El día que Oscar Gálvez llenó el Autódromo de Buenos Aires sin que hubiese una carrera

Fue para rebautizar el circuito porteño con el nombre del Aguilucho. Se le rindió un emotivo homenaje al que se sumaron Fangio, Reutemann y Froilán González. Hubo 35 mil personas y fue una fiesta del automovilismo argentino

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Oscar Gálvez y su histórica cupecita Ford en la recta principal del Autódromo. El público, de distintas edades, se acerca a saludarlo (Gentileza Foto Raúlq)
Oscar Gálvez y su histórica cupecita Ford en la recta principal del Autódromo. El público, de distintas edades, se acerca a saludarlo (Gentileza Foto Raúlq)

No se quebró y estuvo todo el tiempo con su radiante sonrisa en el ámbito donde Oscar Alfredo Gálvez siempre se movió como pez en el agua: junto a la gente. Ese domingo 19 de marzo de 1989 –finalmente- recibió el gran tributo que mereció toda su vida y su casa, el Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires, fue rebautizado con su nombre. El porteño, de por entonces 75 años, con su simpleza característica se dedicó a disfrutar de un día inolvidable en la Catedral del automovilismo argentino.

El querido “Aguilucho” o “Tito”, como se lo conoció a Gálvez fue uno de los mejores pilotos nacionales de la historia. Dueño de cientos de hazañas en las que se destacan el haber sido el primer argentino en ganarles a los corredores europeos, en una carrera disputada en Palermo el 6 febrero de 1949 en la precuela de la Fórmula 1.

También consiguió cinco títulos de Turismo Carretera (1947, 1948, 1953, 1954, 1961) donde junto con su hermano Juan (el más laureado del TC con 9 títulos) marcaron una época en la que fueron los baluartes de Ford y enfrente, del lado de Chevrolet, tuvieron a Juan Manuel Fangio. En su taller de Caballito le sacaron agua a las piedras a la hora de preparar autos con el recordado Juancito, quien falleció en un accidente en una carrera en Olavarría el 3 de marzo de 1963. “El TC es una categoría de mecánicos antes que de conductores”, decía Oscar.

Oscar, además, se destacó por ser un adelantado. Fue el pionero en nuestro país en usar casco y cinturón de seguridad. Lo propio en armar una jaula antivuelco y trabas en las puertas del coche. También fue el primero a nivel nacional en pintar una publicidad en su auto.

Gálvez encabezando la interminable caravana sobre la Avenida Rivadavia hacia el Autódromo (Archivo CORSA)
Gálvez encabezando la interminable caravana sobre la Avenida Rivadavia hacia el Autódromo (Archivo CORSA)

A su vez alcanzó seis subcampeonatos de TC y es el cuarto en la tabla histórica de ganadores con un total de 43 victorias en 169 carreras (un triunfo cada cuatro competencias), detrás de su hermano Juan (56), Roberto José Mouras (50) y Juan María Traverso (46). El Aguilucho compitió entre 1937 y 1964 (23 temporadas). El único piloto en actividad que se acerca es Guillermo Ortelli (48 años) quien es séptimo en el global de triunfos con 32 éxitos y siete campeonatos. Hace un cuarto de siglo que corre en la categoría. Y Agustín Canapino (31), tetracampeón, ostenta 12 triunfos en la especialidad.

Se retiró a los 51 años, en la Vuelta de Junín el 18 de octubre de 1964 manejando un Ford Falcon. Sintió que había exprimido a pleno su pasión al volante aunque siempre siguió ligado al automovilismo y en especial a la marca del Óvalo donde fue director deportivo del equipo oficial más exitoso en la historia del TC, el que ganó siete campeonatos en fila con Héctor Luis Gradassi (1972, 1974, 1975, 1976), Nasif Moisés Estéfano (1973) y Juan María Traverso (1977 y 1978).

Fue invitado a los Grandes Premios de F1 y al resto de las categorías nacionales y por eso siempre se mantuvo en el ambiente. Hasta que a principios de 1989 un grupo de periodistas especializados comenzaron una movida y elevaron un proyecto a la municipalidad porteña para que el circuito local recibiera el nombre de Gálvez. El Intendente Facundo Suárez Lastra aceptó la solicitud e inició el trámite correspondiente, pero el tema quedó en manos del Concejo Deliberante (hoy Legislatura Porteña). Sin embargo, como inicio del proceso y para darle fuerza a la gestión formal, se llevó a cabo el homenaje al Aguilucho.

Rivales arriba de los autos y amigos abajo de ellos: Fangio y Gálvez (Archivo CORSA)
Rivales arriba de los autos y amigos abajo de ellos: Fangio y Gálvez (Archivo CORSA)

Ese domingo Gálvez fue recibido por Suárez Lastra en la vieja sede municipal, el edificio que hoy sigue estando en la Avenida de Mayo, justo frente al Cabildo. Oscar fue con su vieja cupecita Ford y otros coches históricos del TC también se acercaron. La gente se enteró del evento por la radio, en especial los programas de automovilismo que estaban en plena transmisión de las carreras. Los fanáticos lo acompañaron a Oscar en una caravana a la que se sumaron cientos de vehículos y con un cordón de miles de personas que continuó por la Avenida Rivadavia hasta la Avenida General Paz.

