Navidad en Marambio: cómo viven las Fiestas los argentinos en la Antártida

Cómo viven este momento aquellos que están lejos de sus familias y sus afectos, y de qué manera logran estar conectados con sus seres queridos, a pesar del aislamiento y la distancia

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El hombre leyó la carta una vez más. Fue la tercera vez que repasaba esas líneas. En la soledad de su oficina, lloró. El comodoro Lucas Carol Lugones dejó la hoja sobre su escritorio de jefe de la base Marambio. Es un oficial endurecido por el oficio de tomar a diario decisiones importantes. Pero desde ese momento sabía que esa letra de niña lo acompañaría más allá de la Antártida. Sus ojos buscaron de nuevo el papel: “Señor Lucas: Muchas gracias por permitir a mi papá venir a ver a mi abuela y a nosotros. Yo sé que mi papá no está pasando por buenos momentos, muchas gracias por entender la situación, me despido”, escribió la nena de nueve años. Carol Lugones no pudo evitar conmoverse de nuevo.

El suboficial Cristian González compartía su tiempo libre con los otros tres bomberos de la base, cuando recibió una llamada desde Mendoza, su tierra de origen. Un familiar le dio en ese momento la mala noticia: su madre estaba internada en grave estado.

A más de 3580 kilómetros de distancia de su hogar, el suboficial sabía que cada uno de los 41 militares de la dotación en Marambio cumple una función vital para el sostenimiento cotidiano de la base y que todos son necesarios en ese lugar que representa la puerta de entrada del sector antártico argentino. Pese a que su corazón estaba en Mendoza, su responsabilidad lo mantenía en su puesto.

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Esa situación extrema vivida por ese joven suboficial es uno de los riesgos asumidos por los militares que se presentan como voluntarios para cumplir servicio durante un año en las seis bases permanentes de la Argentina en la Antártida. Nuestro país mantiene abiertas, además, otras siete bases temporales, en una presencia nacional iniciada con la apertura de la base Orcadas el 22 de febrero de 1904. Desde ese año la Argentina tiene permanencia ininterrumpida en el continente antártico.

La lejanía de los afectos hoy se compensa en parte con las facilidades permitidas por la tecnología. Los festejos de Navidad y Año Nuevo en la base Marambio son un ejemplo de esta era de pantallas móviles. “Es una muy linda celebración. Aunque es distinta en estos tiempos de tan buena conectividad y redes sociales. A las 24 todos brindamos, nos sacamos fotos, pero entre las 0.15 y 1.30 cada uno de los que está en la base nos conectamos con nuestras familias con los celulares. Y solo después festejamos nosotros. Es muy importante sostenernos con nuestros afectos, porque se vive en un lugar que estás alejado de todo”, dijo Carol Lugones.

La llegada de un Hércules antes de Navidad siempre es uno de los vuelos más esperados. Su carga no solo es logística, sino también espiritual, ya que llegan en esa gran bodega regalos enviados por los familiares de aquellos que pasan un año en Marambio. El comodoro contó, por ejemplo, que desde el año pasado toda la base pudo ser ambientada con motivos navideños, incluso con un árbol de dos metros, gracias a la donación de una empresa y que eso contribuyó a mantener en alto el ánimo de toda la dotación. Gracias a esa desinteresada ayuda también se repartieron juguetes a los chicos de la base Esperanza –los pequeños vieron bajar de un avión Twin Otter a un Papá Noel con su bolsa de regalos-, la única de la Antártida en la que viven familias con hijos y que cuenta, incluso, con una pequeña escuela.

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“El Hércules es una conexión permanente con el continente, con nuestras familias”, explicó Carol Lugones, que sumó muchas horas como piloto del sistema conocido en la Fuerza Aérea como La Chancha. El comodoro quedó impactado por la tragedia del C-130 chileno. “En la Antártida somos muy unidos con Chile, las dos bases (por la argentina Marambio y la chilena Frei) tienen pista de aterrizaje y están muy cerca, por lo que cooperamos muchísimo. Sentimos lo sucedido como una pérdida propia, lo hemos vivido con mucho dolor”.

