Es posible que este jueves, alrededor de las 19.20, se saluden con un abrazo como lo hicieron siempre que se enfrentaron como entrenadores. Pero en el fondo, allí donde las cámaras televisivas no pueden enfocar, habrá entre ellos una disputa sorda, una suerte de clásico detrás del clásico que Racing y River animarán por los octavos de final de la Copa Libertadores. Eduardo Coudet y Marcelo Gallardo tienen una relación más bien fría desde que jugaron juntos en River entre 2003 y 2004.
Entre el Chacho y el Muñeco existe algo así como un distanciamiento intelectual, una barrera que nace de sus distintas personalidades: más bien histriónica la del técnico de Racing, mucho más seria en el caso del entrenador de River. Esos distintos perfiles hicieron que cuando jugaron juntos convivieran sin más afinidades que la propensión de ambos por jugar con la pelota contra el piso y por encontrarse para darle generación de juego al equipo.
"Recuerdo que no estaban peleados pero que siempre hubo una distancia entre ellos cuando no estaban adentro de un campo de juego", recuerda, en diálogo con Infobae, un excompañero de ambos que pide reserva de su nombre.
Aquella frialdad se transformó en grieta hace dos años, cuando River fue a buscar a tres jugadores del Central que dirigía Coudet: el lateral Víctor Salazar, el mediocampista Walter Montoya y el delantero Marcelo Larrondo, al cabo el único que terminó desembarcando en el conjunto de Núñez y que hoy está a préstamo en Defensa y Justicia.
Esa ida de Larrondo a River generó asperezas y un cruce dialéctico indirecto entre los técnicos, ya que Coudet también dijo que desde Núñez hicieron intentos por contratar a otros dos exjugadores del plantel Canalla de entonces: Damián Musto y Pablo Alvarez. "River ya llamó a cinco de mis jugadores y no me sorprende. Lo de Larrondo está terminado. Quiero buscarle un reemplazante. Ahora hay que dejar atrás esto, que es una decepción a nivel personal", expresó Coudet, apuntándole por elevación a Gallardo, quien respondió con firmeza al recoger el guante: "Los jugadores no son esclavos de los clubes. No voy a permitir que uno de ellos no pueda crecer económica y futbolísticamente. Si el pase beneficia al jugador y al club, no se puede negar".
Mauricio Tallone, jefe de Deportes del diario La Capital de Rosario, afirma: "A Coudet le molestó sobremanera que en su momento River fuera a buscar a Salazar, a Montoya y a Larrondo porque entendió que le podían desmantelar el plantel y eso hizo que la relación con Gallardo empeorara silenciosamente".
Un partido decisivo, la final de la Copa Argentina 2016 que River le ganó 4 a 3 a Central en Córdoba, avivó la llama del distanciamiento entre ambos, tal vez por lo que estuvo en juego: un título (algo que el equipo rosarino no consigue desde hace 23 años, cuando se quedó con la Copa Conmebol 1995) y un lugar en la Copa Libertadores 2017. En la previa de aquella cardíaca final, Coudet aseguró que se trataba del partido más importante de su carrera.
En el último enfrentamiento entre ambos, el clásico que River le ganó 2 a 0 a Racing por la Superliga, el 8 de abril en Avellaneda, se saludaron amablemente: en definitiva, nunca se mostraron enfrentados públicamente.
Más allá de todo, se tienen mucho respeto profesional. Gallardo sabe que los equipos de Coudet juegan con mucha intensidad física y un marcado rasgo ofensivo. Lo mismo ocurre con el Chacho, que incluso postuló públicamente al Muñeco como el candidato que él elegiría para dirigir a la Selección Argentina. "En mi opinión, el candidato es Gallardo porque conozco el lugar donde está y no es fácil sostenerte cuatro años", dijo Coudet el 31 de julio.
Coudet y Gallardo supieron ser referentes de un mismo vestuario y en River ganaron juntos el torneo Clausura 2004, pero solo tuvieron química para tirar paredes adentro de una cancha. De eso ya pasaron catorce años y la relación entre ambos se fue enfriando cada vez más con el paso del tiempo. No son enemigos ni mucho menos, pero esta frase de otro excompañero de ambos en River podría resumir la relación que tienen actualmente: "Si fueran caminando de frente y por veredas diferentes, dudo mucho que alguno de los dos pueda tener la iniciativa de cruzarse para darle un abrazo al otro. A lo sumo, podrían levantarse la mano".
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