
Ahora la llenan de premios y halagos y tiene fans tan famosas como Ariana Grande, que en 2018 imitó su memorable actuación en Legally Blonde (2001) en el programa de Jimmy Fallon. Pero Jennifer Coolidge todavía no puede creerlo. Dice que pensó que era un chiste cuando le avisaron que había sido nombrada Animadora del Año 2022 por la revista Entertainment Weekly. Se lo dijo –precisamente– a Grande, que la entrevistó esta semana para la tapa de esa publicación: “Me da vergüenza porque yo no tenía ninguna esperanza de algo como esto, ¿entendés lo que te digo? Mi vida fue tan chata por tanto tiempo que esto es mucho más de lo que podía imaginar, y es muy emocionante”.
Entre lo que no podía imaginar la actriz a la que Ariana Grande llama “mi reina brillante” está el primer Emmy de su carrera por su papel de Tanya McQuaid en la primera temporada de la serie The White Lotus (HBO) y la certeza de la crítica y el público de que su actuación en la segunda temporada –cuyo capítulo final se emitió esta semana– le valdrá otro premio. Ella no deja de sorprenderse por su suerte: “Gente a la que admiré por años, ¡por décadas!, me escribe DMs para felicitarme. Gente a la que adoro. Y yo digo, ¿cómo puede ser que esta persona sepa quién soy? ¡Es genial! De pronto me ofrecen proyectos creativos, trabajos realmente divertidos, me parece que estar mejor es imposible”.

Nacida en Boston el 28 de agosto de 1961, a Coolidge el reconocimiento y el éxito le llegaron justo después de cumplir 60 años. Hasta ahora siempre se había destacado en roles de reparto que traspasaban la pantalla, de esos que se roban cada escena. Su debut en un show de elenco estelar fue en 1993, como uno de los tantos romances de Jerry en Seinfeld, pero quedó en el imaginario colectivo de una generación entera como “la mamá de Stifler” en la saga American Pie (1999, 2001, 2003 y 2012). Ella se ríe y cuenta que si bien aquella interpretación no la hizo ganar premios, sí cambió su vida amorosa para siempre.
“Legally Blonde fue un regalo de Dios –le confesó a Grande–. Pero American Pie me ayudó en las citas de una manera que jamás podría explicar. Si no hubiera hecho esa película, no creo que… Bueno, solo digamos que habría sido una década muy aburrida”, dice la mujer que da vida a la millonaria ida y solitaria que sobrevive como huésped del resort de lujo para conectar la primera y la segunda temporada de la serie del momento. “Dije en una nota que gracias a American Pie pude acostarme con 200 hombres y me encantaría confirmar que es cierto, pero en realidad exageré un poquito –le aclaró a Grande–. La verdad es que sí abrió mi mundo a un grupo mucho más amplio de hombres guapos y jóvenes. Legalmente jóvenes”.

Fuera de las bromas, su historia sentimental es un misterio o algo que nunca le interesó demasiado a los medios de espectáculos. Nunca estuvo comprometida ni se casó y tampoco tiene hijos, aunque ahora que se convirtió en una estrella, Hello! especula con que podría casarse y adoptar dos niños junto a su supuesto novio, Tom Mahoney, algo que ella negó varias veces. Tampoco confirmó jamás las declaraciones del comediante Chris Kattan, que la describió en sus memorias como “un bardo, sexy, fuerte, una bomba encantadoramente tonta que estaba lejos de serlo”.
El personaje con el que se consagró definitivamente parece contener esa esencia y también algo todos sus papeles anteriores, de la ingenuidad y la torpeza de Paullette Bonafonte –la manicura de Elle Woods en Legally Blonde–, a la seducción grotesca con que Jeanine Stifler conquistaba adolescentes en American Pie. Parece contener algo de todo y al mismo tiempo va mucho más allá, como si por primera vez tuviera espacio para darle verdadero carácter a sus criaturas, más allá del humor satírico en el que se mueve con comodidad desde sus gags improvisados en los falsos documentales de Christopher Guest.
La misma presencia con la que este año sorprendió como la inquietante vendedora inmobiliaria en The Watcher (Netflix), la última creación de Ryan Murphy. Ahora la crítica ya describe su actuación en The White Lotus como operística, la de una Madame Butterfly empastillada y querible, la de una mujer que lo tiene todo menos a alguien que la quiera y termina por encontrar ese amor en los espectadores.
Ella lo sabe bien: “Creo que mis mejores papeles son los más recientes porque pude interpretar personajes más complejos”. También sabe que durante demasiado tiempo Hollywood la tuvo a prueba permanente, al punto en que en 2011 llegaron a ofrecerle una audición para la versión musical de la manicura de Legally Blonde que ya había hecho con maestría en el cine. “Le dije a mi agente: ‘¿Qué querés decir con audición?’ –recordó en una entrevista reciente con Variety, que también la puso en su portada– ‘¿No es una oferta directa?’. El reiteró la propuesta: ‘¿No querés volar a Londres para probarte en un papel que ya hiciste?’. Dijo que creía que querían ver si yo podía cantar y bailar. ‘Mirá, si voy y me subo al escenario y me tiro un pedo, ¡todavía voy a ser la señora der la película!’”.

Recordarlo todavía la enoja –cuenta– y dice que finalmente se deshizo de aquel agente. “Fueron diez años audicionando. Y ninguno me dio ningún trabajo. Pero perdés el miedo cuando te acostumbrás a perder. Hay algo de libertad en eso”, confió a Variety. El cambio de suerte vino de la mano de su amistad con el director y guionista de The White Lotus, Mike White. “Hay algo que sí hice bien en mi vida y fue elegir grandes amigos”, dice Coolidge, para quien White escribió especialmente el personaje de Tanya. “Y mis amigos también se sorprenden del giro que dio mi vida –contó a Variety–. Durante tanto tiempo pareció que iba hacia otro lado, que temo que si lo analizo mucho podría arruinarlo”.

Fanática de los Monty Python, cree que el cambio en su vida también es cultural: “Es algo completamente nuevo que las mujeres seamos consideradas graciosas y valiosas y que logremos encabezar grandes comedias”. Dice también que muchas cosas dejaron de importarle y que ese es el verdadero cambio para ella: “Pienso que este año me di cuenta de que estoy viviendo un sueño. Y estoy muy agradecida por todo lo que me pasó, pero tambien entendí que nada me importa tanto. Y creo que es mi sentimiento favorito en toda mi vida. Esperé toda mi vida para que las cosas ya no me importaran un carajo. Es la única manera de tener poder. No digo que ya no sea insegura, todavía lo soy sobre un montón de cosas básicas, mi apariencia y todo eso. Pero ya no creo que los insultos y las críticas me atraviesen como antes. Ya no me importa lo que piense de mí la gente”.
Es una buena noticia, sin embargo, que el mundo finalmente la haya descubierto y la ame.
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