Qué sucede cuando los niños se vuelven adictos a los videojuegos

Por Caitlin Gibson

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Era prácticamente medianoche cuando se escapó de la cama, se deslizó por el suelo de madera y se asomó por la habitación, al otro lado del pasillo. Su hijo de 15 años todavía estaba despierto, como ella se imaginaba, sentado en su cama y mirando la pantalla de su laptop. Durante mucho tiempo este había sido su ritual nocturno: después de pasar horas jugando, envuelto en un mundo lleno de armas de fuego y sangre, la adrenalina se relajaba al ver videos de otros jugadores.

"Apágalo", dijo ella.

"Necesito terminar", replicó el joven.

"No", apostilló la madre.

Sus voces cada vez eran más fuertes. No recuerda exactamente lo que le provocó alcanzar el vaso de su mesita de noche. Lo arrojó con tanta fuerza que llegó al otro lado de la habitación y se hizo añicos contra la puerta de su armario dañando la madera pintada de blanco. Pequeños fragmentos brillaban en la alfombra de rayas.

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Para ese entonces, la majestuosa casa familiar de Nueva York estaba llena de cicatrices: golpes en las paredes, arañazos en el suelo, un trozo de mármol de la encimera roto… Todas esas cosas eran restos de las rebeldías del niño, que se habían intensificado a lo largo de los años y siempre por una simple solicitud de sus padres: "Byrne, apaga el videojuego" o "cierra la computadora".

Cuando Byrne tiró el vaso, su madre, Robin, no entró en pánico. Ella se sentía más que paralizada. Durante cinco años, ella y su esposo, Terrence, tenían la sensación de que su hijo se escapaba de un reino que no le gustaba o no comprendía, consumido por los mundos virtuales compartidos por millones de extraños, todos alcanzables a través de su Xbox y su computadora.

Robin y Terrence se habían reunido con terapeutas, expertos médicos y consejeros escolares para tratar de ayudar a su hijo.

Justo unas semanas antes habían recurrido a un consultor de educación que les ayudó a elaborar un plan: primero de todo Byrne tenía que ir a un programa de terapia de verano donde podría volver a conectarse consigo mismo y con el mundo real de su alrededor. Y después a un internado. Tuvo que empezar de nuevo, en un lugar done hubiera una estructura estricta, donde no podía pasar sus días sumergido en los videojuegos.

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Sus padres sabían que esa era su última opción. Si este nuevo plan no podía salvar a su hijo, tal vez no habría nada que hacer.

Los videojuegos no es algo nuevo y tampoco hay informes de adicción a este tipo de máquinas. Pero los juegos más populares de hoy en día son completamente immersivos: los grandes paisajes digitales se desarrollan con detalles muy llamativos y los personajes van evolucionando de un nivel a otro. Estos juegos están diseñados deliberadamente, con la ayuda de consultores de psicología, para que los jugadores quieran continuar en la partida. Además, están disponibles en todas las plataformas posibles: consolas, computadoras, teléfonos inteligentes… Los adolescentes de hoy en día están más atados a esta tecnología que cualquier otra generación anterior. Son los llamados "nativos digitales" y han estado jugando con pantallas mucho más sofisticadas y a unas edades más tempranas de lo que lo hicieron sus padres.

Los juegos han sido criticados por ser un escape de la interacción humana, pero algunos defienden que es un tipo de conexión social. Los MMOs o los juegos de multijugador en línea permiten a los participantes estar en una misma partida al mismo tiempo, desde cualquier lugar y en cualquier momento. Muchos describen una poderosa sensación de apego a quienes comparten este reino virtual. Cerrar sesión es mucho más difícil para los niños que sienten un vínculo muy real con sus amigos que también están online.

Recreación de un niño jugando a un videojuego (iStock)
Recreación de un niño jugando a un videojuego (iStock)

Según los expertos, el resultado es un aumento vertiginoso en el número de padres que están preocupados por que sus hijos sean adictos, o al menos unos devotos, a los juegos. Una instalación residencial llamada reSTART, el primer retiro terapéutico de Estados Unidos dedicado específicamente a la adicción a Internet, lanzó un nuevo programa para adolescentes después de recibir una avalancha de llamadas de padres que estaban desesperados por separar a sus hijos de los videojuegos, las computadoras y los teléfonos celulares. Un pequeño pero creciente número de psicólogos en Estados Unidos comenzó a especializarse en el tratamiento de niños que luchan contra el uso compulsivo de pantallas.

"No creo que sepamos exactamente cuántos sufren de esto, pero sabemos que es un gran problema", dice la psicóloga Kimberly Young, fundadora del Centro de Adicción a Internet. "Una estimación modesta podría ser del cinco por ciento. Pero el cinco por ciento de los niños estadounidenses es una cifra muy alta", agrega.

Recreación de un padre junto a su hijo con la consola (iStock)
Recreación de un padre junto a su hijo con la consola (iStock)

Los niños tienden a ser más susceptibles a los videojuegos que las niñas, pero cualquier pequeño que esté tratando de evitar un estrés (matones en la escuela, un entorno familiar difícil, ansiedad social…) podría ser especialmente idóneo para los videojuegos. Los expertos observan una correlación entre el uso de los videojuegos obsesivos y los rasgos asociados con el autismo, los trastornos de déficit de atención, la ansiedad y la depresión, aunque la naturaleza exacta de la conexión no se comprende completamente.

Sea cual sea la causa de este apego nada saludable, por lo menos hay un factor que aparece en todos los casos, tal y como apunta Kim McDaniel, un terapeuta y capacitador de padres que se ha especializado en el uso compulsivo de la electrónica.

"La mayor impresión que tengo es que tenemos esta generación de niños y adolescentes que están muy solos", apostilló.