El 6 de junio de 2020, la vida de Mina Smallman cambió para siempre. Sus hijas, Bibaa Henry y Nicole Smallman, fueron brutalmente asesinadas mientras celebraban el cumpleaños de Bibaa en un parque. Desde entonces, Mina ha estado en una incansable búsqueda de justicia no solo para sus hijas, sino también para desafiar las raíces profundas de la misoginia, el racismo y el clasismo que percibe en la Policía Metropolitana y la sociedad británica en general.
La tragedia que enfrentó Smallman se hizo más desgarradora cuando se descubrió que dos oficiales de la Policía Metropolitana que debían custodiar la escena del crimen compartieron fotografías de los cuerpos de las víctimas en un grupo de WhatsApp. La respuesta pública fue escasa, un hecho que contrastó dramáticamente con la amplia cobertura mediática y social que recibió el caso de Sarah Everard, una joven desaparecida el verano siguiente. Según relata Mina en su libro A Better Tomorrow (“Un mañana mejor”), este hecho subrayó para ella las diferencias en cómo los medios y la policía trataban los casos según la raza y el origen de las víctimas.
Mina Smallman, quien hizo historia al convertirse en la primera archidiácona de color en la Iglesia de Inglaterra, entrelaza en su libro sus vivencias personales con la tragedia que enfrentó. Su narrativa explora cómo su difícil infancia y su papel como educadora y líder religiosa influyeron en su capacidad para enfrentar y perdonar. Este libro no solo es un testimonio de su lucha personal sino una reflexión sobre las sistemáticas fallas sociales e institucionales que ella ha decidido desafiar.
En A Better Tomorrow, Smallman aclara que no culpa a la familia de Sarah Everard ni a los individuos específicos por las diferencias en la atención mediática, sino que señala la responsabilidad de los editores y las estructuras tras la decisión de qué se considera noticia relevante. “Nunca se trató de una competencia”, escribe Smallman, quien cuestiona por qué la desaparición y asesinato de sus hijas no tuvo la misma repercusión.
La actitud de Smallman hacia la policía es matizada. Reconoce el esfuerzo de algunos oficiales que más tarde se ganaron su confianza, pero no perdona los fallos iniciales. “No les importó porque miraron la dirección de Bibaa y pensaron que sabían quién era. Una mujer negra que vivía en un barrio de protección oficial”, escribe en su libro. Aunque la Oficina Independiente de Conducta Policial no encontró pruebas explícitas de prejuicios raciales, socialmente Smallman señala que el contexto vital de sus hijas nunca debió influir en la seriedad del trato que se les dio.
La descripción que hace Smallman de su enfoque ante el racismo es pragmática: prefiere formular sus preocupaciones en forma de preguntas para evitar que las directas acusaciones generen defensividad. Ejemplos de preguntas que plantea incluyen: “¿Por qué el asesinato de dos hermanas no se consideró inusual o lo suficientemente importante como para encabezar los boletines?” y “¿Por qué no hubo una vigilia pública por sus hijas, como la hubo por Sarah?”.
Más allá del dolor personal, Smallman examina el proceso judicial contra el adolescente condenado por el asesinato de sus hijas, quien alegó haberlas sacrificado en un pacto con el diablo. Intenta comprender qué pudo fallar en la vida del joven para llegar a tal acto de violencia.
La fuerza y la esperanza que impulsan a Smallman tienen raíces profundas en su fe religiosa. A través de la religión, encontró la capacidad de perdonar al asesino de sus hijas, y su experiencia de vida, a pesar de su complicada relación con su madre biológica, ayudó a cimentar su resiliencia. Criada parcialmente por una madre de acogida que le mostró un hogar tranquilo y amoroso, Smallman atribuye a estos primeros años la base de su capacidad para ser una buena madre.
En su testimonio, Smallman describe cómo el ciclo disfuncional en su familia fue roto. Su propia hija sobreviviente, Monique, es un testamento de ese cambio. La creencia de que el cambio es posible, que se pueden romper patrones y predeterminadas narrativas de desigualdad, es una constante en su campaña por la seguridad de las mujeres, reflejando esa esperanza en cada palabra de su libro.
Smallman continúa su lucha, convencida de que “las cosas van a cambiar”. Su historia no solamente expone las profundidades de una tragedia personal y familiar, sino que también es un llamado urgente a la sociedad para enfrentar y revisar sus prejuicios inherentes y estructurales.
Bibaa Henry era una trabajadora social de alto nivel, mientras que Nicole Smallman, conocida como Nikki, era una joven de 27 años con un futuro brillante. Ambas fueron víctimas de un sistema que, según Smallman, fracasó en brindarles la protección y la justicia que merecían. En su reflexión final, A Better Tomorrow muestra que la esperanza, el perdón y la fortaleza son las claves para superar las adversidades más oscuras, y que el verdadero cambio comienza por el reconocimiento y la acción.
Mina Smallman ha transformado su dolor en una poderosa herramienta para el cambio, y su historia resuena como un faro de esperanza y persistencia en la lucha contra las injusticias sociales.