La belleza del día: “Retrato de Elizabeth Siddal”, de Dante Gabriel Rossetti

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

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"Retrato de Elizabeth Siddal" (1854), por Dante Gabriel Rossetti
"Retrato de Elizabeth Siddal" (1854), por Dante Gabriel Rossetti

De las derivas de una salvaje cabellera roja

Elizabeth Sidall (1829-1862) posó para este retrato –de 18 x 16,1 centímetros, hoy en el Museo de Arte Delaware– que el pintor y escritor inglés Dante Gabriel Rossetti (1828-1882) firmó en 1954. Ella también pintaba y escribía, pero como era habitual para las mujeres de su época, su producción artística permaneció a la sombra del trabajo de sus colegas varones.

Elizabeth provenía de una familia que gozaba de un buen pasar, pero cuando ella aún era pequeña, en 1831, la economía familiar venida a menos obligó a los Siddal a instalarse en una zona más modesta, en el sur de Londres. Aunque no hay constancia de que haya asistido a la escuela, ella sabía leer y escribir; es probable que sus padres le hubieran enseñado. Esto posibilitó un encuentro fortuito que sería determinante: al desenvolver una porción de manteca que estaba recubierta por papel de diario, les prestó atención a unas palabras dispuestas en verso: se trataba de un poema de Alfred Tennyson que le despertó el amor por la poesía y la necesidad de escribir.

Sin embargo, no había en ella ni en su familia aspiraciones artísticas. Por necesidad económica, Lizzy –así la llamaban– comenzó a trabajar como modista en una casa de sombreros en Cranbourne Alley. Allí, en 1849, fue descubierta por Walter Deverell, un pintor que integraba la Hermandad Prerrafaelita; este grupo estaba conformado por siete artistas que rechazaban el arte académico –que ponderaba el estilo renacentista de Rafael o Miguel Ángel– y rescataban personajes y leyendas medievales muy idealizados.

Deverell aguardó en la calle a que la joven terminara de trabajar, y cuando ésta se disponía a regresar a su casa, se presentó como uno de los integrantes de la fraternidad que sostenía el innovador ideal de capturar y plasmar sobre el lienzo la belleza sublime y celestial que se presenta en el plano terrenal. Reconoció haber visto esas características en ella y le pidió que modelara para él y para los artistas de su grupo. Semejante declaración sorprendió a Elizabeth, que escuchó la propuesta aún sumida en el cansancio tras la jornada laboral de un día cualquiera.

En la Inglaterra victoriana, dedicarse al modelaje no estaba bien visto; las mujeres que ganaban dinero posando eran socialmente denigradas y avasalladas, deshonor que alcanzaba a la reputación de sus familiares y allegados. Por eso, el pintor persuadió a su madre, la señora Deverell, una mujer refinada y distinguida, para que visitara a la familia de Lizzy y aclarara que las intenciones de aquella empresa eran puramente artísticas y que la respetabilidad de la joven no se vería comprometida. Así, debido a la precaria situación económica de los Siddal, Elizabeth accedió a modelar y ser reconocida como el nuevo rostro y la musa de la Hermandad Prerrafaelita.

"Autorretrato" (1853-54), de Elizabeth Siddal
"Autorretrato" (1853-54), de Elizabeth Siddal

Quien sería su cuñado, el escritor William Michael Rossetti, la describió como “una de las criaturas más bellas con un aire entre dignidad y dulzura con algo que excedía la modestia y la autoestima. Alta, finamente formada con un cuello suave y regular, con algunas características poco comunes, ojos verde-azulados, grandes y perfectos párpados, una tez brillante y un espléndido, grueso y abundante cabello oro-cobrizo. Poseía una modestia y respeto propio y se reservaba de forma desdeñosa. Su forma de hablar tenía un tono sarcástico”.

De esta manera, Siddal se convirtió en una de las primeras modelos “góticas” prerrafaelitas. Su inicio en el mundo del modelaje fue un comienzo placentero en lo que podría haber sido un mundo sórdido. En el principio de su carrera como modelo, se le permitía seguir trabajando en la sombrerería de la señora Tozer’s a medio tiempo, asegurándose así un salario incluso si el modelaje no funcionaba.

"Ophelia" (1851), de John Everett Millais
"Ophelia" (1851), de John Everett Millais

Una Ophelia premonitoria

Uno de los episodios –o incidentes– más notorios que contribuyeron a formar la leyenda que rodea la figura de la poeta y artista tuvo lugar en el estudio de John Everett Millais, cuando posaba para el retrato del ahogamiento de Ophelia, personaje femenino de Hamlet, la obra de William Shakespeare. Ese cuadro –Ophelia, (1951)– tuvo una importancia clave en la vida de Elizabeth, no sólo por las consecuencias físicas que sufrió sino también por su significado premonitorio del que sería su propio final, trágico también.

Para que el retrato fuera más real y recreara con la máxima veracidad el ahogamiento de Ophelia, la modelo se tuvo que sumergir durante horas en una bañera en la que el pintor vertió litros de la fría y sucia agua del río Támesis. El artista tuvo la consideración de encender unas cuantas velas alrededor para que elevaran, con sus tenues llamas, unos pocos grados la temperatura del agua en la que Elizabeth Siddal, envuelta en un viejo vestido de novia, yacería como el personaje shakesperiano.

Un entusiasmado Millais estuvo trabajando en su magnífica obra todos los días durante un invierno. En una sesión en la que el pintor estaba sumamente concentrado y ensimismado en la creación del retrato, las velas se fueron consumiendo y apagando lentamente, provocando que el agua que sumergía por completo el cuerpo de Elizabeth se fuera helando. Millais tardó en comprender lo que estaba sucediendo, porque ella, tratando de ser lo más profesional posible en su trabajo, no llamó su atención ni se quejó.

