De prohibido a indispensable: el objeto que cambió la televisión en vivo

Había una vez un programa de televisión en el que una conductora rubia llamaba por teléfono a alguno de los televidentes que habían mandado una carta para ganarse un premio. Tenía un aparato a disco primero: giraba los numeritos y esperaba el tono. Luego la tecnología cambió y ya no discaba con los dedos sino que apretaba las teclas con una birome, diciendo los primeros dígitos y haciendo una onomatopeya en los últimos, para no deschavar el número del participante. Años después el ciclo de esa conductora ya no recibía cartas sino que se los convocaba a jugar a través de los celulares.

Es uno, el más pequeño tal vez, de los cambios que fuimos viendo a lo largo de la historia de la televisión. La conductora por caso es claramente Susana Giménez, la diva de los teléfonos. Pero no es ella la protagonista de esta nota, sino justamente los celulares, que en los últimos años revolucionaron los programas en vivo.

Otro ejemplo de la televisión de hace algunos años era el tremendo suspenso que generaba Jorge Rial cuando aparecía en Intrusos con un videocassette en la mano, y decía que tenía imágenes que escandalizarían a todos. Generalmente esto era anunciado durante todo el programa y al final, quizás, hasta se postergaba para el siguiente día. La información, por ese entonces, se guardaba. Se sostenía al espectador con lo que ya tenían, no con lo que podrían tener.

En noviembre de 2005 el propio Rial respondía un llamado al aire desde su celular, nadie escuchaba lo que se decía del otro lado. Sin embargo, segundos después, él mismo se encargó de comunicarle un mensaje a Stella Maris Lanzani, una de las invitadas en el estudio: "Me acaba de informar el señor Gerardo Sofovich que se suspende el estreno de hoy (de Soltero y con dos viudas) … y que te separa del elenco, Stella".

El último momento permanente

Es así. El modelo de los programas en vivo cambió radicalmente con la llegada de los SMS, las redes sociales, Whatsapp y Telegram. La instantaneidad en todo lo que conocemos y la vida a 220 dan la impresión de que el único modelo posible es el flujo infinito de información. Y es en ese aspecto en el que los celulares son ahora el elemento clave de la televisión "en vivo y en directo", como se decía antes.

En 2010, tener un celular y revisarlo al aire era visto como un gesto de irresponsabilidad, dispersión, y falta total de elegancia o respeto. Se estaba al aire y en ningún lado más. Se llegaba al programa con lo que se tenía preparado, y con eso se sostenía. La sorpresa la daban los móviles, alguna llamada telefónica que conectaran desde el control, lo que contaba un invitado; es decir, lo que la producción tenía preparado.

Pero la cosa cambió. Y una de las primeras en llevar la bandera de ese cambio fue Marina Calabró. La panelista de Intrusos habló con Teleshow y recordó cómo surgió esa variante: "No sé la fecha de la primera vez que usé el celular al aire pero fue en Infama. Estábamos remando un tema que estaba rindiendo y alguien que tenía en mi agenda me empezó a pasar data importante de lo que discutíamos. Me pedía que no dijera la fuente. Y lo vi de reojo, pero como era una data que estaba buena me pareció mejor blanquearlo y agarrar el celular al aire, sin disimularlo. Surgió de manera espontánea, no fue algo planeado, pero después me sirvió para instalar ese yeite de 'Me está llegando información'".

—¿Siempre tenías el celular con vos?

—No, antes de eso no había mucho celular al aire. Es más, yo ni bajaba el teléfono al estudio porque estaba mal visto. Porque distraía, no estaba incorporado como herramienta. Pero un día lo fui a buscar por un caso trágico en el que quería googlear datos que no recordaba con exactitud, para no decir ninguna burrada, y a partir de ahí lo empecé a usar al aire. Eran mediados de 2010. ¡Mirá qué loco! Hoy sería impensado hacer un programa sin el celular, sin contar con esa información que va llegando en vivo.

—¿Qué es lo que aporta el celular? Más allá de la información, ¿por qué creés que rinde?

—El celular imprime la sensación de que algo puede pasar. Hay una tensión porque puede cambiar en un minuto la historia que estás contando. Aporta vértigo y sumá información concreta. En aquel Infama de Santiago Del Moro se dieron vuelta programas completos por esto. La gente sabe que puede caer cualquier cosa en cualquier momento, y eso da la sensación de que el programa está vivo. Más vivo que antes tal vez.

—¿No es una herramienta peligrosa? ¿Extorsiva incluso?

—Es más que válida como herramienta. Extorsiva, bajo ningún punto de vista. En todo caso se puede discutir si alguien muestra un mensaje sin autorización, pero yo soy súper cuidadosa con eso. Si alguna vez puse un audio sin autorización fue porque al final del audio me decían "No lo pongas al aire", y no me di cuenta. Tuve errores y pedí perdón. Recuerdo una vez con Gladys la Bomba Tucumana, pero por suerte no se lo tomó a mal. A partir de esa experiencia reafirmo esto de pedir autorización bien clara antes de poner al aire. De hecho he tenido algún mini cruce con Rial las veces que me pidió que pusiera algo al aire para lo cual no tenía autorización, y no lo puse. Trato a todos por igual: sea la estrella más importante o alguien recién llegado, nunca saco al aire nada que no está autorizado.

