La intimidad de la nueva vida de Manu Ginóbili a 6 meses de su retiro del básquetbol

Por Daniel Frescó

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Regresó en silencio a la Argentina a fines de noviembre del año pasado, tres meses después de haber anunciado su retiro luego de 23 años de actividad (16 temporadas en la NBA incluidas) y recibido un sinfín de palabras de admiración sintetizadas en el #GraciasManu que poblaron las redes sociales y los medios de comunicación. Un impresionante reconocimiento que incluyó a los más destacados cracks, leyendas y franquicias de la élite del básquet mundial y del público en general. Una unanimidad tan pronunciada que ratificó que para Ginóbili, en la Argentina, no hay grieta que valga.

El autodenominado #ElPibeDe40 en la última temporada con los Spurs, había colgado las zapatillas el 27 de agosto de 2018 casi un mes después de haber cumplido los 41 años y todos sus sueños.

Un Manu relajado, que exprimió al máximo el disfrute por la decisión tomada, se instaló entonces con su esposa Many y sus tres hijos en el país, cumplió con un par de compromisos previamente acordados, para luego dedicarse a disfrutar a pleno de sus afectos más cercanos, en su ciudad natal Bahía Blanca y en las playas de Monte Hermoso, en una de las primeras y más extensas vacaciones en años.

Fue allí donde comenzó a ejercer su nuevo trabajo. Uno que nadie podía haber imaginado y que sorprendió hasta a sus más íntimos: maestro de grado. Una tarea que ya había ejercido brevemente de adolescente cuando le había dado clases de computación, y a su pedido, a un treintañero y poco ducho en esas artes Sergio Oveja Hernández, hoy director técnico de la selección nacional de básquet. "Era tremendo, tremendo… Me daba tarea para llevarme a mi casa y si no la llevaba terminada no me daba la siguiente clase. La entrega tenía que ser a full, cien por cien… en caso contrario él prefería no seguir…", me relató Oveja para el libro Manu, el cielo con las manos. Claro que tantos años después ya no se trataba de informática. Y tampoco de enseñarle a un amigo de la familia. Es que, obligado por la decisión de permanecer tres meses en la Argentina, y con sus mellizos Dante y Nicola aún en pleno ciclo escolar en San Antonio donde cursan sus estudios primarios, tomó las riendas de la continuidad de la instrucción de sus hijos de ocho años para que no perdiesen el hilo del ciclo lectivo.

No fue una tarea fácil. Dante y Nicola, rodeados de primos y amigos, con toda lógica, preferían otras actividades mucho más atractivas para ellos. Y más aún cuando veían que su hermano más chico, Luca de 4 años, no tenía que cumplir con esas obligaciones. Sin embargo, el siempre metódico Ginóbili, inflexible cuando se trata de la educación de sus hijos, estableció dos horas diarias matutinas para el estudio basado en el Método Montessori, el mismo sistema que aplica el colegio donde concurren en San Antonio. Se estima que hay unas 25.000 escuelas Montessori en todo el mundo y en ellas se han educado, entre otros, los creadores de Amazon, Google y Wikipedia.

El método Montessori es un procedimiento de aprendizaje fundado por la científica y educadora italiana María Montessori (1870-1952), que hace énfasis en un ambiente de colaboración en donde no existen las calificaciones o los exámenes.

Según explica la Fundación en su página web, se caracteriza por "proveer un ambiente preparado: ordenado, estético, simple, real, donde cada elemento tiene su razón de ser en el desarrollo de los niños" y "ofrece oportunidades para comprometerse en un trabajo interesante, elegido libremente, que propicia prolongados períodos de concentración que no deben ser interrumpidos". Precisamente, este último fue uno de los aspectos que más trató de hacer cumplir Manu. Ese tiempo de estudio para sus hijos no debía ser interrumpido por visita alguna, una de las pocas condiciones que impuso a sus familiares y amigos. Mientras tanto, y basado en los principios del método, fue observador y guía para estimularlos en sus esfuerzos y permitirles pensar por sí mismos. Trabajó con materiales especialmente diseñados para que los chicos pudieran reconocer el error por sí mismos y hacerse responsables del propio aprendizaje. Un concepto, este último, que bien podría definirse como método Ginóbili que por experiencia propia, aplicó durante toda su vida profesional y que le permitió alcanzar logros increíbles.

En su casa vacacional en Monte Hermoso instaló un aro y se vio “forzado” a jugar con sus hijos
En su casa vacacional en Monte Hermoso instaló un aro y se vio “forzado” a jugar con sus hijos

La vivencia de convertirse en maestro de sus hijos implicó para Manu también aceptar cierta apertura. Muchas veces la llegada de los abuelos Jorge Yuyo Ginóbili y Raquel Maccari, era la excusa perfecta para que los mellizos dieran por finalizado el tiempo previamente estipulado. Sin embargo, las bondades del método, hicieron que la educación se extendiera durante el resto del día. Una de las tareas específicas acordadas era aprovechar el contacto con la naturaleza para que identificaran todo tipo de animales, bichos e insectos para conocer más acerca de ellos y recolectar toda la información posible. Y así lo hicieron. Pasear por los médanos de Monte Hermoso, observar las orcas en el estuario de Bahía Blanca y las retamas en flor de Villa Ventana fueron algunas de las experiencias disfrutadas. Y la recorrida por el fascinante yacimiento de huellas fosilizadas, cercanas a Pehuen Co, uno de los focos de mayor interés. Allí, en los tres kilómetros de extensión pudieron divisar huellas fósiles de todo tipo de aves (flamencos, teros, gaviotas, ñandúes, entre otros) y hasta de mamíferos extinguidos. No faltó tampoco una visita relámpago al Parque Nacional Iguazú con la inmensidad de las cataratas y la riqueza de su flora y fauna. En definitiva, el cruce de vacaciones con el contacto directo con las bellezas del medio ambiente, hizo que pudieran cumplir con los objetivos propuestos.

