
Nuevos hallazgos científicos advierten que la biofobia —el miedo o aversión a la naturaleza— está en ascenso y conlleva riesgos para la salud pública y la sostenibilidad ambiental. Un estudio de la Universidad de Lund, difundido en la revista Frontiers in Ecology and the Environment, revisó 196 investigaciones internacionales y puso bajo análisis la creencia de una afinidad innata de los seres humanos hacia el entorno natural.
La biofobia se expresa a través de emociones negativas como miedo, incomodidad o asco hacia animales, plantas o la naturaleza. Aunque la hipótesis de la biofilia ha guiado la comprensión de la relación entre humanos y naturaleza, el análisis reciente subraya que biofobia y biofilia son dimensiones complementarias de una misma realidad psicológica.
Según el estudio, la biofobia incluye desde fobias clínicas a animales hasta actitudes negativas hacia hábitats o especies inofensivas, y afecta entre el 4% y el 9% de la población mundial en el caso de las fobias animales diagnosticadas.
El origen de la biofobia es complejo. La revisión identifica factores internos, como rasgos psicológicos (conocimientos, creencias, sensibilidad a la ansiedad) y fisiológicos (edad, sexo, predisposición genética), junto con externos, donde destacan el entorno físico, la urbanización, la escasa exposición a la naturaleza y las influencias sociales y culturales.

La Universidad de Lund resalta que la urbanización y las actitudes familiares intensifican la percepción de peligro natural, sobre todo en la infancia urbana. Además, la difusión de narrativas negativas desde los medios de comunicación genera un ciclo de retroalimentación adverso, agravando la distancia con el entorno natural.
La biofobia tiene efectos directos sobre la salud y el bienestar. Los expertos destacan que el contacto con la naturaleza reduce el estrés y mejora el rendimiento escolar, pero las emociones negativas impiden que muchas personas se beneficien de estos efectos. El informe señala que la biofobia se asocia con ansiedad, náuseas y estrés, además de una menor frecuencia y calidad de las experiencias en la naturaleza.
Como consecuencia, fomenta comportamientos opuestos a la conservación, incluyendo la aversión a especies inofensivas o el apoyo a la eliminación de animales percibidos como peligrosos. El avance de la biofobia supone una amenaza directa para la salud humana y la sostenibilidad ambiental.
Las investigaciones sobre la biofobia permanecen fragmentadas entre disciplinas como psicología, medicina y ciencias ambientales, lo que dificulta una visión integral del fenómeno. La mayoría de los estudios se concentran en animales tradicionalmente temidos, como serpientes y arañas, y rara vez exploran respuestas negativas hacia plantas, hábitats o especies inofensivas.

A esto se suman sesgos geográficos y de género en las muestras y una prevalencia de estudios transversales, lo que limita la comprensión de la evolución temporal de la biofobia. Los autores reclaman enfoques interdisciplinarios, atención a las diferencias culturales y más estudios longitudinales para avanzar en el conocimiento sobre este fenómeno.
Para revertir esta tendencia, la Universidad de Lund recomienda incrementar la exposición a la naturaleza en entornos urbanos mediante el desarrollo de espacios verdes y la promoción de la biodiversidad. Proporcionar experiencias positivas desde la infancia puede prevenir la aparición de emociones negativas.
El estudio, publicado en Frontiers in Ecology and the Environment, indica que la educación, la prevención de conflictos y la terapia de exposición —en entornos reales o virtuales— son estrategias eficaces para reducir la biofobia. Sin embargo, los autores insisten en que no hay una solución universal, por lo que las intervenciones deben adaptarse a cada contexto y especie.
Superar la biofobia requiere colaboración interdisciplinaria y una atención renovada a los factores generadores de emociones negativas hacia la naturaleza. De esta forma, será posible diseñar estrategias efectivas que promuevan la salud pública y la conservación ambiental en sociedades cada vez más urbanizadas.
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