Tones and I, cantante y compositora del mega hit “Dance Monkey”: “Realmente nunca pensé que mi voz fuera extraña”

La cantante australiana habló con Infobae acerca de su particular estilo como cantante, los secretos detrás de su éxito global -por segundo año consecutivo, entre las tres más escuchadas del mundo-, una reflexión sobre las nuevas generaciones y también del desafío de mantenerse auténtica a la hora de expresarse

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Toni Watson es la persona por detrás de Tones and I, con el que firmó el mega hit global "Dance Monkey" (Gentileza Prensa Tones and I)
Toni Watson es la persona por detrás de Tones and I, con el que firmó el mega hit global "Dance Monkey" (Gentileza Prensa Tones and I)

¿De quién es esa voz? ¿Es real, es una aplicación, es de este planeta? Darle play a “Dance Monkey” en un lugar público puede disparar preguntas como esas, justo antes de que se vuelva infecciosa y se adhiera para siempre a la corteza cerebral. Esa extrañeza, combinada con el repiqueteo entrador de un pianito, le dan forma al tema de Tones and I -proyecto de Toni Watson-, uno de los mayores hits globales de los últimos 20 meses: por segundo año consecutivo fue la canción más escaneada por Shazam y permanece en el top 3 de reproducciones de las principales plataformas de streaming.

Martes a las 9 y algo de la noche en Buenos Aires, miércoles promediando las 10 de la mañana en algún lugar de Byron Bay, Australia. La charla es breve pero abierta, salvo por un pedido específico por parte de su entorno: “Rogamos no preguntarle sobre su edad, ella no habla de eso”. Es un misterio extendido en Internet: hay quienes dicen que nació a mediados de los 90s, otros que es del 2000. Por ahora, la única manera de dilucidarlo sería averiguando en el registro civil del pueblo costero que la vio nacer y crecer… ¿Será realmente de allí?

Lo que llega de ella a través de la conexión transoceánica es su voz, tan distintiva como cuando canta: “Perdón porque no me puedas ver, pero vos te ves genial”, se disculpa, amable, por tener la cámara apagada ante Infobae. “Realmente nunca pensé que mi voz fuera extraña. Pensé que era normal, y mis amigos y las personas a las que les cantaba también lo veían así. Pero después de lanzar mi primera canción, las reacciones fueron: ‘¡Qué voz tan rara!’. No niego que nunca asistí a clases de canto. Pero fui a una entrenadora vocal y ella me pidió que, sobre el teclado, cantara una progresión melódica. Lo hice pero me dijo: ‘Uhm, no podés llegar a ninguna de las notas, vamos a tener que empezar de cero’. Después me pidió: ‘Cantá esta canción junto con el piano’. Lo hice y me respondió: ‘Ahora le pegaste a todas notas que antes no podías, pero lo hiciste con una voz más alta. Así que si te piden que cantes en voz baja, no vas a llegar. Tenés que ver la manera en que te sientas cómoda para llegar’. En ‘Dance Monkey’ eso es más notorio: la voz que habla, dice (canta en registro grave) “Dance for me, dance for me, dance for me, oh-oh-oh” y luego cuando la canto normal es como… más agudo. Para mí no existe un punto intermedio, y no es una elección”, dice y se ríe.

La cantante australiana habló con Infobae acerca de su particular estilo como cantante, los secretos detrás de “Dance Monkey” -su mega hit global-, las nuevas generaciones y reflexionó sobre el hecho de mantenerse auténtica a la hora de expresarse

El tema fue el adelanto del EP “The Kids Are Coming”, su primer trabajo oficial. Antes de eso, se curtió como música en las calles de su lugar, célebre por ser -desde los años 60s- el paraíso de surfistas, hippies y mochileros que buscan un destino relajado, buenas olas y un entorno sustentable. La parábola de Toni Watson pareciera ser el sueño cumplido de cualquier persona que haya agarrado un instrumento con la intención de contarle y cantarle al mundo las cosas que le pasan. “Lo mejor de ser artista callejera es la autenticidad, lo genuino que es que la gente no te conozca y no tenga que detenerse a escucharte... pero igual los puedas sorprender camino a una cena, cuando no sabían que ibas a estar ahí, y dejarles un recuerdo. Y lo peor es, simplemente, estar en la calle: hay muchos altibajos, muchas personas sin hogar... Tenía una relación muy cercana con un tipo llamado Amby, que siempre se sentaba a mi lado cuando yo tocaba. De hecho, una noche tuve que llamar a una ambulancia para él. Hay muchas realidades y cosas muy duras, pero las personas más agradables que conocí fueron las de la calle, gente que no tenía un lugar para quedarse. Hay videos en Internet en los que, si miras más de cerca, podés ver a un hombre acostado a mi lado, justo debajo de mi parlante”, dice.