Claro que sobró tiempo y mucho para otras actividades. "Desde que me retiré prácticamente no toqué una pelota de básquet", reconoció Manu en la distendida entrevista que le otorgó durante su permanencia en la Argentina, al mago, comediante y youtuber bahiense Agustín Aristarán, el ya célebre Radagast. El "prácticamente" tiene una explicación. Es que, empujado por sus hijos, a los que ya "les picó el bichito" del básquet, debió colocar un aro en el garaje de la casa donde se alojaron en Monte Hermoso.

Cuentan los que lo vieron que no resultó tarea sencilla la instalación aun teniendo la ayuda de sus amigos y ex compañeros de la Generación Dorada Alejandro Puma Montecchia, Fabricio Oberto y Juan Ignacio Pepe Sánchez, con quienes compartió el fin de año. Pero ya con la tarea cumplida, Dante y Nicola, con la colaboración de papá Manu, tuvieron un lugar donde practicar sus tiros. El contacto con el baloncesto no terminaba allí. También impulsado por sus hijos, que no querían perderse los partidos que daban por televisión, tuvo que observar algunos de la NBA y de la liga española, donde juegan otros ex compañeros de la selección como Facu Campazzo, Nicolás Laprovittola y Gabriel Deck.

Al mismo tiempo, Manu sumó nuevos desafíos. En San Antonio, tras el retiro, había comenzado a practicar yoga, tenis y hasta había empezado a utilizar la bicicleta para hacer paseos. Es que aunque parezca mentira, hasta ese momento, el ganador de cuatro anillos de la NBA, no había logrado domarla. Paradojas difíciles de explicar, solo posibles desde la perspectiva del Manu más terrenal. Y con la serenidad de quien vive con libertad su vida ya no profesional, se atrevió en las playas de Monte Hermoso a la práctica del "paddleboarding", conocido en español como surf de remo. Así, subido a la tabla y remo en mano, Ginóbili se entregó a esta disciplina, al estilo Manu, con intriga primero y con entusiasmo después, en las aguas del océano atlántico.

Un Manu recargado, luego de días de paseos, relax, encuentros familiares y con amigos, algunos de ellos compañeros de la Escuela Nacional de Comercio de Bahía Blanca donde cursó el secundario, en el que puso en práctica aquello que le dijo a Radagast en la mencionada entrevista ("hago lo que quiero, como quiero y cuando quiero"), ya se encuentra por estas horas de regreso en San Antonio.

Manu cosechó cuatro anillos de campeón de la NBA con los Spurs (Foto: AFP)
Manu cosechó cuatro anillos de campeón de la NBA con los Spurs (Foto: AFP)

Allí retomó la rutina de padre a tiempo completo que comienza a las 7 de la mañana cuando se levanta para llevar a los chicos al colegio. Un Ginóbili que también empezó a conectarse con lo que sucederá el próximo 28 de marzo cuando en un merecido homenaje, los Spurs retiren la camiseta número 20 (será el noveno jugador de la franquicia con ese privilegio) que quedará colgada para siempre del pabellón del AT&T Center. Será en el marco del encuentro en el que San Antonio enfrentará a unos devaluados Cleveland Cavaliers, ya sin Lebron James en sus filas. No parece haber sido elegido al azar ese día. Hacer el homenaje en ese partido, sin gran atractivo deportivo para los fans, significará la posibilidad de que haya un estadio dedicado enteramente a rendirle tributo a Manu.

El recinto, con capacidad para 18.581 espectadores, se vestirá de gala y lucirá completo (quedan hoy remanentes de tickets que van desde los 142 hasta los 1.431 dólares, de acuerdo a la ubicación). Entre los que ocuparán esas butacas habrá un nutrido grupo de familiares y amigos especialmente invitados por Manu y hasta más de un centenar de compatriotas que organizados en un tour o en forma individual viajarán directamente desde la Argentina.

Y para tener una noción más exacta de la dimensión del evento, cuyos detalles dará cuenta próximamente Infobae, vale decir que hasta la propia NBA está involucrada en la organización. Incluso, desde su división Latinoamérica se lanzó un sorteo a través de internet (www.graciasmanu.com.ar) para que dos personas puedan viajar, con pasajes, hospedaje y tickets incluidos, a presenciar lo que será una jornada histórica. Ya hay más de 37.000 anotados, número que sigue creciendo a ritmo acelerado. El cierre de la inscripción se producirá el 10 de marzo.

No resultaría extraño que Manu se esté preparando para ese día. Pero no respecto de la organización, sino en su fuero íntimo. Es que, fiel a su estilo, siempre prefirió que los reflectores estuvieran posados sobre el equipo y no en su persona. Y esa será una noche distinta. Dedicada exclusivamente a él. Con un AT&T Center rendido a sus pies. En la que también será una muestra concreta del cierre de una etapa de su vida que ya no volverá. Pero también de la que será a partir de ahora. Para terminar de completar el cierre de un retiro modélico. Trabajará entonces ese pudor para poder relajarse y dejarse tomar por la emoción, inevitable y profunda, que lo llevará de la mejor manera posible, a la próxima estación de su vida.

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