
Durante la pasada primavera, comenzó a circular en la industria editorial el rumor sobre “el libro blanco”, una novela autopublicada con una portada llamativa y minimalista que rápidamente se consolidó como uno de los mayores éxitos de ventas del año. Nadie sabía exactamente cómo lo había logrado. tenía una distribución limitada y prácticamente no contaba con campañas de publicidad ni de marketing. Su autor, Allen Levi, vivía solo en 650 hectáreas de terreno familiar -en su mayoría cubierto de pinos- en Georgia, donde cuidaba abejas, mantenía un blog y subía videos musicales caseros. Ese era prácticamente el alcance de su presencia en redes sociales. “Estoy escribiendo un libro y me está volviendo loco”, cantaba Levi, de 69 años, en uno de esos videos. “Estoy escribiendo un libro y estoy perdiendo la cabeza”.
La novela narra la historia de un anciano desconocido, Theo, que un día llega a la pequeña ciudad de Golden. Al ver una serie de retratos dibujados a lápiz en una cafetería local, decide comprarlos todos, con la intención de entregar los 92 dibujos a sus retratados. Al hacerlo, transforma silenciosamente a la comunidad que acaba de conocer. Aunque en las conversaciones Levi suele mencionar a Wendell Berry o David Brooks, su narrativa recuerda a escritores como Paulo Coelho, Matt Haig y Mitch Albom; la novela posee un tono alegórico y luminoso, pensado para inspirar admiración ante los caminos de la vida. Aun así, el autor incluyó un giro argumental final tan duro que, en las presentaciones públicas, los lectores le preguntan insistentemente por él.
“No quería que alguien interpretara la historia como algo ingenuo o meramente sentimental”, comentó Levi durante una conversación por Zoom este mes.
El propio camino del autor ha tenido algunos giros. Durante 13 años ejerció la abogacía en Columbus, Georgia, luego viajó al extranjero para estudiar literatura escocesa en la Universidad de Edimburgo y después se convirtió en cantautor a tiempo completo, actuando en eventos corporativos y para Young Life, una organización cristiana para jóvenes. Durante un par de décadas, el aeropuerto de Atlanta fue prácticamente su segunda casa. Hacia 2010, cansado de la vida itinerante, redujo sus giras para pasar más tiempo con su hermano enfermo y su padre, un ingeniero forestal de edad avanzada. Por un tiempo incluso regresó al derecho, ocupando brevemente el cargo de juez testamentario en el condado de Harris. Pero cuando terminó su mandato, “no sabía qué haría después”, contó Levi. Una mañana, mientras esperaba en la fila de su cafetería habitual y observaba los retratos expuestos, pensó: ¿No sería divertido si alguien los comprara todos?

Compró algunos y, “durante los días y semanas siguientes, los miraba e imaginaba qué historias tratarían de contarme”, relató Levi. De esas reflexiones surgieron los personajes de Kendrick, un conserje de la universidad cercana; Simone, una estudiante de violonchelo; y Ellen, una mujer sin hogar que suele recorrer la plaza pública en bicicleta. Poco a poco, los encuentros de Theo generan amistades profundas y revelan su pasado trágico, así como los motivos de su llegada a Golden.
Escribir canciones siempre le resultó más sencillo, ya que podía cubrir cualquier imperfección con música. Levi no planeaba publicar el manuscrito; terminarlo ya le parecía suficiente. Sin embargo, sus amigos de la universidad, un grupo muy unido que se reúne cada año para recordar viejos tiempos y rezar, lo animaron a compartir el borrador (título provisional: “Había un hombre viejo”). “Le dijimos: ‘Tienes que hacer algo con esto’”, contó uno de ellos, Ben May. “‘No lo vuelvas a guardar en un cajón ni te conformes con haberlo terminado’”.
Levi contó con la ayuda de su sobrina Aron Ritchie, entonces gerente de proyectos en Alabama, para llevar “Theo” a la publicación en octubre de 2023. Aunque estudió a fondo las particularidades de la autopublicación, optó por una estrategia modesta de promoción. Elaboró una hoja de cálculo con los contactos de Levi a lo largo de las distintas etapas de su vida -infancia, universidad, música, voluntariado en escuelas y en un hogar para niños en acogida-, pidiéndoles que difundieran la noticia. Por las noches, después de acostar a sus hijos, publicaba mensajes en grupos de Facebook desde su teléfono, intentando llegar a clubes de lectura de todo el país. (“Facebook no está muerto”, afirmó Ritchie). Si el grupo estaba cerca, Levi iba a visitarlos personalmente y se reunía con 10 o 20 personas. Cada pocas semanas, Ritchie le preparaba una lista de “almas buenas con las que conectarse”: lectores que enviaban mensajes de agradecimiento, docentes que querían incluir el libro en sus cursos o personas que lo compartían en grupos de apoyo a pacientes con cáncer.