Este año -precisamente el 11 de marzo, justo un día antes de que el gobierno porteño prohibiera los recitales debido al avance del coronavirus-, editó los singles “Bad Child” y “Can’t Be Happy All The Time”. Una fatal casualidad que podría linkear a este último título con la tristeza que les genera a los fans de la música no poder asistir a recitales como antes. Ella dice extrañar los shows, también. Y rememora la sensación que le generó estar en un escenario importante por primera vez: “Mi mayor recuerdo musical es cuando vi a Snoop Dogg, que además fue el primer show al que asistí. Fue en un festival en Melbourne y lloré todo el tiempo. No porque Snoop Dogg sea muy emotivo, sino porque esa también fue la primera vez que miré hacia el escenario y dije: ‘Eso es lo que quiero hacer’. Y lloraba sabiendo que nunca llegaría allí. Dejé de llorar cuando toqué en el festival Splendour in the Grass, el año pasado, porque finalmente llegué. Me encantó, pero no podía moverme. ¡Nunca me pasó de no poder bailar en un show! Solo me quedé ahí, mirando fijamente al público, totalmente conmocionada”.

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Cuando es consultada por la música que más la inspira, dice ser fan de Macklemore, Kanye West y Gang of Youths, una banda indie de Sydney. Cuando busca algo más clásico, va por Queen y Ray Charles. ¿Conecta con íconos australianos como, por ejemplo, AC/DC o Kylie Minogue?: “Con AC/DC te diría que sí. A veces, algunos de mis amigos ponen temas de Kylie como para recordarlos y bailar. Me gustan los artistas que escriben sus propios temas y sobre cosas puntuales. Respeto a Kylie Minogue pero... realmente no sé por qué dice estar dando vueltas y que la gente debería salirse de su camino (se refiere al estribillo de la canción de “Spinning Around”). Me gustan los artistas que le ponen contexto a su música. Y que involucren el ‘que’ a la hora de escribir. Por eso elijo a los artistas pop actuales, porque muchos de ellos cantan sobre cosas que realmente les importan”, apunta.

-En una época en la que parecemos vivir buscando la aceptación de los demás, la letra de “Ur So F**kInG cOoL” inspira a aceptarse a uno mismo. ¿Por qué creés que suceden este tipo de comportamientos y cuál creés que es la clave para mantenerse auténtico?

-Realmente no lo sé, porque lo único que siempre intenté es ser yo misma, y no pensar demasiado en cómo debo actuar. Solo digo lo que es importante para mí y no soy de esos que dicen (pone un tono burlón): “Yo digo lo que quiero, bla, bla”. No, yo no soy así. Yo digo exactamente lo que siento en ese momento y no voy a hacer que la gente se sienta insegura o inferior. Al final del día, la gente puede decir lo que quiera sobre mi apariencia, pero no me importa, porque no crecí pensando que soy “la mejor mierda”. Ahora estoy en una posición en la que la gente me mira, o no, pero eso no me hace cambiar quién soy ni ser una persona diferente. Lo que importa es ser uno mismo. Hay gente que dice que están siendo ellos mismos, pero no lo son; gente que quiere que la gente sepa lo que hacen y lo buenos que son en eso. Supongo que hay que sentirse orgulloso de uno mismo, pero no hay que desanimar a quienes te están mirando: hay que hacerlos sentir que pueden lograr lo que quieren porque vos lograste lo que deseas. Eso es lo más importante.

-La música y la letra de “Dance Monkey” son muy pegadizas. ¿Cómo la creaste?

