Le amputaron las dos piernas y fue campeón de automovilismo: la increíble historia de superación de Adrián Hang

Quiso llegar a la Fórmula 1, pero un grave accidente le cambió la vida. Dentro del hospital planificó su retorno a las pistas y logró títulos en la Argentina e Italia. Su lucha inspiró a varios y hoy hace travesías en moto

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Adrián Hang en sus primeros años en Europa (Adrián Hang)
Adrián Hang en sus primeros años en Europa (Adrián Hang)

Hace 25 años Adrián Hang le vio la cara a la muerte y perdió parte de sus dos piernas en un terrible accidente en la Súper Fórmula Italiana, por entonces una de las promocionales para llegar a la Fórmula 1. Vivió un infierno donde estuvo casi tres meses internado, pero lejos de colgar el casco solo tuvo en la mira volver a subirse a un auto de carrera y, cuando lo hizo, ganó. Al poco tiempo fue campeón e Infobae habló con él para conocer su historia de superación, una de las más fuertes del automovilismo argentino.

Se lo escucha como siempre, con su tono tranquilo y ameno para conversar. A sus 49 años se maneja como aquel chico oriundo de Franck, Santa Fe, que con mucha humildad y con el esfuerzo de los suyos se fue a Europa donde creció de golpe, antes de su choque en el Autódromo de Monza.

“Empecé a correr en karting de tierra a los 9 años en pistas de tierra, donde gané mucha sensibilidad. Fui campeón argentino (1990 y 1991) y ahí conocí a Norberto Fontana y nos hicimos grandes amigos. Corrí dos Mundiales de karting en 1990 (Italia) y 1991 (Francia), cuando también compitieron Ralf Schumacher, Jarno Trulli, Giancarlo Fisichella y Jos Verstappen, el papá de Max, que era muy rápido”, recuerda.

En sus inicios con Carlos Alberto Reutemann (Adrián Hang)
En sus inicios con Carlos Alberto Reutemann (Adrián Hang)

En la época del karting forjó una gran relación con Norberto Fontana. “Nos fuimos juntos a Europa en 1993 y él corrió en la Fórmula Ford Suiza (fue campeón ese año) y yo me fui Fórmula Opel de Alemania. Llegamos allá por medio de un mecánico argentino llamado Rafael Calafell, que nos ayudó mucho”, comenta. Calafell luego se convirtió en un importante jefe de equipo en el Viejo Mundo y por caso fue campeón de la FIA GT con el equipo Maserati.

Partió a Europa con ayuda de su familia, amigos y dos sponsors de su ciudad, una empresa láctea y otra de acoplados. Con 21 años y poco presupuesto tuvo varias anécdotas. “Con Norberto cada vez que íbamos a comer tapábamos el menú y solo veíamos el lado derecho de la carta, comíamos lo más barato, no importaba qué”, revela. “O también una vez estábamos libres en las afueras de Nuremberg y quisimos ir a conocer y nos colábamos en el tren”, agrega. “O íbamos a esquiar y no había GPS y nos perdíamos. Recuerdo otra en Austria, donde el minuto de una cabina telefónica era muy caro y entonces una vez nos acercamos a la oficina del equipo para el que corría, dejamos la ventana abierta y desde afuera agarramos el teléfono. Resulta que en esa época ya había factura controlada y cuando llegó la de ese mes vieron un montón de llamadas a la Argentina y me re cagaron a pedos (risas)”, relata.

El santafesino con Michael Schumacher (Adrián Hang)
El santafesino con Michael Schumacher (Adrián Hang)

Ese año en Alemania fue probador del equipo Parma Motorsport cuyo socio minoritario era otro argentino, Ulises Armellini, que luego fue jefe de diversos equipos en el TC 2000 y Súper TC 2000. “Hacíamos el campeonato alemán y algunas del italiano. Una vez a fin de año en el circuito de Varano Melegari, que está a 1.000 metros de la fábrica de Dallara, hicimos una prueba y probamos el mismo día a Hang y a Jarno Trulli, que era campeón mundial de karting y luego fue campeón de la F3 Alemana y corrió en la F1. Dieron seis/siete vueltas cada uno y en un circuito de 45 segundos (el tiempo de vuelta), Adrián tenía unas condiciones increíbles y terminó siendo ocho décimas más rápido que Jarno”, le cuenta el team-manager a este medio.

