso del sistema financiero solo se reduce un poquito, pero seguirá vigente.

– ¿Cómo ve la política del Banco Central que por un lado una semana se reúne el Consejo de Política Monetaria para definir el sendero de la tasa de interés de los pases, dos veces al mes, y en una semana intermedio llama a licitación de Lebac?
– Creo que son consistentes, porque la verdad es que la tasa de política monetaria es la que orienta, es decir la que indica hacia dónde vamos; mientras que la tasa de las Lebac es la que realmente se paga, aunque de hecho está alineada con la primera, porque la tasa de pases tiene una banda de 75 puntos básicos hacia arriba y 75 puntos básicos hacia abajo. La superior es la que cobra cuando le presta a los bancos y la inferior cuando le toma los excedentes, es lo que se denominan pasos activos y pasivos. Hoy está en 28% anual.

– Por tanto, ¿haber fijado la tasa de corte de las Lebac a 35 días en 27,24% anual no fue casual? 
– Claro, eso quiere decir que la fijó en el piso, y seguramente el próximo movimiento, que no sé cuándo lo va a hacer, sea a la baja. Así como antes estaba en el techo. Por tanto no es inconsistente, sino que hay que saberlo leer, aunque difícil de entender. Lo que trata de hacer siempre el Banco Central es que la tasa de Lebac a 35 días esté dentro de la banda de política monetaria.

“Lo que trata de hacer siempre el Banco Central es que la tasa de Lebac a 35 días esté dentro de la banda de política monetaria”
“Lo que trata de hacer siempre el Banco Central es que la tasa de Lebac a 35 días esté dentro de la banda de política monetaria”

– Un indicador que preocupa a muchos analistas, políticos y empresarios, es el abultado desequilibrio negativo de las cuentas externas. ¿Usted cómo lo ve: es un fenómeno transitorio, que forma parte del proceso de normalización de la situación macroeconómica, o, cómo observa en el caso de los cambios en los hábitos de consumo, se trata de un giro, con niveles altos que vinieron para quedarse?
– Sin duda que son niveles altos, equivalentes a 4,5% del PBI. No significa que por eso prenuncie una crisis, pero es una magnitud para monitorear de cerca, porque se trata  de un rango que genera vulnerabilidad, lo mismo que el déficit fiscal. Si uno mira una serie de 15 años se ve que el déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos ha tenido un gemelo que es el déficit fiscal. Obviamente que a veces sube más uno que otro por factores estacionales, por la situación económica de Brasil, la variabilidad del tipo de cambio; pero siempre se observa una relación muy importante en el caso argentino. Por tanto en la medida en que el Gobierno logre reducir el desequilibrio de las finanzas públicas, la situación de las cuentas externas debiera mejorar.

“En la medida en que el Gobierno logre reducir el desequilibrio de las finanzas públicas, la situación de las cuentas externas debiera mejorar”

– Para el corriente año, ¿qué desempeño espera de los déficit gemelos?
– Espero para 2018 nuevamente un déficit de cuenta corriente alto; y que para 2019 comience a verse alguna corrección. El punto central es ver para qué se usa ese rojo. Una parte importante es para turismo, es decir por consumo de argentinos en el exterior, que tiene que ver con el nivel del tipo de cambio, pero también con otros factores. Recién para 2019 puede comenzar a corregirse, cuando tenga dos puntos del PBI de corrección del déficit fiscal primario, respecto de 2017; que las finanzas de las provincias estén un poquito mejor; se puede pensar que el tipo de cambio real también empieza a subir, porque habrá menos demanda de financiamiento externo por parte del sector público. Si eso no ocurre será preocupante, porque indicaría la persistencia de un desequilibrio importante.

– ¿Le parece razonable la decisión del Gobierno en general, y de Hacienda en particular, de hacer depender la gradual baja del déficit fiscal en el esperado crecimiento de la economía, en torno al 3 por ciento?
–  Creo que si se puede hacer lento, ¡mejor!, claramente si aguanta el sistema. ¿Por qué en esto es mejor? porque es menos disruptivo, porque hay mucha resistencia social a la baja del gasto público y al aumento de las tarifas. No digo que no haya que controlar el gasto público, porque algunos esfuerzos se han venido haciendo. Pero hoy, más del 50% del gasto total lo origina el pago de planes sociales y jubilaciones, ahí se está tratando de que suba como la inflación. Respecto de la inversión pública nadie está pensando en que hay que bajarla en este momento, porque la Argentina necesita reducir el costo argentino de logística e infraestructura. Por tanto si el déficit se puede reducir gradualmente será menos traumático socialmente que hacerlo por la vía de políticas de shock. Pero, además, no se debe olvidar que la forma histórica de bajar el déficit fiscal fue aumentando impuestos, eso hoy sería un desastre. No sé si se va a lograr o no, porque va a depender del crecimiento de la economía; mucho lo deberán hacer las provincias; el plan está bien, pero también hay que ver el contexto internacional, si Brasil se recupera, cómo evoluciona la tasa de interés en el mundo. Además, puede aparecer la Ley de Murphy y complicar las cosas.

