
Se sabe que el Champagne es el vino más famoso del mundo, es por ello que en todos los países vitivinícolas donde se producen espumosos naturales se lo trata de emular. Primero utilizando su método, el Champenoise, que implica la toma de espuma o segunda fermentación, botella por botella. Y luego, empleando las mismas variedades, principalmente Chardonnay (blanca) y Pinot Noir (tinta). Pero Francia es Francia y tiene su historia.
Y si bien las imitaciones nunca llegan a ser tan buenas como los originales, hay veces que derivan en otros vinos, tan buenos o mejores. Eso fue lo sucedido en la Argentina, que desde hace años apuesta por espumantes con estilo propio. Y si bien es cierto que aún no han sido bautizados como el Cava español o los Prosecco y Franciacorta italianos, su calidad y personalidad ya son reconocibles.
Porque luego de muchos años de mirar al espejo de la Champagne, las bodegas nacionales entendieron que, más allá de la técnica, en este tipo de vinos, también era importante tanto el sentido de lugar como el estilo propio.
Y, luego de varias décadas, los espumosos nacionales comenzaron a sorprender, no solo por su alto nivel cualitativo sino también por su carácter.
La clave de ese gran cambio estuvo en el viñedo, ya que encontrar lugares a mayor altura, para que las uvas alcanzaran al momento de la cosecha una madurez óptima con una alta acidez natural, fue determinante. Así se lograron vinos bases más limpios, tensos y profundos, que dieron vida a nuevos blends. Además, la champañización mejoró mucho. También la adición del licor de expedición, que se agrega casi al finalizar el proceso, justo antes de encorchar las botellas, y determina su categoría: Extra Brut, Brut, Nature, etc.

También se evolucionó en el fraccionamiento. Eso explica que hoy abunden en el mercado local espumosos en todos los segmentos de precio con atributos destacables; equilibrio, burbujas finas y persistentes y, los más pretenciosos, con un complejo final de boca. Muchos salen al ruedo sin agregado de licor de expedición (Nature), mostrando su añada y ostentando un buen potencial de guarda, en una clara muestra de la confianza del hacedor por mostrar lo más natural posible, la personalidad de sus vinos.
Pero más allá de la calidad del espumoso elegido, para disfrutarlo más, es importante saber cómo tomarlo. A los más económicos conviene servirlos bien fríos, para disimular sus aristas. Pero los más pretenciosos, deben llegar a la mesa a una temperatura entre 8 y 12 grados, para que se puedan apreciar todos sus atributos.
Las copas también son muy importantes. Pocos saben que la mejor copa para servirlo y disfrutarlo no es la flauta, aunque es considerada un ícono de la celebración.

Tampoco la copa abierta y chata, inspirada en los pechos de María Antonieta, ya que allí no se pueden apreciar los aromas de los vinos.
Es por ello que la mejor copa para servir un espumoso es la de vino blanco, ni las más grandes ni las más chicas. Actualmente, las casas champañeras utilizan una de tallo alto, que se ensancha en el Ecuador (la parte media de la copa), cerrándose en la boca, para poder dirigir el vino por el medio de la lengua y atenuar así la sensación de acidez.
Esto suena lógico porque en definitiva se trata de un vino vinificado como blanco, más allá de sus burbujas. Dicho tipo de copas permite apreciar también sus burbujas. Es cierto que no tanto por su recorrido, pero sí cuando llegan a la superficie. Además, al ser de boca más ancha que las copas flauta, se pueden apreciar mejor los aromas sin la molestia del gas carbónico. Por último, es la manera en la que el espumoso entra en la boca y tapiza la lengua con sus texturas vibrantes, combinación de burbujas finas y acidez sostenida.

Por otra parte, cada tipo de vino espumoso tiene su mejor manera de servirse. Por ejemplo, a los nuevos espumosos dulces naturales conviene servirlos directamente en copones con hielo.
También son ideales para elaborar tragos, combinándolos con frutas cítricas o tropicales (siempre de estación), especias y hierbas. Para la mesa dejar los más estructurados; los Nature para platos delicados a base de pescados, los Rosé van muy bien con carnes rojas, los Extra Brut con carnes blancas y los Dulces dejarlos para los postres.
Cómo elegir los mejores vinos espumosos para brindar
Ya era hora que los argentinos tuvieran para celebrar y brindar vinos espumosos a la altura de los mejores del mundo y que promovieran su rica cultura. Como diciembre es mes de balance y brindis, con amigos, clientes y familiares, hay que estar siempre bien preparados. Y para elegir mejor, hay que tener en cuenta los siguientes tips.
Cabe destacar que el Champagne es ícono de las celebraciones desde hace casi cuatro siglos. Originario de la región homónima, desde Francia ha conquistado al mundo. El Emperador Napoleón Bonaparte, uno de los símbolos militares y políticos más importantes de la historia de Europa, fue uno de sus primeros grandes impulsores al celebrar con Champagne sus muchas victorias.

Más tarde se convirtió en un vino de élite y el favorito de los cosmopolitas y cortesanos de toda Europa, primero en la Corte Real Francesa y más tarde en las cortes de Alemania, España y Rusia. Actualmente sigue siendo el vino más elegido para brindar alrededor del mundo. Aquí, en la Argentina, hay una vasta cultura relacionada a las burbujas desde hace casi cien años. Es por ello que hay cientos de etiquetas ideales para lucirse en la mesa, y que varias de ellas ya no tienen nada que envidiarle al vino más famoso del mundo.
Presupuesto: antes de determinar qué vino se puede comprar de acuerdo al presupuesto, pensar en la cantidad que se va a utilizar. Si el espumoso se servirá durante la comida, tendrá más protagonismo y, por lo tanto, habrá que apostar a un seco y equilibrado. Un Nature, Brut o Extra Brut, estará bien.
En cambio, si es solo para el brindis, ahí se puede elegir más variado. En el primero de los casos, de ser el único vino en la mesa, calcular una botella cada cinco personas, eso equivale a dos copas para cada uno. Y lo ideal sería tener dos botellas, empezando por u Extra Brut y siguiendo con un Nature, de acuerdo a lo que cada uno pueda pagar. Y dos botellas más para el brindis, teniendo en cuenta que en esta época las altas temperaturas piden bebidas refrescantes, como el espumante. Por lo tanto, antes de elegir la etiqueta, tener en cuenta la cantidad de botellas necesarias.

Momento: La ocasión ya está determinada por la fecha, pero no así el momento del descorche. Tener en cuenta si el espumoso será la copa de bienvenida, o el aperitivo, o el vino principal en la mesa o solo el protagonista del brindis.
Temperatura: Clave para disfrutar más el vino, recordando que el frío es anestesia, y tapa todo. Por eso, los buenos espumosos se lucen más si se los sirven frescos y no fríos. Y si bien la botella puede llegar a la mesa a la temperatura ideal, es muy difícil mantener esa temperatura. Por eso, la botella debe volver a la heladera o (mejor) colocarla en una frapera con agua y mucho hielo. Siempre es mejor que el vino llegue a la copa a más baja temperatura y que se atempere, que a la inversa.
Copas: Las copas, cuando más delicadas (de cristal, finas) mejor se sentirán los atributos del vino. Las formas serán clave para que los mejores vinos luzcan sus aromas, además de cómo ingresa el vino en la boca.
Servicio: Es mejor servir poco y muchas veces, que mucho y menos veces para evitar que el vino se caliente en la copa y pierda su gracia.
Hidratarse: Aunque no tenga que ver con el vino, sin dudas, para disfrutarla más y mejor, es ideal intercalar una copa de espumoso con una de agua.
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