“Theo of Golden” vendió 3,000 ejemplares en 2023. En 2024, alcanzó los 25,000. Ritchie esperaba una caída de ventas a principios de 2025 - “octubre, noviembre y diciembre son los mejores meses”-, pero las cifras se mantuvieron. En primavera ocurrió un repunte que aún no logra explicar y de pronto comenzaron a vender mil ejemplares por día. “Nunca sabremos, en esta vida, cómo se conectó todo esto”, dijo ella. Tal vez fue un viejo amigo de Levi empleado en el área de deportes de la Universidad de Alabama: “Hay muchos fanáticos locos del fútbol de Alabama”, sugirió May. O quizá fue un entusiasta de Macon, Georgia, que compró tantas copias que Levi bromeaba diciendo que debía lanzarlas por la ventana de su auto.
El público inicial del libro se concentró en el sur de Estados Unidos y llegó principalmente a través de Facebook, “que es una plataforma usada por personas mayores”, señaló Kate Nintzel, directora editorial de Atria Books, el sello de Simon & Schuster que adquirió los derechos de “Theo” en octubre. “Eso fue clave tanto para el descubrimiento como para la manera en que el libro se lee y conecta”.
El camino de Levi hacia la publicación “tiene una pureza”, opinó Sean deLone, editor de Atria Books, quien describió como muy competitivo el proceso de adquisición de “Theo”: “Todos en la industria sabían que era algo especial”. En sintonía con la personalidad de su autor, el mensaje del libro -acercarse a los desconocidos, pequeños actos de generosidad, encuentros fortuitos sin la mediación de la tecnología- convirtió a los lectores en fervientes recomendadores.

Ese mensaje se vuelve abiertamente religioso hacia el final de la novela. Aunque Levi asegura que no pretendía escribir una novela cristiana -de hecho, rechazó la propuesta de una editorial cristiana-, su fe y su obra literaria están ligadas. (Además, citando a Flannery O’Connor, recuerda que el sur sigue siendo una región “acechada por Cristo”). El protagonista, Theo, “quería que las personas experimentaran el amor de Dios y vieran la imagen de Dios en sí mismas, por eso los retratos”, explicó Levi. “Pero para quien no comparta esa perspectiva religiosa, igual puede leerlo como una historia sobre la bondad, y creo que puede tocar su corazón”.
Cuando las editoriales comenzaron a hacer ofertas, Ritchie analizó las cifras y le dijo a su tío que podría ganar más dinero si seguía siendo independiente: “Pero lo que estaba dispuesto a sacrificar era la distribución”. Levi sentía una misión, afirmó ella: “Si alguien lee algo que él ha escrito y eso lo impacta o lo acerca a su Dios, para él eso es un logro”.
La siguiente etapa de esa misión -una secuela centrada en Ellen, un personaje erudito y excéntrico- ha resultado “sumamente difícil, porque ahora hay expectativas”, reconoció Levi. También es difícil porque le ocurrió algo trágico al personaje. Es el reverso del desafío que enfrentó con “Theo”: esta vez, la tristeza “se siente casi opresiva”, admitió con una sonrisa. “Así que estoy tratando de encontrar la manera de equilibrar eso”.
Fuente: The Washington Post
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