– ¿Parte de la inversión pública en infraestructura y vivienda no podría ser alentada a que la ejecute y la recupere el sector privado, a través de los programas de participación público privada? ¿Otros países lo han hecho?
– Creo que hay una idea de pasar algunas obras al sector privado a través del régimen de PPP. Las experiencias internacionales con ese régimen son mixtas, las ha habido buenas, las ha habido malas; en última instancia lo que está haciendo el Estado es transferir al sector privado para que haga las inversiones que no está en condiciones de hacer por un tema de eficiencia, de costo, o de financiamiento. Pero en el caso de escuelas, hospitales, cárceles, algunas rutas muy importantes, el Estado lo va a hacer. Me dicen que en Perú anduvo bien; Colombia lo ha ido mejorando, mientras que la Argentina entró tarde al sistema, con lo cual tiene la ventaja de poder aprender de otros y de aprovechar las mejores condiciones de financiamiento internacional.

“No se debe olvidar que la forma histórica de bajar el déficit fiscal fue aumentando impuestos, eso hoy sería un desastre”
“No se debe olvidar que la forma histórica de bajar el déficit fiscal fue aumentando impuestos, eso hoy sería un desastre”

– EconViews elabora un Índice de Condiciones Financieras para el Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas, ¿qué refleja en este momento, después de los hechos de diciembre, la recalibración de las metas de inflación y la baja de las tasas de interés?
– El Índice de Condiciones Financieras lo que mide básicamente es el crédito disponible y sus características. Eso mejoró muchísimo en 2017, aunque a fin de año acusó un leve deterioro por el salto cambiario y la aceleración de la inflación. Enero creo que va a dar parecido a diciembre, no me parece que arroje una mejora. Pero sin duda, la situación de la Argentina ha evolucionado mucho respecto de la situación previa a la salida definitiva del default de la deuda pública. Y ahora creo que está en un nivel razonable y que se va a mantener.

– ¿Cómo ve el comportamiento de las inversiones financieras y la inversión en la economía real?
– El Índice de Condiciones Financieras no mide eso. Hoy claramente el tema de las Letras del Banco Central es relevante, me da la impresión de que se va a ir desarticulando, por la decisión de ir bajando las tasas de interés en la Argentina, especialmente si el Gobierno tiene éxito en la lucha contra la inflación. Pero en el caso de la economía real tiene más que ver con las posibilidades que ven empresarios locales e internacionales, emprendedores, de ganar plata.

– Con el gradualismo que eligió el Gobierno para resolver un mal estructural, como es la inflación, ¿se ven posibilidades de hacer negocios en la economía real?
–  Creo que sí, pero viene lento. ¿La gente en qué ha invertido?, donde vio oportunidades. Cuando el sector público hizo licitaciones para invertir en energías renovables, Vaca Muerta y otros, y de alguna forma forzó al sector privado a tomar decisiones, apareció, porque sino sabía que esa posta la iba a tomar otro. Obviamente que las condiciones eran interesantes y se vio la posibilidad de hacer un negocio. Es el problema del capitalismo en general, y eso se ve en muchos países. Me acuerdo que en México, después de la crisis del Tequila en 1994/95 y que entró al NAFTA, había una discusión muy parecida a la que hay hoy en la Argentina: "la inversión va a volar", no ocurrió nada de eso y el crecimiento tampoco. ¿Por qué? porque está siempre la opción de esperar.

– ¿La normalización de la macroeconomía, con la reducción gradual del déficit fiscal y de la inflación, es una condición necesaria, pero no suficiente, como sostienen muchos economistas?
– Exactamente. Hay que ver al inversor en la actividad productiva cuando diga: ya no hay que esperar y ahora invierto.

– ¿Se está más cerca de ese momento de dejar de esperar y empezar a ver la llegada de inversiones para la actividad productiva y de los servicios privados, o aún faltan más señales que alienten la posibilidad de hacer buenos negocios en el país?
– Son procesos lentos, el mundo no está "volando". Nuestro principal socio comercial que es Brasil nos genera mucho ruido todavía, no sabemos para qué lado va a ir. No me imagino un shock, una lluvia de inversiones, sino un movimiento gradual.

Fotos: Lihue Althabe