El libro que relata los sacrificios de las promesas de Inferiores para llegar a Primera: de los dos casos más conmovedores al ejemplo de un campeón del mundo

“Si tanto ha costado”, la obra del periodista Nicolás Gianfranchesco, se enfoca en el semillero de Ferro como disparador: “No sé cuánta gente realmente sabe lo que hay detrás de cada vida, de cada chico”

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El Huevo Acuña, campeón del mundo con Argentina surgido de la cantera de Ferro, y la tapa del libro
El Huevo Acuña, campeón del mundo con Argentina surgido de la cantera de Ferro, y la tapa del libro

¿Qué hay detrás del esfuerzo de un chico para llegar a Primera? ¿Cuántas situaciones tiene que atravesar para cumplir ese sueño? El periodista Nicolás Gianfranchesco decidió que ahí había algo, que debían contarse esos caminos, esas vivencias. Por eso escribió “Si tanto ha costado”, un libro de 280 páginas con más de 20 historias del semillero de Ferro Carril Oeste, chicos -hoy quizás no tan chicos- que ya llegaron a debutar en la categoría principal, que consiguieron ese objetivo. Mientras el volumen II se prepara para salir a las canchas, conversamos con él a propósito de su producción inicial.

-¿Qué te llevó a explorar el mundo de los juveniles con el fin de retratar sus historias de vida?

-Lo que me lleva a explorar el mundo de los juveniles es que no sé cuánta gente realmente sabe lo que hay detrás de cada vida, de cada chico. Al fútbol soñamos con jugar todos y son poquitos los que llegan y millones los que lo sueñan. Por cada categoría se presentan 30 o 35 jugadores por año y de los que arrancan en Novena terminan llegando como mucho tres si la categoría es buena, el resto se queda en el camino habiendo hecho todo lo mismo que hicieron los pibes que llegaron.

Mi idea era que la gente supiera de primera mano, con ejemplos claros, con casos puntuales, con anécdotas, lo que vive un pibe que abandona su casa o que entrena todos los días y se levanta a las 5 de la mañana porque vive en Derqui y tiene que llegar a un predio que le queda en la otra punta de la ciudad o del Gran Buenos Aires. Que la gente sepa de ese esfuerzo desmedido que hacen desde que tienen seis o siete años cuando se presentan en Infantiles, que no es solo que un día jugó en Primera porque era bueno y porque le gustaba ir a entrenar, sino que además tuvo que soportar un montón de cosas, de vivencias, de pérdidas, de lesiones, de todo.

-¿Por qué “Si tanto ha costado”? ¿Qué significado le otorgás a ese título?

-El nombre del libro se da medio por una casualidad, yo el libro lo estaba escribiendo, ya iba por más de la mitad y todavía no sabía qué nombre darle. Justo la Reserva de Ferro juega la definición de un torneo contra Defensores de Belgrano la última fecha, con el empate era campeón y lo empató sobre la hora. Cuando termina el partido yo digo unas palabras, no me las acuerdo exactamente pero son algo así como ‘si tanto sacrificio ha costado’ y me quedó dando vueltas, porque había costado mucho el partido, había costado mucho estar ahí, había pibes que realmente parecía que iban a irse libres y estaban ahí peleándola y la frase me pareció que resumía a la perfección lo que yo quería contar.

-A Ferro siempre se lo vio como un club modelo en muchos sentidos, ¿creés que en la contención e integración de cada chico tiene un perfil diferente a otras instituciones?

-Yo creo que clubes como Ferro, como Vélez, como Lanús, como Argentinos Juniors, por citar algunos, son clubes que, con menos recursos de lo que puede tener un club grande, logran hacer eso, hacer una familia. Y el caso de Ferro es muy particular porque los otros clubes que yo te nombré son instituciones de Primera, con presupuestos elevados, que venden jugadores en 10, 12 o 15 millones de euros o de dólares y que lograron explotar económicamente en una época donde el fútbol se volvió mucho más redituable.

La venta más grande de la historia de Ferro, salvo la de Acuña que recibió bastante plata por las distintas ventas que se hizo a través de sus distintas transferencias a otros clubes, fue la de Juan Esnaider en los 90 y después de eso Ferro se vino a pique. Entonces que hoy Ferro siga manteniendo, que haya recuperado ese valor de familia, de integración, de contención, creo que es digno de admirar.

-En cada una de las historias que contás se visualiza una tenacidad y un esfuerzo a prueba de cualquier obstáculo y lo que se me ocurre pensar es que el fútbol sigue siendo un motor fuertísimo para poder “ser alguien”, crecer económicamente y salvar a tu familia, ¿Creés que es así? ¿Que ese sueño que se persigue hace que valga la pena todo sufrimiento previo?

-En principio hablar de triunfar y salvar a tu familia no es jugar 20 años en la Primera de Aldosivi o de Ferro o de algún otro club. Salvar a tu familia económicamente hoy en día es irte a jugar afuera y eso es a lo que a veces muchos de estos chicos aspiran.

Después hay un montón de pibes que no, que no lo hacen para salvar a su familia, que lo hacen porque quieren ser parte de lo más lindo del mundo que es ser futbolista. Yo creo que lograr jugar en Primera, entrar en un partido, ponerte la camiseta, paga todo. Lo que pasa es que una vez que estás ahí, que lo logras, querés más. Llega un momento en que estás sumergido y ya lo querés lograr a toda costa, y no lograrlo seguramente mientras más arriba estás, mientras más cerca del objetivo estás, más duro puede ser el golpe. Quizás lo más sano para la cabeza de alguien es quedarse libre en novena o en octava e ir a estudiar.

