Mauricio Wainrot: "Está bien que la gente milite, pero no que se enceguezca como con el fútbol"

El prestigioso coreógrafo argentino, que por estos días dirige una puesta de la "Novena Sinfonía" en el San Martín, habla de su tarea como Director de Asuntos Culturales de la Cancillería. "Con más cultura habría mucha menos pobreza", asegura.

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"Estoy muy orgulloso de que me hayan elegido para este cargo, la propuesta vino directamente de Presidencia, o sea que doblemente contento y orgulloso" dice en esta charla el director nacional de Asuntos Culturales de la Cancillería, que, además de su papel en la función pública, disfruta el éxito de la Novena Sinfonía en el Teatro San Martín, la puesta que lo volvió a conectar con los escenarios y con su pasión por la danza, aunque hoy parezca muy difícil compatibilizar ambos roles.

Son pocos los coreógrafos con tanto trabajo. Wainrot realizó más de sesenta obras, trabajó en cincuenta compañías alrededor del mundo y tiene más de doscientas puestas. Muchas de sus obras se han repetido, Carmina Burana, El Mesías, Ana Frank, La tempestad, entre otras, fueron estrenadas por varias compañías.

Estaba preparando el Himno a la alegría para la reapertura del Teatro San Martín, pero una vez que comenzó a trabajar con la obra de Ludwig van Beethoven, se enamoró: "Me puse a trabajar en la versión completa pensando que se iba a estrenar en el 2015 y la Cancillería no existía para mí". Finalmente, las refacciones se demoraron y la obra vio la luz ahora: "Fue un estreno maravilloso, no se la deben perder, es una de las obras cumbre de la música de todos los tiempos" y destaca la accesibilidad en el valor de las entradas en el prestigioso teatro: "Los martes, sábados y domingos la platea sale 120 pesos, el pullman, 90 y los jueves a las 2 de la tarde hay funciones y cuesta 60 pesos, lo que vale tal vez un café en algún lugar, y ven al maravilloso ballet del San Martín".

—¿Cómo ve el Teatro San Martín habiendo sido director del ballet en dos oportunidades?

—La compañía cumple 40 años, durante 23 he sido su director. Lo veo muy bien, arreglado, muy cuidado. El teatro no es solamente el Teatro San Martín, es el complejo teatral y se están haciendo trabajos muy interesantes.

—¿Cómo está la Argentina a nivel cultura comparada con el mundo?

—La Argentina es fantástica. Si hay algo excelente que tiene la Argentina, son sus artistas, por eso me enorgullece estar en la Dirección Nacional de Asuntos Culturales. Viví 15 años fuera de la Argentina, entre Montreal y Bruselas, en Bélgica, durante 11 años fui el coreógrafo oficial del Ballet Real de Bélgica, y cada vez que venía a Buenos Aires a mí me sorprendía la cantidad y la calidad de espectáculos.

—¿Qué puntuación nos pondría en cultura?

—Tengo que poner un siete. Hay cosas que son un 10 rotundo, pero te diría que entre un siete y un ocho perfectamente. Argentina debe tener la cuarta ciudad en el mundo en cantidad de espectáculos. Hay más de 200, 220 o 230 salas que trabajan en forma permanente, de distintos niveles, salas que están en los barrios, y eso es realmente muy emocionante. Otra cosa que es muy emocionante es que en la Argentina hay teatro para niños, que es algo inédito. He estado en más de cincuenta países y no conozco en ningún sitio donde haya un teatro infantil tan bueno como el nuestro, o ni siquiera que haya un teatro infantil.

—¿Fue muy sacrificado el recorrido?

—No sé lo que significa sacrificado. He disfrutado siempre de mi trabajo igual que ahora, sigo trabajando como si tuviera 20 años y tengo bastante más. Hago lo que quiero y además me pagan por hacerlo. Soy una persona que ha sido tocada con la varita mágica en ese sentido. No mucha gente, lamentablemente, puede hacer eso, vivir de lo que quiere. Hay muchos artistas que lamentablemente no alcanzan a pagar un alquiler, por ejemplo. Hay muchísimos artistas en nuestro país, pero eso es bueno, porque habla de ese fuego sagrado que tenemos acá en nuestro país.

—¿De qué se ocupa un director nacional de Asuntos Culturales?

—Hay más de 150 delegaciones en el exterior, ya sean embajadas o consulados, donde se presentan distintas actividades como exposiciones, ciclos de cine, teatro. Tenemos tres cosas muy importantes en la Cancillería: la Bienal de Venecia, que es el evento anual más importante que hay; la Feria del Libro de Guadalajara y, próximamente, la Feria de Frankfurt, que es una feria donde se venden derechos, es gigantesca y tenemos un programa muy conocido, que es el Programa Sur de traducciones de libros. Ya tenemos más o menos unos 1.100 títulos producidos, de autores argentinos, traducidos a 40 idiomas diferentes.