La tecnología ayuda a sostener los lazos familiares en momentos especiales, como la Navidad y el Año Nuevo, pero hay momentos que una videollamada no puede reemplazar a un abrazo y un beso.

El jefe de Marambio entendió que el suboficial bombero estaba ante un caso especial. “El trabajo en la Antártida es muy intenso y también son muy intensas las cuestiones afectivas que estando alejados de los seres queridos se viven de otra manera. A veces nos preguntan qué es lo peor que puede pasar en la base. ¿Un incendio?, dicen. Sin embargo, las cuestiones más duras llegan cuando se tiene que afrontar la enfermedad o muerte de un familiar. Uno está muy lejos y no puede atender a ese ser querido ni acompañar al resto de la familia. Es muy angustiante”, explicó Carol Lugones.

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La enfermedad o pérdida de un ser querido representa para todos una difícil prueba. En la Antártida, la distancia real y afectiva, el aislamiento, la imposiblidad de disponer de un medio de transporte normal, como un simple tren o un ómnibus, y las variables extremas del clima suman desafíos al temple de los militares que eligen ese destino profesional. Claro que ellos están preparados para superar esas contingencias, pero estar lejos cuando la familia los necesita es un punto límite.

El jefe de la base evaluó la situación y luego de hablar por teléfono con el segundo comandante del Conjunto Antártico, se decidió que el suboficial regresase al continente en un avión de transporte Hércules C130 de la Fuerza Aérea Argentina que llegaría 48 horas después a Marambio. El bombero tuvo el apoyo de sus compañeros encargados de la lucha contra el fuego, que se turnaron para suplir su ausencia.

“Hay momentos que son muy fuertes y quien está a cargo tiene que tomar una decisión compensando las posibilidades operativas y las necesidades humanas. En el caso de Cristian, un suboficial muy querido en la base y que siempre mostró mucha vocación de servicio, entendí que su lugar en ese momento era con su familia”, explicó el comodoro Carol Lugones, que terminó su misión en la Antártida en noviembre pasado.

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Dependiendo siempre de la meteorología, los Hércules hacen un cruce desde el territorio continental una vez al mes, de acuerdo a un cronograma establecido por el Ministerio de Defensa, luego de las decisiones operativas tomadas por el Comando Conjunto Antártico del Estado Mayor Conjunto. Esa planificación puede ser modificada frente a emergencias, como la ocurrida en los últimos días, cuando uno de esos aviones argentinos dio apoyo en la búsqueda de la aeronave chilena de similares características que se estrelló antes de llegar a la base Frei, cercana a Marambio.

El suboficial González regresó a la base 30 días después. “Me dijo que se despidió de su madre y que ella misma lo había animado a volver”, relató Carol Lugones. A los pocos días se conoció la noticia de la muerte de la madre del bombero. En ese momento estaba en Marambio uno de los capellanes que da apoyo espiritual a los miembros de la dotación, por lo que pudo oficiarse una misa en memoria de la mujer. Todos los integrantes de la base acompañaron al suboficial.

Conmovido, el bombero le entregó entonces al jefe de la base la carta escrita por su hija de nueve años. “Es un tipo de reconocimiento que no te lo esperas para nada”, comentó Carol Lugones y agregó: “Este tipo de gestos tiene mucho que ver con la clase de persona, con los valores de este hombre y como los supo transmitir a su familia. Dentro de las cosas más lindas que me pasaron en la base, guardo esta carta”.

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Pese a los riesgos, el fuerte profesionalismo es lo que lleva a estos hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas a cumplir con su trabajo más allá del desarraigo afectivo. “Es difícil estar lejos de la familia durante un año”, comentó Carol Lugones que sabe lo duro que puede resultar esa lejanía. Poco tiempo después de la situación vivida por el suboficial González, fue el propio jefe de la base Marambio quien recibió una mala noticia. Tuvo que dejar su puesto por unos días para poder despedirse de su padre en Córdoba. Con vocación de servicio, el comodoro volvió a Marambio tal como antes había regresado el joven bombero. En su despacho estaba la carta de la agradecida niña.

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