Quiso criar a la mejor mujer del mundo pero la mató de 4 tiros: Almudena Grandes y la historia de la madre asesina que conmovió a España

La autora española analizó los entretelones de su más reciente novela, “La madre de Frankenstein”, construida sobre un hecho verídico, un parricidio en las clases altas que conmocionó a España en 1933. También se refirió a la potencia del movimiento feminista y a los intercambios entre historia y ficción

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 Almudena Grandes
Almudena Grandes

Historia y literatura vuelven a enlazarse en La madre de Frankenstein (Tusquets Editores), la más reciente novela de Almudena Grandes, en cuya trama interviene la parricida más famosa de la historia de España, Aurora Rodríguez Carballeira, militante feminista e intelectual internada en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos luego de haber matado a su hija a balazos. La joven tenía 18 años y ansias de libertad. “Era una mujer a la que yo no podía odiar, porque me fascinaba demasiado”, explicó la premiada escritora española.

Gran parte de esta quinta novela de la serie Episodios de una guerra interminable se desenvuelve tras los muros de este hospital psiquiátrico, al que la autora definió como un microcosmos habitado por “las personas que menos contaban”, mujeres y enfermas mentales. Y que se relaciona a su vez con el “gran macrocosmos de la España de los ’50, que era un manicomio también”.

Almudena puntualizó en conferencia de prensa el martes con algunos periodistas latinoamericanos por Zoom que llevaba nada menos que 30 años pensando en la figura de Rodríguez Carballeira. Esta mujer paranoica, autodidacta y extremadamente inteligente conmocionó a la sociedad española con el asesinato a tiros de su propia hija en 1933, una historia real que Fernando Fernán Gómez llevó a la pantalla grande en Mi hija Hildegart (1977). Aurora fue juzgada y condenada y, tras pasar un tiempo en la cárcel, en virtud de un dictamen psiquiátrico fue recluida en Ciempozuelos hasta su muerte.

"La madre de Frankenstein" (Tusquets Editores), de Almudena Grandes
"La madre de Frankenstein" (Tusquets Editores), de Almudena Grandes

La misión que se había impuesto Aurora era mejorar la humanidad mediante su hija, concebida como un experimento eugenésico. Buscó para ello un padre que no pudiera reclamar su paternidad y se dedicó a llevar adelante su proyecto eugenésico de criar a una mujer perfecta que representara sus ideas. “Le salió tan bien el experimento que Hildegart fue capaz de desarrollar su propia voluntad al margen de su madre”, señaló Grandes (Madrid, 1960). Cuando la joven prodigio, ya convertida en referente intelectual, le planteó sus deseos de independizarse. “Aurora pensó que sus enemigos le habían arrebatado a su hija, que la habían prostituido, que la habían destrozado y que tenía que salvarla”, por lo que acabó matándola, recordó la autora desde su casa en la playa.

Grandes inició en 2010 su ambicioso proyecto narrativo Episodios de una guerra interminable, compuesto por seis novelas independientes que narran momentos significativos de la resistencia antifranquista. Con el primer volumen, Inés y la alegría, ganó el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska, el Premio Sor Juana Inés de la Cruz y el Premio de la Crítica de Madrid. Posteriormente publicó El lector de Julio Verne, Las tres bodas de Manolita y Los pacientes del doctor García (Premio Nacional de Narrativa 2018).

Cuando a Almudena se le ocurrió escribir esta serie, estaba justamente corrigiendo una obra teatral sobre Rodríguez Carballeira que ya se llamaba La madre de Frankenstein. Y entonces pensó: “lo que tengo hacer es escribir novelas, lo que sé es escribir novelas”. “Aurora me poseyó, estuve tantos años dándole vueltas, que era normal que antes o después escribiera una novela sobre ella”, indicó.

Almudena Grandes Hernández sobre Aurora

Aurora, junto a los personajes ficticios de Germán Velázquez -un pisiquiatra que regresa a España tras su exilio en Suiza y se apasiona por el caso de esta mujer- y la auxiliar de enfermería María Castejón van hilando esta novela coral. Así, Grandes enhebra una trama atrapante que confluye en Ciempozuelos donde, al igual que en la sociedad de la época, la moral oficial sirve para encubrir abusos y atropellos.

Almudena entró en contacto con la historia de Aurora cuando tenía 17 años, a través del exitoso film de Fernán Gómez. “Era una película que giraba sobre el crimen de Aurora y en la que parecía una mujer cuerda. O sea, era una mujer naturalmente odiosa, una madre dominante, una criminal, un personaje odioso, pero sobre todo una mujer cuerda”.