—¿Cuál considera el mayor logro en tu gestión?

—La confianza. Como artista entiendo lo que le pasa a otro artista que viene y se sienta delante de mí. Me piden una entrevista y no pasan tres días que estoy recibiendo a todo el mundo. Nunca dejé de recibir a nadie, ya sean artistas, funcionarios, embajadores de otros países o chicos que tienen un beca y vienen a solicitar un pasaje. Me interesa escuchar a todos, eso es algo que me gusta mucho.

—¿Cómo conviven el artista y el funcionario?

—Hasta hace poco estaba muy tranquilo en la Cancillería y extrañaba poco. Ahora, con el trabajo de la Novena Sinfonía, ahí picó un bichito, cuando estoy delante de los bailarines y además me dan ganas de hacer alguna obra. Hace dos años que no hago ninguna obra.

—¿Pero podrían convivir? ¿Puede empezar a trabajar en un nuevo proyecto?

—Es medio difícil. El año pasado estrené, trabajé en la ópera de Borgore, pero mando asistentes y montan las obras como en el Uruguay con Julio Bocca, que se volvió a hacer el año pasado Un tranvía llamado deseo. Fue Andrea Chinetti, entonces mi nombre sigue vigente.

—¿Hubo una reducción presupuestaria en el área que manejan?

—En todos lados hubo. Hubo y va a haber el año que viene, porque la fiesta costó mucho y se está pagando.

—¿El año próximo van a volver a tener una reducción?

—Probablemente. Creo que vamos a tener el mismo presupuesto, pero todavía no está definido ni votado. Tener el mismo presupuesto ya es una reducción. Aunque el año que viene, además de los eventos que te acabo de mencionar, tenemos dos eventos muy importantes, uno es la Feria de Bogotá, que es un arreglo que hizo el presidente [Mauricio] Macri con el presidente [Juan Manuel] Santos de Colombia y donde somos país invitado. Al ser país invitado, no solamente van escritores. Es una muestra de toda la cultura argentina. Nos están pidiendo cocineros de distintas áreas, actores, bailarines, músicos. Tenemos un stand de cuatro mil metros cuadrados y eso lo tenemos que armar, cuesta mucho dinero. Pero todo eso después es como la educación, pagás una educación pero sabés que después vas a tener un resultado. Es una inversión a futuro.

—¿En un país que hoy maneja un 30% de pobreza, por qué es importante la cultura?

—Justamente porque hay un 30% de pobreza, con más cultura habría mucha menos pobreza. La gente educada, yo me eduqué en una escuela pública, iba al Hospital Durand. ¿Por qué ahora hay que ir a una escuela privada? ¿Por qué ahora uno tiene que depender solamente de la salud con una prepaga? El hecho de tener cada vez más gente que no termina la escuela, ni siquiera la primaria. Por eso es tan importante la cultura, porque te da las posibilidades y te da armas para poder tener ideas. La cultura te libera, es una liberación y es una inversión.

—¿Qué opinión le merece la militancia política en los artistas?

—Es difícil hablar porque una cosa es la militancia y otra cosa es el fanatismo. No me gustan ni los fanatismos religiosos ni los fanatismos de nadie. Eso me parece fundamental. Está bien que la gente milite, pero no que se enceguezca como pasa con el fútbol, donde la gente se muere si su equipo ganó o perdió. Me parece que a veces nos olvidamos del otro por la militancia.

—¿Y el acceso a beneficios por esa militancia?

—Ni hablar de eso. Cuando era muy chico, tenía mi corazón por la izquierda, porque mi papá era socialista. Después pasó, lo amaba a Frondizi y yo también. Cuando mi papá se murió, yo tenía 17 años, o sea que era normal que yo siguiera los pasos de mi papá.

—¿Y hoy?

—Hoy estoy con Cambiemos, como antes estuve con [Raúl] Alfonsín. Creo en el radicalismo por más que el radicalismo me ha defraudado muchas veces, sigo creyendo en la ética radical. Ahora estoy trabajando con Macri, nos conocimos en casa de un amigo en común y estuvimos hablando y al otro día me llama a las 8 de la mañana cuando él todavía no era ni candidato, y me dijo: "Me interesa mucho todo lo que dijiste, me gustaría que trabajemos juntos". Y yo dije: "Sí, quiero trabajar juntos". Del peronismo estoy harto y del radicalismo más o menos, entonces me parece que tener una tercera posición, otro lugar donde poner el alma y las ganas es Cambiemos y por eso me metí a trabajar.

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