-La historia de Luciano Jachfe, que de chico debió salir junto a su madre a recolectar comida de la basura logró viralizarse, pero desde luego que no es la única. Dentro de todas las que retrataste, ¿podés elegir un par más que hayan logrado conmoverte especialmente?

-Por ejemplo el capítulo uno es Kevin Vázquez. Es un chico que hoy juega en la Primera de Ferro que, cuando estaba en Novena, se le murió la mamá de un día para el otro, dio a luz a su hermanito y después nunca pudo salir del hospital, se complicó la operación y al tiempito se murió. Pensó en dejar todo el pibe, dejó de jugar, se deprimió, hasta que un día hizo el clic y dijo “tengo que volver, mi mamá hubiese querido que juegue al fútbol”. Volvió y acá está jugando en la Primera de Ferro.

Después una de las más fuertes es la de Lautaro Torres, que es un pibe que sufrió desnutrición infantil, que no conoció al padre, que lo crió la abuela, que con la madre está más o menos, que tuvo un hermano preso, que otros tres se le murieron y la última temporada jugó en Quilmes. Lautaro jugó más de 100 partidos en la Primera de Ferro y, ya en Patronato, le hizo el gol del primer triunfo de la historia contra Boca. Ese día la abuela viajó a Paraná a verlo y él le dedicó el festejo.

-¿Qué hilo común atraviesa todas las historias?

El hilo que conduce, que no deja cabo suelto, es la resiliencia. En todos los capítulos se ven reflejadas historias de superación en las cuales muchos pibes, por más condiciones que tuvieran, debieron luchar contra adversidades o contra la misma realidad, contra la desigualdad, contra la injusticia, contra la pobreza. Y otros han tenido que luchar contra lo que ofrece el mercado, que te traigan un pibe mejor que vos o que justo el hijo de un dirigente juega en la misma posición que vos y entonces ya no la tenés tan fácil, aunque juegues 10 veces más.

Son pibes que viven cosas a una edad que nosotros no vivimos ni en pedo. Yo veo a los pibes que están en Novena, que tienen 14 años, y son pibes que se parecen a mí cuando tenía 17 o 18 en lo que respecta a lo físico. Y en lo que es maduración hasta los ves más grandes que un pibe de 18 hablando. Viven otras cosas, se enfrentan a cosas distintas. Es una carrera que arranca a los 10 años mientras que las nuestras recién a los 18, entonces es otra cabeza.

-¿Cuánto más fuerte es la historia del que viene del Interior en comparación con los “locales”?

-Depende. El pibe del Interior vive cosas que quizás el del Gran Buenos Aires o de Capital no vive. Hay muchos pibes de 15 o 16 que vienen de otra provincia y que de la nada se encuentran sin una contención familiar, viviendo con otros pibes y teniendo que demostrar porque si no en un año te vas. Entonces la mayoría de los que vienen del Interior, no todos, pero una gran parte, en algún momento piensan en volverse, en irse, en aflojar.

Nosotros nos enteramos de los que trascienden, finalmente se quedan y después triunfan, pero son muchos los que en algún momento piensan en irse a la mierda, se la bancan, se quedan y los ves llorar y los ves sufrir y ahí está la contención y el trabajo del club. Ferro tiene una persona que se llama Mariel Falcone, que es la que encabeza todo ese trabajo en la pensión de Ferro. Junto a ella hay un grupo de personas que día a día se acercan, que están con los pibes, que les hablan.

Después está la personalidad de cada uno, algunos se adaptan más fácil, otros no, pero sin dudas que irte a los 14 años de tu casa afecta, sabés que tu familia está sufriendo. Quizás el pibe del Gran Buenos Aires no lo vive, pero también ese pibe no tiene la suerte de vivir en la pensión a tres cuadras del club, tal vez se toma un tren que tiene 2 horas de ida y 2 de vuelta, va mal comido, mal dormido, después tiene que ir a la escuela y quizás algunos no van.

Todos la luchan, pero sí hay una diferencia, hay una diferencia entre llegar a una pensión después de entrenar y no ver a tu familia y saber que no la vas a ver por seis meses, a llegar y verla.

-¿Qué es Marcos “Huevo” Acuña para cualquier pibe que va a probarse a Ferro?

-Yo creo que el Huevo es una referencia ineludible para cualquier pibe que va a probarse a Ferro, sobre todo los que vienen del Interior. Él vino, de no tan chico, desde Zapala y también le costó muchísimo la adaptación. En algún momento pensó en volverse, la pasaba mal, un pibe muy reservado, muy humilde, vivía a dos cuadras de la estación de Floresta, una vez le robaron y pensó en regresar, pero se quedó y la luchó.

Además cumplió todos los procesos como jugador y nunca se olvidó de dónde vino. Él constantemente piensa y habla de Ferro y yo creo que es imposible, cuando lo ves en sus redes, eludir que salió acá porque él nunca dejó que eso pase, él siempre se acordó del club, llegó tres días después de ser campeón del mundo, se bajó de un avión, festejó con la gente y a los dos días estaba en Ferro entregándole su camiseta a Mariel, la camiseta con la que había sido campeón del mundo.

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