El autor de esta columna es especialista en Salud Pública (UBA) y Rector de la UCA
La formulación de políticas en Salud Pública se sustenta en tres pilares fundamentales. El primero es el componente político, que define "qué hacer"; el segundo es el componente técnico, que establece el "cómo hacer", el tercero es el componente ético, que precisa los valores humanos que deben ser preservados. Los dos primeros requieren de una base de sustentación, que los nutren permanentemente, a saber: la información y las evidencias. Por eso, cuando analizamos la mortalidad materna, deberíamos hacerlo con cifras claras y comprobables, despejando sesgos ideológicos y factores de confusión.
Una de las grandes mentiras en el actual debate se refiere a la muerte de mujeres por aborto. La realidad es que en 2016 hubo 245 muertes maternas en nuestro país (muertes en situación de embarazo, parto o puerperio). De ellas 43 (17,5 %) fueron por aborto (sin distinguir entre los procurados y los espontáneos, ectópicos, sépticos, etc.). Pero el 82,5 % restante (202 mujeres) fue por causas obstétricas directas e indirectas (diabetes, hipertensión y otras enfermedades previas de la mujer, hemorragias y otras complicaciones del embarazo y parto) ¿Quién se preocupa por estas otras 202 muertes?

Más aún teniendo en cuenta la responsabilidad que tiene el sistema de salud sobre ellas (falta de control del embarazo, maternidades inseguras por falta de sangre, de insumos, áreas quirúrgicas deficientes, incapacidad de resolver procedimientos anestésicos en un sistema de salud fragmentado, ineficiente e injusto) y también del Estado en su conjunto que no termina de resolver problemas de desnutrición en lugares abandonados del país.
Si hablamos de otras muertes no conectadas con el embarazo, en ese mismo 2016 murieron en Argentina 525 mujeres por deficiencias de la nutrición y anemias nutricionales. Y eso se resuelve con un medicamento muy barato: "alimentos".
Siguen en este repertorio de muertes femeninas 233 por tuberculosis, 194 por Chagas y ¡todavía 3 mujeres muertas por tétanos! (deis.msal.gov.ar). Con estos datos oficiales a mano, ¿no es evidente que la verdadera urgencia sanitaria son las 525 muertes de mujeres por deficiente nutrición y anemia, más las 202 mujeres muertas por falta de control de su embarazo o falta de acceso a una atención medica segura, sin olvidarnos de las 430 fallecidas por enfermedades propias de la pobreza (TBC-Chagas- Tétanos)?
Si quisiéramos pensar también en las 43 mujeres que mueren por aborto (muchas de ellas en abortos espontáneos o ectópicos), la mayoría de ellas pobres, no podemos ignorar que –con aborto o no– suelen llegar al parto en condiciones pésimas de salud y de nutrición, y eso se resuelve con atención médica y social durante el embarazo. Si consideramos que lo mejor es salvar las dos vidas, Argentina no tiene un sistema bien pensado de acompañamiento de los embarazos no deseados, de procura de soluciones que no tienen por qué ser el aborto, de facilitación de la adopción en esos casos, etc.
La otra falacia la constituye la afirmación de que con una ley de aborto no punible mejorará la tasa de mortalidad materna. Mire usted este hecho concreto: el aborto es legal en los Estados Unidos, desde 1973 y sin embargo, su tasa de mortalidad materna es de 26,5 por 100.000 (The Lancet 2017). Por el contrario Irlanda, en donde el aborto está prohibido, tiene una tasa mucho menor de mortalidad materna. Entonces no digamos que el aborto es la solución mágica. ¿Dónde está la diferencia? EEUU posee una medicina mercantilizada, alto gasto y sectores excluidos; mientras Irlanda presenta un Sistema Nacional de Salud público más integral, con mejores indicadores sanitarios. Nuevamente, las evidencias desmienten las afirmaciones ideológicas.
La legalización del aborto no reduce la mortalidad materna (E. Koch y otros). Probablemente contribuirá a reducir la mortalidad infantil porque los padres seleccionarán los nacimientos, y seguramente hará que ya no haya niños down (todos serán abortados). Pero de lo que estamos seguros es que este debate eclipsará la discusión de fondo sobre la pobreza y sus consecuencias que, hoy por hoy, afectan a un tercio de nuestra población.
Las evidencias demuestran que la pobreza es el mayor factor de riesgo de mortalidad materna, el aborto es solo un factor de confusión. El problema es la pobreza, en cualquiera de sus expresiones: económica, social, educacional, de salud pública y también espiritual. Y eso incluye la falta de un acompañamiento integral a las mujeres pobres.
Los legisladores, y los factores de presión sobre ellos, están buscando una supuesta salida, rápida y fácil, en lugar de encarar los diversos y complejos aspectos de la cuestión, que requerirían más inteligencia, dedicación y generosidad.
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