
El distanciamiento entre los datos objetivos sobre seguridad y la percepción de inseguridad juvenil obligó a repensar las estrategias de prevención y acompañamiento. Esta paradoja desafió a padres, instituciones educativas y responsables de la formulación de políticas públicas, quienes enfrentaron el reto de comprender por qué generaciones más jóvenes, con acceso a herramientas tecnológicas y entornos objetivamente menos peligrosos, sintieron más miedo que sus predecesores.
La Generación Z percibió el entorno mundial como peligroso y hostil, según una investigación presentada en la conferencia 2025 de la Society for Risk Analysis. El estudio, realizado a partir de entrevistas en profundidad con jóvenes residentes del noreste de Estados Unidos desde el otoño de 2022, identificó un notable aumento del pesimismo, la ansiedad y una sensación extendida de falta de control sobre los riesgos sociales y personales.

Los principales hallazgos, que expuso Gabriel Rubin, Ph.D. y profesor de estudios de justicia en Montclair State University, indicaron que la mayoría de los encuestados coincidió en que “la Generación Z ve el mundo como un lugar aterrador”, de acuerdo con la Society for Risk Analysis.
Esta percepción se acentuó con los meses: mientras las entrevistas iniciales mostraron cierto optimismo, las más recientes presentaron un giro hacia el cinismo y el miedo, sumado a preocupaciones sobre la pérdida de derechos, la criminalidad, la discriminación y los tiroteos escolares. Este clima de miedo no solo involucró amenazas físicas, sino también preocupaciones sobre el bienestar mental y la posibilidad de progresar en un sistema percibido como injusto o inestable.
Entre los factores que alimentaron esta perspectiva negativa, se encontraron las experiencias vividas durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19, que interrumpieron rutinas escolares, actividades sociales y planes personales.
El temor a la violencia armada, presente en muchos entornos escolares estadounidenses, ocupó un lugar central entre las inquietudes de los jóvenes. A ello se sumaron los efectos de las redes sociales: la exposición constante a noticias alarmantes, comparaciones sociales y discursos extremos generó un ambiente en el que la percepción de peligro se magnificó.
Además, la sensación de que las empresas tecnológicas gestionaron demasiada información personal acentuó el sentimiento de vulnerabilidad.

Otros elementos que profundizaron la visión sombría sobre el futuro incluyeron la discriminación persistente, los debates sobre los derechos de inmigración y la creciente polarización política, especialmente en torno al liderazgo presidencial en Estados Unidos.
Rubin destacó que este cinismo resultó fundamental en el análisis de riesgos de la Generación Z, ya que “el mundo pareció más riesgoso cuando existió poca sensación de control sobre los resultados”.
Además, cuestiones económicas como la inflación, el acceso a la vivienda y la dificultad para encontrar empleo estable también pesaron sobre el ánimo juvenil, profundizando la percepción de un futuro incierto e inestable.
El estudio también identificó diferencias entre géneros. Las jóvenes manifestaron una percepción aguda de amenaza a sus derechos, especialmente en materia de protección reproductiva, y consideraron que los avances en esta área retrocedieron.
Este modo de evaluar el riesgo llevó a muchas jóvenes a experimentar ansiedad, depresión y pensamientos suicidas, según datos de la Society for Risk Analysis. Las respuestas recogidas por el equipo de Rubin indicaron que las mujeres jóvenes, más que sus pares varones, expresaron miedo a perder libertades básicas y a ver comprometida su autonomía sobre el propio cuerpo.

Si bien investigaciones recientes demostraron que los últimos tres años se encontraron entre los más seguros en la historia moderna, la Generación Z mantuvo una sensación de inseguridad que no reflejó los datos objetivos. La Society for Risk Analysis subrayó que la percepción de seguridad resultó mucho más sensible a factores internos y subjetivos, como emociones acumuladas, discursos sociales y vivencias personales, que a amenazas externas comprobables.
Rubin, quien reconoció sentirse sorprendido ante el incremento del cinismo, señaló: “Cuando comencé esta investigación en 2022, las entrevistas eran optimistas; sin embargo, con el paso del tiempo, la visión de la Generación Z cambió y existió una sensación general de que lograr cambios es difícil”.
Frente a este panorama, la Society for Risk Analysis recomendó que instituciones como los departamentos de policía, universidades y empresas consideraran de qué manera pudieron contribuir a que los jóvenes se sintieran más seguros y con una percepción real de capacidad para impulsar transformaciones en escenarios de incertidumbre.
El informe propuso desarrollar programas de apoyo emocional, fomentar la participación de jóvenes en la toma de decisiones y fortalecer la confianza en instituciones democráticas. Estas acciones buscaron revertir el avance del miedo colectivo y ofrecer herramientas concretas para afrontar los desafíos del presente.
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