Las tensiones con Estados Unidos acelerarán el proceso de reformas en Cuba

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Las cada vez más frágiles relaciones entre Cuba y Estados Unidos dieron un giro algo extraño e inesperado en agosto cuando la administración del presidente Donald Trump anunció que varios de sus diplomáticos en La Habana debieron ser evacuados por sufrir síntomas aparentemente producto de ataques sonares. El gobierno de Trump redujo fuertemente su presencia diplomática en la isla, suspendió el programa de reunificación de visas a través del cual los cubanos pueden viajar a Estados Unidos para reunirse con familiares que vivan en ese país y emitió un comunicado sugiriendo a sus ciudadanos no viajar a Cuba. El gobierno de Cuba ha negado cualquier responsabilidad en estos extraño episodios.   

El problema es que este deterioro se da en un contexto en el cual las relaciones ya venían enfriándose. Aunque Cuba no es una prioridad para la Casa Blanca, Trump criticó la política aperturista del presidente Barack Obama hacia la isla, lo que lo ayudo a ganar en el crucial estado de Florida y la elección presidencial, y sabe que esta posición dura lo ayuda con ciertos sectores de su propio partido.   

Pero a pesar del ruido y los titulares, lo cierto es que los cambios implementados por Trump no fueron tan significativos y mantuvieron los principales lineamientos de Obama, sobre todo el restablecimiento de los lazos diplomáticos y permitir que ciudadanos norteamericanos viajen a la isla. Trump también buscó mantener muchos de las oportunidades para que empresas americanas puedan hacer negocios en Cuba. De hecho, la mayoría de las inversiones actuales, y los sectores con mayor potencial, como las telecomunicaciones, están exentas de las restricciones. Así, en realidad Trump quiso mantener sus promesas de campaña, especialmente desarmar mucho de lo que había hecho Obama, pero sin cambiar demasiado.

Es poco probable que las tensiones recientes modifiquen esta estrategia de manera tal que implique un giro mayor en el proceso de apertura. No es sorprendente que el secretario Tillerson haya dicho que las relaciones diplomáticas se mantendrán. En gran medida esto es gracias al gobierno cubano. A pesar de las acusaciones, los Castro mantuvieron una actitud calmada y constructiva, lo que seguramente ayudará a disipar las tensiones, especialmente dadas las oportunidades comerciales en Cuba. No hay mucha sorpresa aquí. Con Venezuela, el principal apoyo económico de Cuba en los últimos años colapsando, la necesidad de atraer inversiones, turismo y remesas es urgente.

De cualquier manera, el impacto no será nulo. Las restricciones y advertencias seguramente tendrán un impacto en la cantidad de turistas que viajen a la isla, lo que a su vez impactará en la economía cubana. Esto en un momento en que el crecimiento ya es de por si anémico (1% en 2017 después 0.6% en 2016 de acuerdo a cifras de la CEPAL) y Raúl Castro está manejando una transición delicada (debería dejar la presidencia en 2018). Por estos motivos, el principal efecto de estas tensiones seguramente será aumentar los incentivos del gobierno cubano para continuar con la apertura y desregulación de su economía, la mejor -aunque ciertamente no infalible-, estrategia del partido comunista para sobrevivir una vez que Raúl y su generación den un paso al costado.

Daniel Kerner y Risa Grais Targow son jefe y directora de América Latina de la consultora de análisis político Eurasia, con sede en Washington, DC