La belleza del día: “La Bienamada”, de Dante Gabriel Rossetti

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

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“La Bienamada” (1866), de Dante Gabriel Rossetti. Oleo sobre lienzo (80 x 76 cm), en la Tate Gallery, RU
“La Bienamada” (1866), de Dante Gabriel Rossetti. Oleo sobre lienzo (80 x 76 cm), en la Tate Gallery, RU

Dante Gabriel Rossetti fue uno de los más importantes pintores de la Hermandad Prerrafaelita, ese movimiento británico del S. XIX que rechazaba el arte académico y buscaba inspiración en Rafael, con una fuerte presencia del detalle y los colores de los primitivos italianos y flamencos.

Estas características resaltan en la preciosa pintura La Bienamada, que recoge su inspiración del Cantar de los Cantares bíblico, y donde el artista expone todos sus intereses artísticos y técnicos.

La novia, en el centro de la imagen, descubre su rostro, mientras a su alrededor esperan, en total majestuosidad sus doncellas, que generan un aura de éxtasis flotante y simétrico, donde la palidez del rostro de la protagonista se enmarca en un verde furioso, con detalles rojos y amarillos a su alrededor.

Por cartas se sabe que el pintor quería representar a la Beatriz de Dante; en ese sentido, la obra de Dante aparece representada en muchos de sus trabajos (de hecho, se todos se llamaba Gabriel Dante, pero el anteponía el nombre del autor que tanto admiraba). Finalmente, se inclinó por lo bíblico, como se nota en las dos inscripciones grabadas en el marco: Mi amado es mío y yo soy suya. Dejad a mi amado besarme con los besos de su boca, porque el amor es mejor que el vino…

Dicen que su obsesión por Beatriz aumentó aún más cuando la tragedia cruzó su destino. Su mujer, Elizabeth Siddal, se suicidó bebiendo láudano tras dar a luz a un niño muerto. Rossetti pasaba entonces días enteros en el cementerio, idealizando aún más a su esposa pelirroja y la representaría luego -a ella u otras mujeres de pelo de rojo- en una gran cantidad de obras. Muchas veces, rodeada por flores.

Rossetti quiso ser poeta y ese espíritu romántico lo acompañó a lo largo de su recorrido pictórico. Estaba fascinado con la estética tardomedieval y a eso le sumó imágenes simbólicas y mitológicas. Su influencia en el simbolismo europeo posterior, es innegable.

Alguna lectura posterior tildó a la obra de racista porque, decían algunos críticos, se exaltaba la belleza anglosajona por encima de las demás, pero para otros la obra es una oda a la belleza multirracial. Sea como sea, puede disfrutarse en la Galería Tate, de Londres.

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