Cuando el pintor se percató de la gravedad del asunto, la sacó de la bañera, la envolvió con mantas para que entrara en calor y avisó a sus compañeros de la Hermandad para que lo ayudaran a trasladar a la joven inconsciente a un lugar donde pudiera ser atendida por un médico. Elizabeth contrajo una grave neumonía y pasarían muchas semanas hasta que recobrase las fuerzas, pero su salud jamás volvería a ser la de antes. El médico de la familia prescribió como remedio para los fuertes dolores que padecía el consumo de láudano, fármaco por el que desarrollaría una adicción y del que dependería el resto de su vida.

Este percance enfureció al fundador y cabeza de los prerrafaelitas, Dante Gabriel Rossetti, quien les exigió que no volvieran a reclamar el servicio de Siddal, así como le suplicó a ella que no volviera a encarnar el papel de Ophelia. Elizabeth Siddal se alejó entonces del resto de los pintores para pasar a ser la modelo principal de este último, quien la pintó de manera obsesiva durante la mayor parte de su juventud, excluyendo a otras modelos que habían trabajado anteriormente para él y evitando que su musa posara para los otros prerrafaelitas.

Pero es sabido que Rossetti quedó deslumbrado por Siddal, en quien advirtió características de la personalidad de Beatrice, el eterno amor del poeta italiano Dante Alighieri, a quien admiraba. Estos dibujos y pinturas que Rossetti realizó con Siddal como modelo culminaron con Beata Beatrix, pintada en 1863, un año después de la muerte de Elizabeth. La obra muestra a la Beatrice de Alighieri orando en éxtasis.

"Lady Claire" (1854-57), de Elizabeth Siddal
"Lady Claire" (1854-57), de Elizabeth Siddal

Modelo y artista entablaron una relación de pareja. Estuvieron comprometidos durante diez años porque él se negaba a fijar una fecha para la boda temiendo una reacción violenta por parte de su prominente familia. En ese tiempo, el pintor convirtió a su musa y amante también en su alumna. Elizabeth pudo así comenzar a desarrollar su talento.

Siddal pintó una serie de autorretratos que asombraron a sus contemporáneos por su poder para evocar lo más profundo del nuevo pensamiento artístico. Lo significativo de esas obras es que en ellas muestra cómo se veía a través de sus propios ojos, no idealizada por la visión de otros artistas. A pesar de su inmenso potencial como pintora, sólo fue reconocida como belleza etérea y modelo. En sus autorretratos aparece como un ser opaco, triste y oscuro, como si existiera una especie de contradicción entre cómo era representada y quién era realmente.

Produjo además numerosos bocetos y acuarelas, así como algunos óleos, que presentan los temas propios del prerrafaelismo con ilustraciones de las leyendas artúricas y otros temas medievales idealizados, como en Lady Claire, realizado entre 1854 y 1857. También comenzó a escribir poesía, que fue bien recibida por la crítica.

Boda, embarazo y final

Lizzy y Dante vivieron algunos años juntos. La dedicación a la poesía y a la pintura no distrajo de unos celos ampliamente justificados a la cada vez más enfermiza y depresiva Elizabeth, que llegó por este motivo a arrojar al Támesis los retratos que Rossetti dibujaba de otras mujeres. En todos esos años Rossetti canceló a último momento y en repetidas oportunidades sus promesas de casamiento, motivado por sus incesantes infidelidades y la presión de su familia, que la rechazaba por provenir de la clase trabajadora. Estos desprecios no hacían sino abonar la adicción de Elizabeth al láudano y a la morfina.

"Regina Cordium" (1860), de Dante Gabriel Rossetti
"Regina Cordium" (1860), de Dante Gabriel Rossetti

A comienzos de 1860 la salud de Lizzy se deterioró seriamente, y Rossetti se decidió a casarse con ella. Siddal se encontraba en tan mala condición física, que la tuvieron que cargar en brazos para que pudiera asistir a su propia boda. Ese mismo año su marido la retrata en Regina Cordium. En 1861, Elizabeth queda embarazada. Meses después da a luz de manera prematura a una niña que nace sin vida, y escribe por esos días poemas desgarradores como “Amor muerto”.

El círculo vicioso se acelera. La salud y el ánimo de Siddal no mejorarían. Abatida por la pérdida y la soledad en la que se sentía, sumado esto a la dependencia de los fármacos, el 11 de febrero de 1862 ingirió una sobredosis de la sustancia que consumía para poder dormir. Fue su marido quien la encontró muerta en su cama, cuando volvía de encontrarse con una de sus amantes. Junto a ella había un frasco de láudano y una nota en la que pedía a su marido que cuidara de su hermano. Rossetti se deshizo de la nota y demás pruebas que sugirieran que se trataba de un suicidio, dado que un rito funerario cristiano estaba prohibido en esos casos.

Tus fuertes brazos me rodean / Mi cabello se enamora de tus hombros / Lentas palabras de consuelo caen sobre mí; / Sin embargo mi corazón no tiene descanso.

Porque sólo una cosa trémula queda de mí, / Que jamás podrá ser algo, / Salvo un pájaro de alas rotas / Huyendo en vano de ti.

Después

Cuando enterraron a Elizabeth, Rossetti introdujo en el féretro la única copia de los poemas que él había escrito. Años más tarde, cuando su carrera empezaba a declinar, no dudó en desenterrarlos. Su vista estaba muy deteriorada, por lo que ya no podía pintar. Quiso recurrir entonces a la publicación de sus poemas. Fue un amigo suyo quien se ocupó de rescatar los manuscritos. Su amigo le contó cómo el cuerpo de Lizzie se había preservado perfectamente y cómo su melena de color cobrizo cubría por completo el ataúd.

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