Pero en 1989, cuando Grandes se dio a conocer con la novela erótica Las edades de Lulú (XI Premio La Sonrisa Vertical), encontró un libro que le reveló otra Aurora. “Al mismo tiempo que mi novela apareció un libro que me llamó la atención para empezar por el título y por la portada, de un psiquiatra que se llama Guillermo Rendueles Olmedo, que había hecho la residencia en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos”. Rendueles había encontrado la historia clínica de Aurora, a partir de la cual escribió El manuscrito encontrado en Ciempozuelos. “Sin aquel libro, nunca habría existido este”, apunta la novelista.

Aurora Rodriguez Carballeira y su hija Hildegart
Aurora Rodriguez Carballeira y su hija Hildegart

Porque Almudena descubrió a una Aurora que no era la de la película. “Era una mujer a la que yo no podía odiar, porque me fascinaba demasiado y era una mujer que tenía muchísimas cualidades. Era inteligentísima, cultísima, autodidacta, que era rica y por lo tanto no tuvo por qué casarse y pudo emprender sus propias iniciativas, y una mujer además muy aficionada a la vida pública; escribía y daba conferencias, escribía artículos, muy conectada con los círculos progresistas de la España prerrepublicana. Esa mujer que tenía tantas virtudes, que podría haberse convertido en un símbolo de la nueva mujer, de la nueva España”, era enferma mental y paranoica con delirios de grandeza y persecutorios, explicó.

Grandes mantuvo un intenso diálogo con psiquiatras mientras escribía La madre de Frankenstein. “Una de las cosas que más me gustaron fue un psiquiatra que me dijo ‘para mí no hay trastornos psiquiátricos y trastornos psicológicos, no hay trastornos graves y trastornos leves. Para mí hay personas que están sufriendo y hay que intentar que dejen de sufrir, ese es mi trabajo. Me da lo mismo cómo le llamemos”. Un enfoque que, enfatizó la narradora, “es un gran logro cuando se compara con lo que era la psiquiatría en los ’50”.

La autora comprometida con la memoria histórica de su país ratificó que en La madre de Frankenstein le “interesaba mucho más contar desde el margen que desde el centro”, porque para criticar el poder siempre es mucho mejor “situarse en el lugar de los que no lo tienen”.

Almudena Grandes (Nicolás Stulberg)
Almudena Grandes (Nicolás Stulberg)

Las mujeres fueron las grandes víctimas en los ’50, con el florecimiento del nacionalcatolicismo, sostuvo la autora de Castillos de cartón, El corazón helado y Los besos en el pan. “En España decimos mucho que las mujeres perdieron la guerra dos veces, que los hombres solo perdieron la guerra una vez. Porque las mujeres aparte de perder la guerra de todos perdieron la suya, porque el franquismo las retrotrajo a una situación muy anterior”.

María Castejón, a quien Aurora enseñó a leer y a escribir, afirma en las páginas del libro que las jaulas también podían estar “incrustadas en el cuerpo, en el espíritu de todas las mujeres perdidas que asumían mansamente un destino que no habían elegido”. Grandes puntualizó a Infobae Cultura sobre estas ataduras: “De lo que me di cuenta mientras escribía esta novela, y es una de las ideas centrales, es que esta historia yo quería que demostrara muy bien que en una dictadura hay una gran diferencia entre estar en libertad y ser libre”.

La novelista analizó que en una democracia estar en libertad y ser libre es lo mismo, a diferencia de lo que ocurre en un régimen autoritario. “En una dictadura había muchísima gente que estaba en libertad (…), pero no era libre en absoluto. Y sin embargo al mismo tiempo pues podía haber personas que estaban en la cárcel, o sea que no estaban en libertad, pero que sí se sentían libres. Porque ellos estaban en la cárcel porque habían elegido libremente un camino y habían asumido libremente cuál era el precio que podían pagar por eso. Entonces podían encarcelarlos, pero no les arrebataban la libertad”.

Almudena: diferencias dictadura / democracia / estar en libertad y ser libre

Esas son las paradojas de la dictadura franquista en esos años, apuntó la autora de Malena es un nombre de tango, Los aires difíciles y Atlas de geografía humana. “La moral nacionalcatólica lo que consiguió era que la cárcel fuera por dentro. Las personas que estaban en libertad estaban en libertad, pero llevaban una cárcel en su interior, y siempre eran conscientes de todo lo que les estaba prohibido y de que tenían a mantener a raya su espontaneidad, era un lujo que no se podían permitir. Todo tenía que ver con las reglas de la cárcel interior”.

