Ha muerto José Fernando Ortega, padre de “Cali Cultural”

Uno de los referentes culturales en Cali falleció recientemente

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El creador de "Cali Cultural". (Archivo, EL TIEMPO)
El creador de "Cali Cultural". (Archivo, EL TIEMPO)

El nombre de José Fernando Ortega Hinestroza es conocido en el Valle por haber sido la mente detrás del periódico Cali Cultural, fundado en agosto de 1996. Fue el primer medio enfocado a informar a las personas sobre los distintos eventos culturales, manifestaciones, producciones y representantes. Prácticamente, era una revista literaria que además hablaba sobre música, cine, pintura, teatro y otras expresiones.

Escritor, periodista, historiador e ilustrador, Ortega Hinestroza se graduó de la Maestría en Lenguas Modernas, en La Sorbona de París. Allí consiguió también dos diplomas en Ciencias Políticas y Filosofía Política. Durante mucho tiempo estuvo interesado, y trabajó para ello, en rescatar y proteger la historia del barrio San Antonio, en Cali. Todo surgió de sus años en Europa, en donde percibió de cerca el respeto de las personas por su patrimonio arquitectónico e histórico, muy al contrario de lo que sucedía en el barrio caleño.

Integró la Junta de Acción Comunal de San Antonio y aceptó voluntariamente ser el presidente durante el periodo comprendido entre 1992 y 1994. A partir de allí, y con el apoyo de la comunidad, desplegó una serie de actividades en beneficio del barrio, la más importante desembocó en la creación del periódico en cuestión.

La publicación más relevante de Ortega fue San Antonio: Bahareque, carbón y piedra. Historia de un rincón pintoresco, que se constituyó en material de consulta obligada para los diversos grupos artísticos interesados en la historia de la ciudad de Cali. Se trata de un ensayo construido a partir de múltiples relatos que abordan desde lo historiográfico, pasando por lo arquitectónico y lo artístico hasta lo correspondiente a lo urbano. Las páginas del libro presentan calles de piedra, personajes locales populares, construcciones, mitos, y anécdotas propias del espacio.

En la web circula una reseña del libro escrita por Sharim Lemos Díaz. En ella, expone: “Esta historia gira en torno al sector específico del Empedrado donde empezaron a levantar viviendas temporales y rudimentarias en guadua, esterilla o embutido, con techos de guadua o de paja que más tarde serían demolidas para dar entrada a viviendas en bahareque con techos de lata; fue una invasión lenta y silenciosa de la que empezó a poblar estas deshabitadas tierras.

Tierras que huelen a no más que olvido quizás. Porque lo que somos ahora no muestra más que pobladores citadinos que no valoramos ese patrimonio, y optamos por una vida de afanes olvidando nuestros antecesores quienes fueron los que asumieron una vida incipiente pero a lo mejor necesaria. Se habla de una tradición común del antiguo Cali y era criar animales domésticos como fueron gallinas y gallos que se pasearon no sólo en los solares, sino por la misma calle. Los pequeños solares estaban sembrados con árboles frutales. Los ranchos del sector no tenían desagües, ni agua en el sector. Los ranchos no tuvieron letrinas y fue muy común la “utilización de los solares”. Por medio de la hoja de naranjo se espantaba el olor que ambientaba dichos solares en las partes traseras de los considerados “cambuches”.

Tampoco había llegado la luz eléctrica, años después se abrieron las acequias de aguas lluvia y de desagüe, también fueron llegando paulatinamente las letrinas. Para esta época aún no existía un sistema de alcantarillado en el sector. Las primeras aguas del acueducto que llegaron fueron aguas filtradas, por lo que se desataron varias epidemias de fiebre tifoidea y de disentería. Tampoco se instaló contador, por eso la modalidad de pago consistía en una mensualidad fija reducida que era recibida por don Carlos Vitel, cajero de ese entonces de las Empresas Municipales. La llegada del agua filtrada fue en el año de 1932 y solo algunas familias gozaron de ese beneficio. Los Mosquera, Afanador y Robles”.

Quienes lo conocieron más de cerca a Ortega afirman que siempre fue un defensor del espíritu de San Antonio. Dicen que durante sus años en el Viejo Continente cargaba consigo un pedazo de tierra del barrio de su corazón. Paz en su tumba para este soñador.

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