Adrián tuvo que volver en 1994 porque no tuvo presupuesto y corrió en la Fórmula 3 Sudamericana. Pero logró reunir el dinero para retornar a Europa en 1995 donde compitió en la Fórmula 2000 Italiana. Allí estuvo con Esteban Tuero y otro chico que probó suerte, Waldemar Coronas. “Tuero era el más chico y era muy reservado, pero con nosotros se daba. Él ese año fue campeón de la categoría, estaba con un amigo suyo y tuvo la posibilidad de volver a la Argentina después de cada carrera. Nosotros nos tuvimos quedar todo el año y solo volvimos una vez al país. Pero en Italia fue más ameno porque los tanos son más copados. A la noche íbamos a un canto bar y a jugar al bowling”, describe.

Adrián tuvo una gran fuerza de voluntad y al segundo día afuera del hospital ya manejó un auto (Archivo CORSA)
Adrián tuvo una gran fuerza de voluntad y al segundo día afuera del hospital ya manejó un auto (Archivo CORSA)

Gracias a una peña de Franck, en la que con cenas y sorteos juntaron dinero, y sus sponsors, pudo seguir en 1996, cuando pegó el salto a la Súper Fórmula Italiana que eran autos de F3, pero con “un motor más potente y gomas Michelin con mucha adherencia y velocidad de curva”, explica. Fue en esa categoría en la que encontró el momento bisagra en su vida…

El 14 de abril de ese año tuvo el accidente en el Autódromo de Monza. “Fue al final de la recta, la primera variante era izquierda-derecha, se enganchó la rueda de mi coche con la de otro, se giró mi auto y como el espacio era mínimo, pegó de forma lateral contra el guardarraíl, se incrustó allí y me rompió las piernas. Por la adrenalina no perdí el conocimiento hasta que llegaron los médicos, cuando me empezaron a atender y vi el helicóptero, ya no me acuerdo más”, cuenta sobre el incidente.

“Estuve dos días inconsciente, y me despertaron porque cuando te están por amputar hay un protocolo donde te avisan y explican la situación. Los médicos llevaron mi pie con la bota y me aclararon que no podían implantarlo. En ese momento lo primero que pensé es cuándo iba a volver a subirme a un auto de carrera, sin importante mi situación”, revela.

Rumbo al triunfo en la Monomarca Gol en Buenos Aires en 1997. Saluda al cruzar la meta (Archivo CORSA)
Rumbo al triunfo en la Monomarca Gol en Buenos Aires en 1997. Saluda al cruzar la meta (Archivo CORSA)

“Después de 13 días me amputaron la otra pierna porque tenía gangrena. Es decir, me cortaron las dos piernas debajo de la rodilla”, cuenta. En el medio del drama pasó de la impotencia y dolor a luchar para salir adelante. “Pensé por qué me tocaba a mí, pero luego lo primero que pensé es en qué tengo que hacer para seguir corriendo. Y esa misma competencia interna es la que te lleva a recuperarte. Tuve la suerte de ser deportista y eso me llevó a intentar seguir caminando sin los pies”, confiesa.

“A mi familia le avisó un periodista que estaba cubriendo la competencia y ellos viajaron lo más pronto posible. En Italia la medicina es pública, me atendieron sin ningún tipo de problemas. Estuve internado 82 días, de los cuales 20 fueron en terapia intensiva. En el día 83 empecé a caminar por mis propios medios. Salí adelante porque los deportistas tienen equilibrio. Luego me acostumbré a caminar con prótesis que es como hacerlo con zancos”, explica.