—¿No tiene ningún riesgo entonces la presencia de los teléfonos al aire?

—Lo que no veo bien es hacer el programa mirando en Twitter lo que se está diciendo de nosotros, del programa que estamos haciendo. Eso te condiciona, te frena, te juega en contra, te cambia hasta la actitud corporal. Es destructivo para la independencia del periodista o del panelista. Yo nunca me googleo ni pongo mi nombre en Twitter, pero veo que es una tentación en la que muchos caen. He visto panelistas haciendo el programa pero con el hashtag de ellos mismos… y es raro. Por eso mi recomendación es nunca hagas televisión mirando lo que el Twitter opina sobre lo que estás haciendo.

El caso Alfano

La llegada de información no fue el único modo en que se incorporó el celular. En 2010 Graciela Alfano volvió a ser jurado del Bailando por un Sueño (lo había sido tres años antes), pero sumó un elemento que antes no aportaba: el Twitter.

Mientras la red social se volvía más y más relevante en la vida real, Alfano hizo el cruce y empezó a tuitear en vivo. Mandaba fotos, críticas, declaraciones. Y hacía publicidad de su propia cuenta. Tan es así que gracias a la difusión del programa pronto llegó a tener un millón de seguidores. Fue un resurgir para la actriz y vedette, que encontraba en su teléfono la herramienta perfecta para disparar de manera permanente mientras estaba en el programa.

A menudo la cámara la tomaba y ella, como si no prestara atención, solo se ocupaba de su teléfono. Tan extraña era la imagen que Marcelo Tinelli la criticaba, le exigía estar más presente y hasta hubo algún que otro cortocircuito al aire. El tiempo, sin embargo, le dio la razón a Graciela. Con el boom de la selfie, el propio Tinelli adoptó el teléfono y empezó a hacerse fotos al aire que, además, subía en vivo a las redes sociales.

El desembarco en vivo del WhatsApp

El siguiente paso llegó también de la mano de un periodista. Una vez con el teléfono instalado (el recurso de Calabró lo sumaron muchos, entre ellos José María Listorti, quien en Este es el Show recibía información al aire), Tomás Dente estiró un poco más el límite poniendo al aire un mensaje de voz recibido de un famoso.

Fue en Nosotros a la mañana, el programa conducido por Fabián Doman. "No tenía un concepto formado sobre los panelistas que usaban el teléfono al aire. Nunca lo vi como un gesto de displicencia o mala educación para con el público. Yo siempre entendí al teléfono como una herramienta, casi como una prolongación de la mano, entonces no me sorprendió que se naturalizara", le dijo Dente a Teleshow.

"Me acuerdo cuando nació el teleprompter en la tele y la gente podía dilucidar que el conductor no miraba al frente de la cámara y era criticado, pero era una herramienta de trabajo. Lo mismo con el rating minuto a minuto: antes molestaba mucho. Pero son herramientas, polémicas tal vez, pero mientras no desvíen del objetivo de los programas, está bien".

—¿Qué efecto produce en el espectador?

—Es un gesto de velocidad, de rapidez. Crea expectativa. Antes se jugaba con el tema de los sobrecitos, o los VHS, y ahora está el teléfono. A mí mucha gente me dice: "Uh, qué data tendrá tu teléfono'" De algún modo, crea como una fantasía en la gente.

—¿Cómo fue que incorporaste el mensaje de voz?

—Venía muy utilizado el recurso de leer al aire los mensajes de texto o de WhatsApp, y pensaba que era más creíble poner los audios, entonces probé a la mañana y funcionó bien. Algunos personajes se animan a contar más porque no tienen la cámara delante. Y después, al ver que todos los periodistas empezaban a hacer lo mismo, creí qué podía hacer de original y ahí se me ocurrió empezar a responder esos audios mientras ellos hablan. Esa es un poco mi impronta.

La cosa, por supuesto, no quedó ahí. Y es imposible saber dónde va a terminar. Maju Lozano en Todas las Tardes (El Nueve), Pamela David en Pamela a la Tarde (América) y Daniel Gómez Rinaldi en Implacables (El Nueve) hicieron recientemente entrevistas desde sus teléfonos, con el altavoz activado. Ya ni falta hace pasar por el control para que conecten la llamada. Lo decide el conductor: él tiene el poder, atiende y corta cuando quiere, o cuando le indican que el minuto a minuto del rating bajó.

Lo que viene, lo que viene…

Obviamente, el próximo paso es incorporar la video llamada y después, cuando todo se vaya de las manos, el holograma, el Skype con los espíritus o la entrevista 3D. Pero falta. Será en un mundo futuro del que nos separan un par de… ¿meses?