Con el correr de los minutos la también supo que el Autódromo abrió sus puertas para rendir tributo a Gálvez y el escenario empezó a recibir una multitud que quiso darle una bienvenida al ídolo.

“Es una emoción muy grande. En el camino un señor me paró con un nenito, ¿y cómo no iba a parar? Paré y me saqué una foto con el nenito y el señor se fue lo más tranquilo. Toda la gente me aplaudió y saludó. Es demasiado lo que han hecho porque yo en mi vida, en el deporte, hice lo que correspondía”, contó Oscar, que al llegar al Autódromo se encontró con otras cupecitas y autos que en ese año corrían en el TC.

El Pincho Castellano con su Ford, el resto de los autos y el saludo de los banderilleros (Gentileza Foto Raúlq)
El Pincho Castellano con su Ford, el resto de los autos y el saludo de los banderilleros (Gentileza Foto Raúlq)

En el viejo podio que aún está en el palco de honor, recibió una corona de laureles y fue saludado por su amigo y viejo rival, Juan Manuel Fangio, y otro grande como José Froilán González. En la tribuna techada también estuvo Carlos Alberto Reutemann, que también lo saludó a “Tito” y demás referentes como Luis Rubén Di Palma y los corredores que en ese momento competían en el TC, en especial los de Ford, como Oscar Castellano y Jorge Oyhanart, entre otros.

Después le dieron una botella de champán y como en sus épocas de corredor la descorchó y recibió una ovación de las 35 mil personas que se acercaron a brindarle el merecido reconocimiento. Gálvez logró convocar a una multitud al Autódromo sin que hubiese una carrera.

“Es un homenaje muy merecido a un hombre que se ganó su lugar, no solamente como corredor, sino como persona de bien, como amigo. Así que todos estamos contentos con esta demostración”, aseguró Fangio, que demostró otra vez la falta de egos y reconocimiento hacia Gálvez.

Oscar saludando al público en el viejo podio del Autódromo. Detrás aparece la torre de transmisión (Archivo CORSA)
Oscar saludando al público en el viejo podio del Autódromo. Detrás aparece la torre de transmisión (Archivo CORSA)

Mientras que en la pista desfilaron las cupecitas que luego se estacionaron en 45 grados sobre la recta principal y también los coches que en ese momento competían en el TC. Oscar se acercó a saludar a los pilotos y la gente se volcó a la pista en una marea humana que lo siguió y coreó su nombre.

No se cansó de recibir los abrazos de su gente y lejos de molestarse se retroalimentó con ese cariño. Un mimo al alma de quienes lo vieron correr y lo convirtieron en un ícono popular, y de los más chicos que leyeron y escucharon sus hazañas.

Se tomaron su tiempo

Ese día Suárez Lastra inició el proceso formal para que el Autódromo pase a llamarse “Oscar Alfredo Gálvez”. De todas formas, desde aquel 19 de marzo de 1989 todos empezaron a llamar al circuito porteño con el nombre del Aguilucho, algo que se ratificó con su fallecimiento, el 16 de diciembre de aquel año.

Sin embargo, ni la partida física del referente histórico del automovilismo y del deporte argentino aceleró la gestión en la política. Recién el 12 de septiembre de 2002, trece años más tarde, por medio de un proyecto del Diputado Jorge Giorno, la Legislatura Porteña sancionó la Ley 885 donde se formalizó el nombre de “Oscar Alfredo Gálvez”.

Homenaje a Oscar Gálvez. Entrevista y comenta Carlos Alberto Legnani (Campeones)

“Hoy, a más de 12 años de su muerte, considero que dar al Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires la denominación de ‘Oscar Alfredo Gálvez’, no sólo significa un acto de justicia y reconocimiento a tan importante exponente del deporte nacional, sino que, además, normaliza la denominación que, en la práctica es utilizada, con el nombre de nuestro gran ídolo popular”, señaló Giorno en aquella oportunidad.

Infobae habló con Giorno, quien explicó que “el Autódromo no tenia nombre en forma legal. Por costumbre se lo llamaba Oscar Gálvez, pero en lo formal era el Autódromo de Buenos Aires. A instancias de un grupo de amigos de Gálvez liderados por Froilán González, presenté el proyecto de ley, logré que se sancionara y se realizó el acto de imposición del nombre de manera oficial”.

Años más tarde, con la Ley 2.777 del 4 de agosto de 2008, la Legislatura se reivindicó e incorporó el nombre de Juan y con ello los hermanos Gálvez conformaron la denominación de la Catedral del automovilismo argentino.

Pero el imaginario colectivo no necesitó de la burocracia para que el escenario porteño lleve el nombre de sus ídolos porque se lo ganaron con sus triunfos. En el caso de Oscar, tuvo la posibilidad de recibir el homenaje en vida, como corresponde, y por eso aquel domingo fue inolvidable.

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