Antes y después de internet: un libro sobre cómo las tecnologías cambiaron el formato, pero no al periodismo

En “#ElFinDelPeriodismo”, los autores Jorge Bernárdez y Luciano di Vito dialogan con 12 profesionales para trazar un recorrido que comienza en los tiempos de la máquina de escribir hasta llegar la laptop

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El libro plantea los cambios en el oficio, a través de 12 periodistas
El libro plantea los cambios en el oficio, a través de 12 periodistas

Por Jorge C. Bernárdez y Luciano di Vito

Una noche, a la salida de un programa de radio, mientras cenábamos, vimos en una pantalla a un presentador de televisión. Detrás del hombre, el plano nos mostraba al menos cinco personas con los ojos puestos en las pantallas de sus computadoras. Parecía un call center de un canal de venta directa pero no lo era, era un canal de noticias. Pensamos que algo había cambiado para siempre y que recién esa noche nos dimos cuenta.

Advertimos que las pantallas estaban adentro de otras pantallas y esas dentro de otras y todo era como una Mamushka tecnológica. Nosotros que somos de otra generación, no tan lejana en definitiva, conocimos otra manera de hacer periodismo: en la calle que era dónde pasaban las cosas. Ahí empezó este libro. El avance tecnológico modificó los hábitos, los consumos y la manera de producir noticias.

Los cambios ocurrieron en nuestras narices, los medios comenzaban a estar en el debate permanente de la gente por afinidad o por diferencias. Entonces trazamos una línea imaginaria que dividía el asunto en: Antes de Internet y después de internet. Y siendo más específicos: Con Google y sin él. Decidimos que había que ir a preguntarle a los que saben, a los que viajaron desde los tiempos de la máquina Olivetti a los del teclado de la laptop. Y contarlo en un libro, ellos junto a la radio, son los dignísimos sobrevivientes ante los avances tecnológicos cotidianos.

Los autores profundizaron sobre la profesión, desde diferentes ángulos
Los autores profundizaron sobre la profesión, desde diferentes ángulos

Había que ir a preguntarle a los apasionados, a los que trabajaron y trabajan en los medios, medios que mutan, que se integran a grandes conglomerados o buscan otras formas de financiación y estudian cómo se monetiza la noticia. Aquellos periodistas que hicieron guardias, que persiguieron desde vedettes a estrellas del deporte o que siguieron juicios por crímenes de lesa humanidad o romances de rockeros con modelos.

Teníamos algo que contar pero no un formato, teníamos mil ideas pero no encontrábamos el tono, nos aparecían opciones de edición pero nada nos convencía del todo. Entonces empezamos por el armado de la lista de periodistas a entrevistar, la lista se alargaba hasta el infinito, se acortaba, sumaba nombres de personajes de las redacciones que "no pueden faltar" según los colegas y amigos periodistas a los que les comentábamos en que estábamos. Si hacer listas es divertido, más divertido es ir tachando nombres. El problema del formato subsistía a medida que sumábamos entrevistas hasta que llegó al punto en que los relatos en primera persona, las historias de vida de los entrevistados que fueron generosos o necesitaban que alguien les preguntara sobre su oficio, vaya uno a saber.

La tecnología no tiene estilo ni intuición, no puede tirar del hilo de un rumor para llegar a convertirlo en una noticia
La tecnología no tiene estilo ni intuición, no puede tirar del hilo de un rumor para llegar a convertirlo en una noticia

Entonces las ideas alternativas, las historias de apoyo, los personajes que no podían faltar empezaron a dejar su lugar al sólido relato de doce profesionales que nos regalaron la pintura de una época que ya no volverá y se arriesgaron en algún caso con su diagnóstico acerca de lo que está pasando con el oficio y sus herramientas.

#ElFinDelPeriodismo, historias de un oficio perdido no es apocalíptico ni un obituario. Quizás al ver el título muchos que decimos que algo ha muerto. Los invitamos a recorrerlo, a marcarlo, a subrayarlo, con lápiz o en el ebook porque está lleno de conceptos vivos, es una bitácora escrita en el pasado para estos tiempos, porque lo no cambió es el contenido, cambiaron los formatos. Disfruten las historias de vida de Cherquis Bialo, las aventuras de Jorge Fernández Díaz en el sur, los apasionamientos de Fernando Cerolini, el glamour y la inteligencia de Cecilia Abstaz, la elegancia y el desparpajo de Any Ventura, el tesón y el brillo de Teresita Ferrari, la valentía inconsciente quizás de Enrique Vázquez en plena dictadura, los oficios múltiples de Gerardo Rozín, el enorme y prolífico recorrido de Beto Casella, la sabiduría permanente de Carlos Ulanovsky, conozcan de una buena vez a Rubén Oliva y presten mucha atención a Fernando González y su lucha constante por la formación de nuevos periodistas.

Porque lo que no cambiará es el periodismo. Es posible que ya no se fume, que nos cuidemos en la comidas y que la borrachera del final ya no tenga prestigio. La tecnología nos redujo el mapa y nos facilitó las cosas para contar mejores historias. Pero la tecnología no tiene estilo ni intuición, no puede tirar del hilo de un rumor para llegar a convertirlo en una noticia, tampoco puede ella hacerse amiga de una fuente. Si cortásemos la luz y se quemasen las baterías de los celulares todavía estaría ahí el periodista con su libreta tomando notas de la peor tragedia del mundo y preparando la crónica final.

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