“Durante esos días en el hospital vino un señor mayor que me dijo que en Bolonia, después de la Segunda Guerra Mundial, se especializó en prótesis. Fui a una entrevista con mi padre y luego fui a la misma ortopedia llamada RTM, que es donde había estado Daniel Scioli cuando se accidentó con la lancha”, agrega sobre ese paso clave que dio para salir adelante.

La familia Hang a pleno en 1999: Adrián con sus hermanos Mariela y Hernán y sus padres Celso y Amanda (Archivo CORSA)
La familia Hang a pleno en 1999: Adrián con sus hermanos Mariela y Hernán y sus padres Celso y Amanda (Archivo CORSA)

Su fuerza de voluntad lo llevó a superarse y “al segundo día afuera del hospital ya manejaba con un auto normal y con las prótesis conduje un Fiat Uno. Eso fue a fines de junio y principios de julio y ya estaba con la cabeza en que quería volver a correr en autos. Mi familia era reacia al tema, pero me vieron tan entusiasmado y seguro que no pudieron opinar”.

En esa rehabilitación también salió adelante gracias al automovilismo argentino e italiano que lo arroparon. Se hicieron diversas colectas donde se publicaron en los autos de carrera el número de cuenta bancaria para ayudarlo a tener las prótesis. También el Automóvil Club Argentino (ACA) organizó una cena para darle una mano.

El día de su consagración en la Clase 2 del TN. Fue en Oberá, Misiones. "Ahora me divierto corriendo y si gano, diez puntos, pero lo importante es otra cosa: es vivir y ser feliz”, reza la bandera de sus amigos de Franck (Archivo CORSA)
El día de su consagración en la Clase 2 del TN. Fue en Oberá, Misiones. "Ahora me divierto corriendo y si gano, diez puntos, pero lo importante es otra cosa: es vivir y ser feliz”, reza la bandera de sus amigos de Franck (Archivo CORSA)

“Nunca pensé en bajarme de la lucha. No hice la recuperación en Italia y me volví a la Argentina y en octubre, noviembre (siete meses después del choque) estaba probando un auto de carrera. Era un auto normal sin ninguna cosa en los pedales. Nunca quise un hándicap para poder manejar más allá de mi situación. No tuve ninguna complicación, me adapté bien y después pasa mucho por la cabeza”, afirma.

Volvió a correr y fue en una categoría santafesina llamada Monomarca Gol. “Tuve que hacer una prueba en la primera licencia médica. Hubo temor por los dirigentes, pero era algo entendible”, indica Adrián, que el 13 de julio de 1997 tuvo un día histórico como emotivo ya que ganó en el Autódromo de Buenos Aires. “Cuando gané fue una satisfacción personal y emoción muy grande porque estás haciendo lo que te gusta, pero de otra manera. Los otros pilotos me vinieron a saludar”, cuenta.

Junto a Alex Zanardi, otro gran ejemplo de lucha (Adrián Hang)
Junto a Alex Zanardi, otro gran ejemplo de lucha (Adrián Hang)

Al año siguiente pasó al Turismo Nacional, donde corrió en la Clase 2 gracias a otro competidor, Oscar Canela, y al año siguiente se consagró campeón. “Fue un campeonato duro en 1999 con muchos autos, muy peleado. Recuerdo que me costó mucho y en la última carrera hasta la última vuelta no se sabía qué podía pasar. Estaba delante del otro piloto que llegó con chances, Néstor Percaz y pude lograr el título”, rememora sobre aquella consagración.

Las buenas relaciones que generó en Italia hicieron que emisarios de la ortopedia que lo atendió viniera a visitarlo por su ejemplo de lucha. “Vinieron en 1998 y 1999 a ver competencias y vino un jefe de equipo del Turismo Italiano. En 2003 me volví a Italia y quedé seleccionado para correr en el campeonato con el equipo PI Motorsport. Fue una temporada muy linda y de doce carreras gané cinco”, describe, aunque hubo algo que lo marcó porque fue un desafío especial: “Gané en Monza, que era la misma pista donde me accidenté. Ahí estaba muy ansioso porque quería correr y ganar. Más allá del campeonato quería ganar esa carrera porque era una revancha personal. La gente de la ortopedia, que bancaba toda mi actividad, se enganchó y puso colectivos para que la gente de su fábrica me fuese a ver”.