Vía Zoom, puntualizó que “lo que llamamos nacionalcatolicismo no fue en realidad una ideología. Fue más bien un engendro ideológico de ocasión, fue la consecuencia de la fusión entre un Estado fascista, una dictadura militar como la franquista y la Iglesia católica. Entonces esta especie de matrimonio asfixiante desarrolló una influencia asombrosa en la vida íntima de las personas. Y eso es lo que yo quería que se viera en la novela”.

Por esos años, “todo era pecado en España y además todos los pecados eran delitos, con lo cual con tu pecado no solamente te arriesgabas a ir al infierno después de morir, sino que además ibas a la cárcel mientras llegabas al infierno”, afirmó Grandes durante el encuentro virtual moderado por la editora Paola Lucantis. “Incluso un hombre y una mujer felizmente casados con libro de familia guardado en un cajón que se besaban en la boca por la calle podían ser denunciados por escándalo público. El escándalo público era algo infinito”.

Además, el libro también refleja dos exilios que “se miran a los ojos como dos espejos”: el de Germán, que logra escapar de la derrota de la República, y el de familia Goldstein, que elude las cámaras de gas en Alemania. Almudena señaló que en su ficción tanto el psiquiatra que introdujo la clorpromazina en Ciempozuelos como esta familia judía que lo hospedó en Suiza comparten un sentimiento que aparece en muchas memorias y autobiografías de exiliados: la culpabilidad de haber sobrevivido. Un fenómeno que “se repitió muchísimo, hasta el punto que en España hubo gente que se arriesgó a volver cuando sabía que le iban a meter a la cárcel”.

Almudena y el movimiento feminista

La novelista abordó además la situación actual de las mujeres: “En nuestra sociedad hay mucho machismo residual, primero porque ha habido mucho machismo y porque el machismo sigue existiendo por más que ahora todo el mundo diga que es feminista”. Al mismo tiempo, aseguró que el movimiento feminista “fue el único movimiento social que triunfó en el siglo XX”.

Grandes consideró que en los últimos tiempos “el movimiento feminista ha tenido un impulso tan grande, se ha desarrollado tan extraordinariamente, que creo que ha dado miedo. Hemos llegado a ser temibles en el mejor sentido de la palabra, no en el malo”. Al mismo tiempo, matizó que “cuando las mujeres estamos a punto de romper el techo de cristal, que no lo rompemos nunca, pero cuando parece que nos acercamos, siempre pasa algo que nos tira de los pies para abajo”.

La escritora madrileña también advirtió que la forma más sencilla y exitosa de desacreditar la lucha de las mujeres “es decir que las feministas ‘son histéricas, lesbianas, marimachos, no son mujeres femeninas, están desequilibradas’”. Y recordó que en España muchos optaron incluso por atribuir la propagación del coronavirus a la manifestación del 8 de marzo por el Día Internacional de la Mujer.

En esa misma jornada en el metro de Madrid “viajaron 4,8 millones de personas y hubo un partido de fútbol, el día anterior hubo otro, o sea pasaron un montón de cosas, pero sistemáticamente se insistió en que la culpa era del 8-M. Por un lado es risible, pero en un mundo como el que vivimos, con una extrema derecha tan potente en tantos países de Europa y al alza en el mío, donde creíamos que no íbamos a tener ultraderecha jamás, no por conocido deja de ser terrorífico”.

Cuatro títulos de la serie "Episodios de una guerra interminable"
Cuatro títulos de la serie "Episodios de una guerra interminable"

Almudena sostuvo que no podría escribir sus novelas si no se apoyara en el trabajo de los historiadores. Pero aclaró que “un historiador es una persona que tiene que documentar exhaustivamente una historia verdadera”, mientras que un novelista “es alguien que se inventa de cabo a rabo una historia que es mentira y que tiene que parecer verdad. La norma de la historia es la verdad, la norma de la ficción es la verosimilitud”.

A diferencia del territorio de la historia académica, el de la literatura “es la emoción”, reivindicó la narradora, que estudió Geografía e Historia en la Universidad Complutense de Madrid. “La vinculación que un lector establece con un personaje de ficción, que está vivo, que tiene problemas, que se enamora, es mucho más fuerte que el que puede entablar con un personaje histórico en un libro de historia”. Al mismo tiempo, destacó que sus novelas muchas veces llevan a sus lectores a leer libros de historia. Por lo tanto, concluyó: “Me aprovecho mucho de los historiadores, pero les devuelvo el favor”.

Desde su casa en la playa, Grandes comentó risueña: “Si me confinan aquí no me importa, me puedo quedar aquí hasta el tiempo que me digan”. Al mismo tiempo, se lamentó porque este año tenía viajes previstos a Centroamérica, Argentina, Colombia y México, que se frustraron por la pandemia. “Echo mucho de menos América, ya me estaba relamiendo y ha llegado el virus y lo ha estropeado”.

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