
Los cinco sentidos intervienen en estos meses, época de las fiestas de Fin de Año. La Navidad es la celebración en la que nos sumergimos en los manjares gastronómicos, los fuegos artificiales, los villancicos y las velas que adornan la mesa.
Hay personas que sienten la Navidad solo a través de la vista; otros, la escuchan, pero quienes amamos al sentido del olfato sabemos que es el sentir más profundo, pues está conectado con la memoria y, a diferencia de los otros sentidos, los estímulos odoríferos ingresan al cerebro, lugar donde están los recuerdos, la nostalgia, las emociones, la esperanza y la melancolía.
Cada persona y cada familia cumple con distintos rituales para estas fiestas, y muchas veces más allá de la alegría puede estar presente la nostalgia, (al encontrarnos con lugares vacíos, ellos ya no están sentados pero su olor está presente). La silla puede estar sola, pero el recuerdo persiste. Y es porque en la memoria flota un olor que nos llena el corazón.
Olfato y nostalgia

Antes se pensaba que la nostalgia formaba parte de un cuadro depresivo o algún trastorno afectivo, pero hoy se sabe que no es así y que la misma puede desencadenarse por un estímulo externo, y por eso nos ocuparemos, en especial, del olfato y los olores.
Si asociamos nostalgia con olores, aparece un gran protagonista, una estructura cerebral, que se llama hipocampo, que junto con la amígdala cerebral y el hipotálamo forman el sistema límbico.
Es ahí donde se guardan todos los recuerdos y ante la llegada de un estímulo, evocará alguna situación, algún lugar o a algún ser querido.
Este sentido del olfato es tan maravilloso, que se activa sin permiso, sin aviso, y de repente a través de un olor, se atraviesan años, y es en ese momento donde entendemos que los olores son capaces de transformarse en un puente invisible que llega al alma.

El sentido del olfato, es tan antiguo que se lo conoce desde que hay vida en la Tierra, y el hombre sabía lo que pasaba a su alrededor por su postura cuádrupe, y por estar su nariz muy cerca del suelo.
Con los años, adquiere la bipedestación y se aleja, pues adquiere otra postura erguida y es en ese momento donde toman importancia otros sentidos: la vista y la audición. Y pasa entonces el olfato a ser un sentido olvidado, un sentido menor o el menos difundido.
Pero actualmente es protagónico, en la vida diaria, en la cotidianidad.
Cuándo se forma y sus funciones

Es importante recordar que se forma en las primeras semanas de gestación, y que al nacer el bebé, busca inmediatamente la teta de su madre y lo hace justamente por este maravilloso sentido que lo conduce a encontrar su alimento y protección.
Además, es un sentido que brinda vigilancia, nos alerta y condiciona a una conducta, según lo que estamos percibiendo.
Hay olores agradables y también desagradables y cada uno puede evocarnos diferentes situaciones, por ejemplo, vivir un incendio hará que el olor a quemado dispare una sensación seguramente de temor.
O estar en algún lugar que huela rico desencadenará que permanezcamos tranquilos y quizá nos remita a alguna situación, de ternura.
Este sentido del olfato es totalmente poderoso, mágico y maravilloso y además da el 80 % del sabor: a través de él, apreciamos lo apetitoso o agradable que puede ser una bebida o una comida.
Enfermedades y condiciones que afectan el olfato

Dentro del genoma humano el sentido del olfato ocupa el 5%, al ser tan valioso, ante cualquier falla debe consultarse, y además recordar que de manera fisiológica comienza a perderse a partir de los 65 años. Hoy por hoy, el cambio climático, la contaminación y las distintas condiciones atmosféricas que estamos atravesando lo modifican.
También distintas enfermedades lo dañan como la rinitis alérgica, la rinosinusitis crónica con poliposis, las diferentes ocupaciones o profesiones que están en contacto con sustancias tóxicas, (expendio de combustible, uso de queratina, pinturas, tinturas, etc.). También profesiones como la Odontología o Bioquímica, pues usan sustancias muy olorosas.
El tabaquismo, el vapeo, o las enfermedades neurocognitivas como el Parkinson o la Enfermedad de Alzheimer son enfermedades y hábitos que lo alteran.

Pero volviendo a esta época, de pronto mientras cocinamos y retrocedemos a nuestra infancia recordamos el olor al pan dulce (agua de azahar) o el mazapán de los turrones, los cuales nos llevan a nuestras abuelas o madres. También puede pasar lo mismo con el olor a asado, o el perfume de algún comensal al momento del brindis y del abrazo que nos remonta a un recuerdo, con la sola inhalación.
El olfato es el único sentido capaz de atravesar años, llevarnos a nuestra infancia e incluso romper silencios muy guardados.
Un olor, entonces, nos puede hacer sonreír sin razón, emocionarnos de golpe o llorar sin aviso, y no se trata de debilidad sino de Biología emocional pura.
* La Dra. Stella Maris Cuevas (MN: 81701) es médica otorrinolaringóloga - experta en olfato – alergista, expresidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA).
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