
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, anunció en la Cumbre Climática que el gigante sudamericano aspirará a conseguir la neutralidad de carbono en el año 2050, diez años antes de lo comprometido previamente, en un intento por mantener al país en “primera fila” en la lucha mundial contra el cambio climático.
Bolsonaro, cuyas políticas medioambientales han recibido numerosas críticas de organizaciones ecologistas durante los últimos años, aprovechó su discurso telemático en la cumbre de líderes organizada por Estados Unidos para reafirmar el “compromiso” de Brasil con el desafío medioambiental.
Así, actualizó las metas en la reducción de emisiones de gases contaminantes, de tal forma que en 2025 se hayan rebajado un 37 por ciento y que en 2030 la caída sea ya del 40 por ciento una década más tarde.
“Coincidimos, señor presidente (Joe Biden) con su llamamiento para establecer compromisos ambiciosos”, expresó, para acto seguido anunciar que la “neutralidad climática” podría llegar en 2050 en lugar de en 2060.
Bolsonaro, sin embargo, también defendió que Brasil no ha sido tradicionalmente uno de los países más contaminantes y señaló que emite a día de hoy un 3 por ciento de las emisiones contaminantes de todo el mundo. Ha defendido igualmente que el país cuenta uno de los ‘mix energéticos’ “más limpios del mundo”.
El presidente se comprometió a proteger el potencial natural de Brasil, por ejemplo mediante la erradicación de la deforestación ilegal antes de 2030, al tiempo que ha pedido a la comunidad internacional que se reconozca el especial peso que tiene el país dentro de la biomasa mundial.
“Es necesario que haya una remuneración justa por los servicios ambientales que brindan nuestros biomas al planeta para reconocer la naturaleza económica de las actividades de conservación”, subrayó.

La deforestación de la Amazonía, una epidemia ambiental en silencioso auge
A la sombra de la crisis del COVID-19, la Amazonía sufre en silencio uno de sus peores momentos frente a su particular pandemia: la deforestación, que tan solo en 2020 arrasó 2,3 millones de hectáreas de selva, una superficie más grande incluso que toda la extensión de El Salvador.
Los últimos datos estimados por el Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP), que vigila el avance de la deforestación a través de imágenes por satélite, han revelado un aumento en la virulencia de la deforestación en coincidencia con la emergencia sanitaria, hasta hacer de 2020 el tercer peor año de la historia.
Lejos del foco mundial que ocupó la Amazonía con los incendios registrados en 2019, el año 2020 fue mucho más dramático con un aumento del 17 % sobre el ejercicio anterior, causado sobre todo por incendios forestales mucho más graves que no tuvieron esta vez la atención de la comunidad internacional.
Ese recrudecimiento llevó a Bolivia, Ecuador y Perú a romper el año pasado sus récords de deforestación, mientras que Colombia y Brasil presentaron el segundo y el sexto peor registro anual de toda su historia, respectivamente.

Grandes incendios ignorados globalmente
En Brasil, el país con mayor territorio de los nueve que comparten la cuenca amazónica, se deforestaron 1,5 millones de hectáreas, un 13 % más que en 2019, año en el que fue el epicentro de los incendios que ocuparon portadas de diarios de todo el mundo.
“En 2019 hubo muchas más noticias sobre los fuegos en la Amazonía pero eran en zonas ya deforestadas. Solo estaban quemando los árboles ya caídos, pero en 2020 sí hubo incendios forestales porque fue un año más seco”, explicó a la agencia de noticias EFE el investigador del MAAP, Matt Finer.
Es un proceso que se repite año tras año, principalmente en el suroeste de Brasil: primero, entre febrero y abril se tala el bosque, y luego, entre junio y octubre, cuando es la época seca, se quema lo que queda para ampliar tierras para la ganadería, la “cepa” más común del virus de la deforestación amazónica.
Sin embargo, todos esos fuegos causados por la mano del hombre se escaparon de control en 2020 y causaron aún más destrucción que el año anterior, cuando toda la preocupación mundial estaba depositada sobre el pulmón verde del mundo.
La misma situación ocurrió en Bolivia, que cerró el año con una pérdida de 240.000 hectáreas, el registro más alto de su historia, sobre todo a causa de grandes incendios registrados en el sureste del país que afectaron a los bosques del Chaco y del Chiquitano.
(Con información de Europa Press y EFE)
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