Este año volvió a correr y ganó en un zonal santafesino. En acción sobre su Fiat Uno en Rafaela (Gentileza: prensa Categorías TZ Miriam Guirado y Capovilla Gian)
Este año volvió a correr y ganó en un zonal santafesino. En acción sobre su Fiat Uno en Rafaela (Gentileza: prensa Categorías TZ Miriam Guirado y Capovilla Gian)

Aunque más allá de aquella revancha y de un nuevo título, en este caso a nivel internacional, Hang vivió experiencias que lo enriquecieron en lo personal: “Se me acercaron muchos amputados. Intercambiamos opiniones, ideas con personas que piensan una cosa y les voy contando cosas. Vino a verme gente que esquiaba y había sido amputada. El amputado piensa que no va a llegar a hacer las cosas que hacía antes, pero yo quise ser profesional y pude ser campeón”.

Su historia inspiró a muchos, inclusive a un piloto que corrió en la F1 y que triunfó en los Estados Unidos como Alex Zanardi, bicampeón del CART (actual IndyCar) en 1997 y 1998. En 2001 el italiano tuvo un grave accidente en Alemania y también le amputaron sus piernas. “Zanardi se hizo autónomo al día 36/38 de haber sido amputado le pusieron prótesis y se vino manejando desde Alemania a Bolonia. Agarró un BMW, puso la silla de ruedas atrás y manejó como uno más. Nos encontramos en 2003 y él sabía mi historia; estuvimos hablando un rato y nos encontramos en una feria grande que se hace a fin de año en Italia llamada Motor Show”, comenta.

Adrián corrió en Italia hasta 2005 cuando no quiso abusar de la fábrica de ortopedia cuyo patrocinio le cubrió todos los gastos para correr. “En esos años sí pude ver el lado izquierdo de las cartas cuando iba a un restaurante (risas)”, apunta. Volvió a la Argentina y en 2006 regresó al TN, pero en la Clase 3. Ganó carreras, peleó campeonatos y en 2011 pasó al Top Race y se retiró en 2013. “Me bajé porque corrí 32 años de forma ininterrumpida y llegó un momento en el que el físico ya no da”, aclara.

Adrián junto a sus hijas, Millie y Sol (Adrián Hang)
Adrián junto a sus hijas, Millie y Sol (Adrián Hang)

Tiene dos hijas, Millie y Sol, está en pareja con Florencia y tiene una empresa de mecánica para la industria del agro en Santa Fe, donde fabrican caja, palieres y otros elementos. Además, hace travesías en moto cuya única modificación es la palanca de cambios y ya recorrió Sudamérica y Europa. Este año volvió a correr y también ganó en el Turismo Zonal Santafesino (Fiat 128, Uno y 600).

Nunca me quedé pensando en qué hubiese pasado si llegaba a la F1, si eso hubiese sido un sueño cumplido. Me quedo con lo que me pasó, que me permitió ganar como deportista, pero por sobre todo me enriqueció como persona”, analiza.

“Cuando me llama alguien que recién es amputado le digo ‘es una pelotudez, lo vas a superar’. No me pueden creer y entiendo su dolor, pero les cuento que yo tampoco creía y pude salir adelante. Hoy hay personas amputadas que corren 100 metros en diez segundos como Oscar Pistorius. El cuerpo humano es una máquina perfecta e irreemplazable. La vida es linda y hay que adaptarse. Es una cuestión actitud y espíritu. La reflexión es que no hay límites”, concluye Hang, que con su historia demostró estar en lo cierto.

En Italia, en una de sus travesías en moto (Adrián Hang)
En Italia, en una de sus travesías en moto (Adrián Hang)

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