-Me fijé, sobre todo, en darle contenido lírico. “Dance Monkey” es la única canción que escribí en la que cité completamente a otras personas que me hablaban o me decían cosas a mí. La idea era que tuviera un cambio de ritmo repentino, un bass-drop antes del estribillo y que quede… ¡para siempre! Estaba tratando de escribir algo así, con un estribillo mínimo y un buen bajo arrollador. Pero no me salía… hasta que simplemente sucedió. Y yo estaba como: “¡Dios mío, esta es la canción!”. La comencé a tocar en la calle y a la gente le gustó, venían a escucharla una y otra vez. Cuando llegaba al puente del tema, se sentaban en el piso y después se ponían a saltar cuando la canción volvía a subir… y eso ocurrió por algo que inventé. Fue realmente genial, se convirtió en una gran cosa: unas treinta mil personas lo hicieron en el Splendour in the Grass, el mejor día de mi vida, ¿sabes? Y te voy a decir algo que nadie más sabe sobre “Dance Monkey”: estaba escribiendo una canción sobre mi mejor amiga, en un momento en que estaba enojada con ella. Cuando la tuve, se la mostré y se puso a llorar, así que le prometí que nunca lo editaría, que simplemente lo tiraría a la basura. Entonces tenía los acordes pero tuve que cambiar todo. Originalmente decía algo así como (canta): “You said you’d dance for me but you just hadn’t got the chance / now you’re all decked up / there’s no need to pretend” (“Dijiste que bailarías para mí pero no tuviste la oportunidad / ahora te engalanas / no hay necesidad de fingir”). Mi amiga me dijo: “No me gusta, me pone triste”. Así que le respondí: “Bueno, simplemente borraré toda la letra y usaré los acordes”.

-El título de tu EP es “The Kids Are Coming”. ¿Cuál creés que es el desafío para las nuevas generaciones?

-Creo que hay más accesibilidad para que la gente joven pueda averiguar y descubrir cosas nuevas, educarse a sí mismos. Hay más plataformas para que la gente hable. Muchas personas mayores no tenían un lugar seguro para expresarse cuando tenían nuestra edad, así que es algo que hay que reconocer. Los jóvenes, definitivamente, son los más influyentes en la actualidad. Sin embargo, eso no quita que haya chicas de 17 años que estén en TikTok sacudiendo el culo, así que no siempre son necesariamente buenas todas esas herramientas. Siento que los jóvenes tienen más empatía, desde el Polo Norte hasta cualquier lugar, y supongo tiene que ver con el hecho de que crecieron con más voz y con más de una plataforma en la que puedan hablar. Y pueden encontrar cualquier cosa con solo un clic, pueden ver dónde están las conversaciones, saber lo que está pasando. Eso es algo que les da el poder de accionar un cambio. Pero, como dije y vuelvo a repetir, eso no impide que haya chicas con 50 millones de seguidores y simplemente muevan el culo o hagan su estúpido baile de TikTok, cuando tienen a tanta gente que las escucharía si dijeran algo... Simplemente no lo hacen. Es gente que después, cuando ocurren protestas como las que hubo este año, piensan: “Oh, será mejor que publique algo”. ¡Y eso es tan estúpido! Si usáramos lo que tenemos, el cambio sería mucho más efectivo, pero hay gente aun no entiende que tiene bajo sus narices ese poder. Tengo la esperanza de que la generación que venga después de nosotros no solo aprendan eso, sino que también le pongan un límite al cyberbullying. En eso estamos increíblemente jodidos: lo veo en todas partes, en todos lados, es horrible, hay gente que se está muriendo, se está suicidando por esto. Y por ahora no cambia porque estamos demasiado ocupados tratando de cambiar cualquier otra cosa. Tal vez, con suerte, la próxima generación tenga más empatía por esta cuestión.

-¿Te preocupa ser considerada una artista “one hit wonder”?

-Nah, no me importa. Creo que la gente confunde su idea de lo que quiero, con lo que realmente yo quiero. Y yo simplemente quiero tocar en vivo. No me importa el dinero, podría eliminar las apps de Spotify y Apple Music e incluso ni siquiera tener mi música allí. Y luego publicar en mi Instagram: “Ey, vengan a ver mi show”. Siempre quise ser una artista callejera, estar en la calle y tocar. Quise mucho más eso que ser un “one hit wonder” o hacer un disco que luego se convierta en oro y tal... Nunca pensé en esas cosas, no quiero jugar ese juego: solo te lleva a la decepción y yo nomás quiero ser feliz con lo que creé, con quien soy. Entonces, creo que moriré feliz.

Agradecimientos: Leandro Bortex

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